Por S.E. Doña Hilda Victoria Palermo Cabrejos Ministro Consejera del Priorato General de la República del Perú
Es
probable que en casi todas las poblaciones grandes del Perú nos encontremos con
una calle o avenida de nombre Ayacucho, con parques y plazuelas, o con algún
indicio que recuerde a los peruanos, el protagonismo de la batalla de Ayacucho,
más allá de la existencia de un departamento y de una ciudad, con ese nombre.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda Director del Museo Electoral y de la
Democracia del Jurado Nacional de Elecciones
La
gloria de la batalla de Ayacucho, no se circunscribe solamente al Perú, lo es
de toda Hispanoamérica, y lo memorable de ese encuentro bélico se registra en
la historia del continente, y aparece en los anales de la historia universal,
dada las consecuencias que ahí se derivaron. El
personaje central de Ayacucho, es el general venezolano Antonio José de
Sucre, pero no fue el único, ni solo hubo extranjeros en los batallones,
puesto que un gran número de peruanos lucharon por la defensa de la libertad
de su patria, que pese a haber sido declarada y proclamada libre, seguía en
parte ocupada por los realistas, que no aceptaban la realidad expresada por
los americanos, de rechazo al régimen absolutista. Los
peruanos siempre habían manifestado su rechazo a la conquista, desde mayo de
1532, cuando el curaca Chilimasa se enfrentó a los soldados de Pizarro, el 8
de mayo de ese año, justo el día de la conmemoración católica de San Miguel
Arcángel, por su aparición en el Monte Gargano, en Italia. La superioridad de
las armas contribuyó al triunfo de los hispanos. Pasaron
casi 300 años de gobierno español en el Perú, hasta que grandes
levantamientos sacudieron la vieja estructura política virreinal, iniciándose
una gesta que no paró hasta 1824, cuando dos grandes batallas se
protagonizaron en suelo peruano, que indudablemente no fueron los únicos
enfrentamientos de ese año, pero que finalmente terminaron por opacar todo el
panorama de la independencia. La
batalla del 9 de diciembre de 1824, es una gloria trascendente, participaron
peruanos en ambos bandos, por la fuerte convicción de los que militaban en el
bando realista, que cada día eran menos, y por los muchos que estaban
enrolados en el bando patriota, que habían acudido al llamado de la patria
dando todo de sí. Más
allá de la información cuantitativa de los casi 10.000 realistas, frente a
los patriotas que se aproximaban a 6.000, lo que interesa es rescatar el
significado de la batalla, desigual en número de contendientes, pero muy
superior en heroísmo y estrategias protagonizadas por los patriotas, que está
más allá del rompimiento del vínculo con la Corona de Castilla, para dar paso
a la restitución del Estado peruano independiente, aunque la captura del
poder político por la población nativa no se logró de nuevo y de inmediato. Ayacucho
es una gran gloria americana, protagonizada por los peruanos y por hombres de
América del sur, que al lado de los peruanos combatieron por su propia
independencia, y porque entendieron que “la patria es América”. La gesta de
Ayacucho es una gran evidencia de unidad continental, que está más allá de
los intereses particulares, los hombres y las mujeres de América estaban
dispuestos a entregar la vida por la patria continental, inspirados en el
romanticismo que construyó la realidad de sus vidas, a partir de este ideal. En
la historia nacional, la batalla de Ayacucho marca un gran hito, una
coyuntura que permite mirar el pasado con un antes, y un después de la
batalla, y estamos acostumbrados a señalar el pasado virreinal solamente como
un universo de desigualdad, olvidando que la planta de la actual sociedad
peruana, tiene sus raíces en ese cruce biológico y cultural experimentado a
partir de 1532, con la presencia de los negros, blancos y moriscos,
portadores en gran parte de la cultura occidental, africana y árabe. Hoy, a casi 200 años de la batalla de Ayacucho, la gesta vive en la memoria colectiva, está más presente que nunca, y así como en el Sesquicentenario de la batalla su rememoración fue trascendente, creemos, que pasados los efectos de la pandemia que azota al mundo, y con el retorno a la presencialidad, el Bicentenario de la Batalla de Ayacucho será más grande que la celebración del Bicentenario de la Independencia Nacional, en el sentido de no existirán limitaciones para la congregación de grupos sociales. En Piura existe
una calle con el nombre de Ayacucho, de igual manera en Sullana, Tambogrande;
y aún la hemos visto en la ciudad de Córdoba, Argentina, donde también existe
un barrio con ese nombre. En Buenos Aires, me informa Patricia Riesco, hay un
partido con el nombre de Ayacucho, cuya capital es la ciudad de Ayacucho; y
Néstor Gostanian me hizo saber que también existe una calle con ese nombre en
el barrio norte del centro de la Capital Argentina, mis buenos compañeros de
estudios en la Pontificia Universidad
Católica de Córdoba, ahora residentes en Buenos Aires, así me lo hicieron
saber. |
Cte pr Dr D CARLOS GUSTAVO LAVADO RUÍZ ROQUÉ LASCANO
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