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La mirada de la
Iglesia en este día del comienzo de la Cuaresma está dirigida a
nuestro corazón y su relación con Dios, por eso en la oración inicial decíamos
que “comenzábamos un camino de conversión”. Lo que Dios quiere, su amor de
Padre quiere, es un corazón convertido: que demos un paso más en ese camino de
acercarnos a El, que es Padre, es toda ternura, es misericordia y es perdón.
Por eso antes del Evangelio el celebrante repitió la frase: “No endurezcan su
corazón sino que escuchen la voz del Señor”. Escuchar la voz de Dios para que
nuestro corazón deje la callosidad del pecado, la callosidad de no sentir las
cosas de Dios, ese modo de ser de un corazón suficiente que deja que todo
resbale… por eso se nos invita a sentir, a convertirnos.
Y convertirnos es ponernos en paz con Dios, reconciliarnos con
Dios. Pablo a los cristianos de Corinto les dice: “Les suplicamos en nombre de
Cristo. Por favor, déjense reconciliar con Dios”. ¿Pero cómo Padre? ¿No es que
nosotros tenemos que reconciliarnos con Dios? Ninguno de nosotros, por nuestras
propias fuerzas, puede reconciliarse con Dios; es Cristo el que vino a
reconciliarnos con Dios. El mismo Pablo lo va a decir: Cristo está en el mundo
reconciliando al mundo con Dios. Esa es su tarea! Es el pacificador, el que nos
vino a poner en paz con Dios.
Déjense reconciliar con Dios… eso es lo que nos dice la Iglesia hoy. Dejar que
Jesús vaya trabajando nuestro corazón para que nos reconciliemos con el Padre.
Y vivir reconciliados con Dios es vivir en paz con El; vivir reconciliados con
Dios es saborear la ternura paternal que El tiene; vivir reconciliados con Dios
es dejarnos hacer la fiesta que se dejó hacer ese hijo que había salido de la
casa de su padre para malgastar sus bienes, ese hijo que un día sintió la gracia
dentro de su corazón y dijo: “Me levantaré e iré a mi padre.”
Esa es la frase que hoy, quizás, podamos decir cada uno de
nosotros: Me levantaré como pueda, e iré a mi Padre. Todos los años vamos a
encontrar algo para dejarnos reconciliar con Dios, por eso este año hagamos el
poquito que podamos… Me levantaré e iré a mi padre. Entonces, cuando uno toma
esa decisión y se deja reconciliar con Dios, por medio de Jesús que es el único
que reconcilia, entonces está de fiesta, está de estreno, estrena un corazón
nuevo y eso es lo que deseo para todos ustedes y me lo deseo para mí también.
Que este primer día de Cuaresma nos animemos a estrenar un corazón nuevo. Que
Jesús lo vaya renovando pero que digamos: Me levantaré e iré a mi Padre;
estrenaré un corazón nuevo.Que así sea.
Buenos Aires, 13 de febrero de 2013
Miércoles de
Ceniza
Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.
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