Aquel ejemplar llevó el sello de Huarpes y era el volumen VI de una
serie dedicada a las bibliotecas, músicos, matemáticos, arquitectos, y
artesanos; después apareció el de los naturalistas y no vieron la luz los
literatos, filósofos y artistas previstos en el programa inicial. El
doctor Aníbal Ruiz Moreno escribió el
prólogo de la obra en la que “se nota la mano maestra del investigador de
archivos y bibliotecas y la del amante de nuestro glorioso pasado histórico”.
Con la humildad que le era característica, Furlong trazó según sus
propias palabras “lo que pudiéramos llamar la faz externa de la historia de la
medicina, entre nosotros, desde la llegada de los conquistadores hasta la época
de la independencia nacional”. Bien hace en rescatar en el prólogo la Dra.
Adela M. Salas esa definición que le dedicó el padre José Antonio Sojo S.J.,
otro hermano de la Compañía, con inspiración atribuyéndole el mérito de ser
el “custodio de nuestra historia”.
No faltaron médicos que le allegaron información, pero muy especialmente
el doctor José Luis Molinari, estudiante en el Colegio del Salvador
al que “contrariando lo natural” debió despedir en nombre de la Academia
Nacional de la Historia a su muerte en 1971. En ese discurso reveló Furlong
que: “Allá por 1920, le inclinamos a los estudios históricos y en particular a
los relacionados con la medicina en el Río de la Plata, y, a fe, que el alumno
compitió ventajosamente con el maestro”.
Esto nos demuestra que nuestro
sacerdote ya estaba interesado por el tema de la historia de la medicina. La biblioteca
que Molinari fue acrecentando y su notable colección de libros e impresos
antiguos sobre medicina le resultó una veta muy interesante para su
investigación.
Para informarse sobre el arte de curar y la cirugía entre los naturales,
el doctor Ramón Beltrán destacado profesional y estudioso del tema, primer
presidente de la Sociedad Argentina de Historia de la medicina, fue de gran
ayuda. En el prólogo notamos una errata, lo llama Manuel y no Ramón como era
correcto, lo que se repite en esta nueva edición.
Desde los comienzos con la conquista hasta la Revolución de Mayo desfilan
a través de estas 296 páginas, médicos, boticarios, enfermeros, sacerdotes y
hermanos que ejercieron la atención de la salud, los herbolarios y muchos otros
nombres que un índice de personas y cosas ayudará al lector, sin dejar de
mencionar la detallada mención de las fuentes en las que abrevó el autor.
LOS ARTICULOS
Otro aspecto valioso del libro es el
estudio de los artículos periodísticos dedicados a la medicina en las
publicaciones impresas de la época como el Telégrafo Mercantil, El Semanario de Agricultura Industria y Comercio,
el Correo de Comercio y la Gazeta de Buenos Aires, 1810, que daban a
conocer las novedades europeas con notable valor especialmente para los
profesionales del arte de curar. Prueba de ello es el doctor Antonio Cruz Fernández, médico instalado en Asunción
del Paraguay que era el único suscriptor de estos periódicos, que así recibía
las noticias sobre los adelantos en medicina en otras regiones.
Es de desear que las autoridades de la Universidad del Salvador
continúen editando estas obras de Furlong, sobre la cultura argentina en el
período hispano, honrando así su memoria cuando en dos años se cumpla el cincuentenario de su paso a la Casa del
Señor.
Será un tributo de gratitud a ese hombre que bien lo dijo Guillermo Gallardo
al despedirlo: “Su generosidad intelectual fue
uno de los rasgos más característicos de Guillermo Furlong, y ella se
manifestaba no sólo en el tiempo que dedicaba, al margen de sus tareas
docentes, a aconsejar y encaminar a los jóvenes que demostraban amor por los
estudios históricos, sino en el ejemplar desinterés con que brindaba el fruto
de sus investigaciones personales”.
Como uno de esos jóvenes que recordaba Gallardo, al recordarlo en esta
nota, me sumo al recuerdo de esta figura excepcional.
En las vísperas del bicentenario de la fundación de la Academia Nacional
de Medicina, algunos de cuyos primeros miembros, fueron recordados por Furlong
en esta obra que como bien anota Salas: “Es una iniciativa aplaudida no solo
por los historiadores hispano americanistas, sino también por amantes de la
historia de nuestra Universidad del Salvador”, que nos anima a “volver a las
fuentes” y “`recuperar la memoria”.
Si “la historia es fuerza y
actuante que sostiene el hoy”, bien está -como se afirma en
la presentación- que se realice como homenaje esta “oportuna impresión en este
año de pandemia mundial en el que somos testigos fieles del trabajo de los
médicos y personal de salud que ponen su vida al servicio de los demás”.
por Roberto
Elissalde*
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