domingo, 18 de febrero de 2024

CÓMO CONQUISTARON ROMA LOS VISIGODOS? La historia detrás del saqueo que cambió el mundo. Soberana Compañía de Loyola SCL


 BENDICIÓN DEL XXX SUPERIOR GENERAL DE LA 
CURIA GENERALIZIA DELLA  COMPAGNIA DI GEZÚ


MIEMBRO DE LA ACADEMIA LATINOAMERICANA 
DE HISTORIA MILITAR


PRIMER OFICIAL DE COMUNICACIONES DE LA

GENDARMERÍA NACIONAL ARGENTINA 
DIPLOMADO EN DEFENSA NACIONAL 

Los Visigodos, una de las tribus germánicas más enigmáticas y fascinantes, jugaron un papel crucial en la configuración de la Europa medieval. Su historia es un viaje a través de conflictos, conquistas y la fusión de culturas, un tapiz tejido con hilos de guerra, diplomacia y misterio.

La historia de los Visigodos comienza en las estepas de lo que hoy es Ucrania, donde emergieron como una de las muchas tribus germánicas. 

Durante el declive del Imperio Romano, en el siglo III, comenzaron a moverse hacia el oeste, presionados por los Hunos, un pueblo nómada de feroces guerreros. 

Esta migración marcó el inicio de un período de agitación que alteraría para siempre el mapa de Europa.

En el siglo IV, los Visigodos, bajo el mando de líderes como Alarico, incursionaron en el territorio romano, una serie de campañas que culminaron en el saqueo de Roma en el año 410. 

Este evento, cargado de simbolismo, marcó el fin de una era y el comienzo de otra. Roma, el invicto corazón del mundo conocido, había caído ante una tribu bárbara. Sin embargo, este acto no fue solo de destrucción; fue también un acto de afirmación política y un mensaje a todo el mundo antiguo: los Visigodos habían llegado.

Tras el saqueo, los Visigodos continuaron su marcha hacia el sur y el oeste. Establecieron un reino en lo que ahora es el sur de Francia y luego se trasladaron a la Península Ibérica. Aquí, en el suelo que ahora ocupa España y Portugal, fundaron un reino que duraría casi trescientos años.

El reino visigodo en la Península Ibérica fue un período de grandes cambios y fusiones culturales. 

Los visigodos adoptaron gradualmente muchos aspectos de la cultura romana, incluyendo el cristianismo, aunque mantuvieron su propio idioma y leyes. 

La interacción entre los visigodos y los habitantes romanos y posteriormente hispanorromanos de la península llevó a una fascinante mezcla de tradiciones y costumbres.

Sin embargo, el reino visigodo no estuvo exento de conflictos internos y desafíos externos. Las luchas por el poder eran comunes, y la nobleza visigoda a menudo se encontraba enfrascada en rivalidades y guerras civiles. Estas divisiones internas eventualmente contribuirían a su caída.

El final del reino visigodo llegó con la invasión musulmana de la Península Ibérica en el año 711. 

En la crucial batalla de Guadalete, el rey visigodo Roderico fue derrotado, y con él cayó el último bastión de su reino. Los musulmanes avanzaron rápidamente, aprovechando la desunión entre los visigodos y la falta de un liderazgo fuerte.

La caída del reino visigodo no fue solo el final de un régimen, sino el comienzo de una nueva era en la historia de España y Europa. 

Dejaron un legado duradero, visible en la arquitectura, el arte y la ley. Aunque su reino se desvaneció, la influencia de los Visigodos perdura, un recordatorio de una época en la que guerreros bárbaros forjaron reinos y cambiaron el curso de la historia.

A.M.D.G

 GENERAL DE LA SOBERNA COMPAÑÍA DE LOYOLA
FUNDADOR DE LA ORDEN DE CABALLERÍA


San Ignacio de Loyola fue en un principio un valiente militar, pero terminó convirtiéndose en un religioso español e importante líder, dedicándose siempre a servir a Dios y ayudar al prójimo más necesitado, fundando la Compañía de Jesús y siendo reconocido por basar cada momento de su vida en la fe cristiana. Al igual que San Ignacio, que  el Capitán General del Reino de Chile Don Martín Oñez de Loyola, del Hermano Don Martín Ignacio de Loyola Obispo del Río de la Plata, y de del Monseñor Dr Benito Lascano y Castillo, Don Carlos Gustavo  Lavado Ruiz y Roqué Lascano Militar Argentino, desciende de Don Lope García de Lazcano, y de Doña Sancha Yañez de Loyola.



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Ad Majorem Dei Gloriam

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