Estas líneas sólo
pretenden compartir algunas reflexiones surgidas de la relectura de un libro
escrito en 1870; nada menos que hace más de 150 años.
En el capítulo 55
de la obra de Lucio V. Mansilla “Una excursión a los indios ranqueles” el autor
nos relata lo ocurrido en una importante y disputada junta (reunión) de once
horas que, con el fin de firmar un acuerdo de paz, mantuvo ese día con los caciques
ranquelinos Mariano Rosas y Baigorrita en presencia de sus pueblos.
Volviendo a los
toldos del primero, donde pasaría la noche, Mansilla reflexiona sobre la
experiencia vivida y, en particular, sobre el comportamiento de ambos caciques.
“ Mariano Rosas y
Baigorrita, como jefes de partido, tenían todo preparado, la votación segura;
pero antes de imponer su voluntad habían lisonjeado las preocupaciones
populares. ¿No es esto lo que vemos todos los días? La
paz y la guerra ¿no se resuelven así?
¿El pueblo no
tolera todo –hasta que se juegue su destino- con tal que se le deje gritar un
poco?
¿No hace
presidentes, gobernadores, diputados, en nombre de ciertas ideas, de ciertas
tendencias, de cierta aspiraciones y las camarillas no hacen después lo que
quieren y las muchedumbres callan?
¿No pretende que
lo gobierne la justicia y no lo gobierna eternamente esa inicua inmoralidad que
los políticos sin conciencia llaman la razón de estado?
¿Pasa otra cosa en
el mundo civilizado? ”
Hoy,
lamentablemente, podríamos agregar: ¡No hay nada nuevo bajo el sol!
La naturaleza de
la actividad política, a pesar de ser esencialmente noble y necesaria, conlleva
una lucha por el poder que muchas veces ha generado, genera y probablemente
seguirá generando conductas reñidas con la ética más estricta y las intenciones
más nobles. ¿Estamos condenados entonces a gobiernos demagógicos, hipócritas,
autoritarios o corruptos? ¡De ninguna manera!
Para ello debemos
reconstruir el orden político sobre tres pilares fundamentales: una clara
división de poderes, una sabia legislación y, sobre todo, una justicia
independiente que, sin doblegarse ante los poderosos de turno, vele por el fiel
cumplimiento de las normas que regulan nuestra convivencia social sin
privilegios de ninguna especie.
Sin duda alguna
este ordenamiento no será fácil y llevará varias generaciones de esfuerzos
continuados. Su instrumento: LA EDUCACIÓN.
Justamente la
excursión de Mansilla se realizó durante la presidencia de Sarmiento quien se
propuso alcanzar un objetivo fundamental: EDUCAR AL SOBERANO.
El objetivo
mantiene su vigencia en el discurso de todos los candidatos sin distinción de
color político pero, ya en el poder, ha sido dejado de lado por casi todos los
gobiernos. Las urgencias inmediatas y las luchas por alcanzar o mantener
espacios de poder han prevalecido en la política argentina. El presente
hipoteca nuestro futuro.
Sin embargo, los
problemas económicos, la inseguridad, la violencia, la corrupción y la
generalizada incapacidad dirigencial que tanto nos abruman tienen su origen
directo o indirecto en el déficit educativo de nuestra población. Me veo
tentado de parafrasear el Evangelio diciendo: Buscad la educación y todo lo
demás se os dará por añadidura.
El año próximo
tendremos una nueva oportunidad de corregir el rumbo. ¿Seremos capaces de
conformar y llevar al poder una fuerza política cohesionada integrada por
hombres y mujeres que, pensando en las siguientes generaciones y no en la
próxima elección, tengan la grandeza, la lucidez y el coraje para lograrlo?
Ortega y Gasset definía la nación como “ un proyecto sugestivo de vida en
común “ ¿Podremos encontrar los liderazgos políticos y sociales que se pongan
al frente de ese proyecto y conduzcan y den sentido a los sacrificios de una
larga transición en aras de un futuro mejor?
por Daniel R. Salazar
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