sábado, 17 de octubre de 2009

"Feliz dia de las madres,Feliz dia de la familia"

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Va a comenzar la ronda, venid, los jazmineros
sobre el verde del prado riegan nieve olorosa,
hay una valla enorme de rosas y luceros
y una tórtola arrulla bajo la noche hermosa.
La luna ha desflecado su ropaje ligero
y está desnuda y casta sobre la cumbre rosa,
el mar está vestido de niño marinero
y es ingenua la brisa que besa temblorosa.

Va a comenzar la ronda, todos seremos niños,
soldaditos de plomo desfilarán callados,
y pasarán los sueños en celajes rosados.
Una fragancia antigua, como una nubecilla,
se alzará de las almas que habían olvidado,
ha de tener el aire sensación de capilla
cuando ya no se escuche la fuga del pecado.
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Venid todos sonrientes, un día fuimos buenos,
ha de estar en la fiesta Caperucita Roja,
no faltarán las hadas ni los gnomos risueños
ni la cuerda, ni el trompo, ni el misterio en las cosas.
Unamos el esfuerzo porque ocurra el milagro,
cada cual contribuya con su grano de oro,
no importa el sacrificio de ese granito amargo
si por toda la vida tenemos un tesoro.
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Va a comenzar la ronda cuando suenen las doce
se detendrá la luna sobre el cenit de nácar
redoblarán tambores, naufragarán las voces
que entonaban antiguas cantinelas de plata.
Y entonces, en el centro del jardín florecido
una estatua de mármol surgirá como un sueño,
mármol de la cantera más pura de la vida,
una madre, extasiada con un niño pequeño.
Suave el gesto infinito, por Dios, que nadie llore,
es ella la dulzura creciente del cariño,
ella nos da el más puro de todos los amores
y sólo en ella somos eternamente niños.
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¡Madre! ¡Madre! ¡Bendita la mujer que fue madre!
Dejaremos sin guardia la estatua bajo el arco
del cielo que la ampara, que aunque sea muy tarde
y sea rico el plinto, nadie osará tocarlo.
Yo pido este recuerdo de la niñez perdida,
que es el más afectivo de todos los recuerdos,
para que en él encuentre la que nos dio la vida
un consuelo en el arte del agradecimiento.

Esta noche seremos nuevamente sencillos,
cuando llegue el momento, nos faltará la voz,
pues al par que la estatua brillará con cariño
sobre todos nosotros la sonrisa de Dios.
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Jorge Federico Travieg
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