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COLABORACIÓN DEL
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Lo hacemos todos los días y vemos
a millones de personas hacerlo. Al amanecer, antes del trabajo, al realizar la
primera venta, al mejorar de salud y hasta cuando los grandes atletas del mundo
lo hacen mirando al cielo. ¿Te acuerdas qué significa?
Como este gesto vuelve con
frecuencia en mi jornada, tengo el peligro de hacerlo sin prestarle la atención
que se merece. Sin embargo es precioso por su historia, por su significado y
por su poder.
Es la señal de mi fe; muestra
quién soy y lo que creo. Es el resumen del Credo. Es la señal de mi
agradecimiento. Tengo que hacer con amor y emoción este gesto que me recuerda
que Jesús ha muerto por mí. Es la señal de mi intención de obrar, no para la
tierra, sino para el Cielo. Al hacerla, y pronunciando estas misteriosas
palabras
"EN EL NOMBRE DEL PADRE Y
DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO"
me comprometo a obrar:
- en el nombre del Padre que me ha creado,
- en el nombre del Hijo que me ha redimido,
- en el nombre del Espíritu Santo que me santifica.
En una palabra: a actuar como
hijo o hija de Dios.
Este signo es la señal de la
consagración de toda mi persona.
- Al tocar mi frente: «rezo a Dios todos mis pensamientos.
- Al tocar mi pecho: consagro a Dios todos los sentimientos de mi corazón.
- Al tocar mi hombro izquierdo: le ofrezco todas mis penas y preocupaciones.
- Al tocar mi hombro derecho: le consagro mis acciones.
La señal de la Cruz es en sí misma fuente de
grandes gracias. Debo considerarla como la mejor preparación a la oración, pero
ya es en sí misma una oración, y de las más impresionantes. Es una bendición.
Si me emociona ser bendecido por
el Papa, por un obispo, ¡ cuánto más ser bendecido por el mismo Dios !.
Señor, concédeme la gracia de
hacer de mi señal de la cruz un "Heme aquí" motivador para la
oración, para la acción, para mi día entero; así como una poderosa llamada de
las bendiciones del cielo sobre mí.
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