El P. Arturo Sosa, Prepósito General de la Compañía de Jesús, ha
concedido una entrevista al diario El Mundo en la que se pronuncia, entre otros
temas, sobre la mujer en la Iglesia, el «matrimonio» homosexual y el diablo
como figura simbólica.
(El Mundo/InfoCatólica) El
P. Sosa, sj, aborda, entre otras cuestiones, el acceso de la mujer al
sacerdocio:
Un gran sector de la sociedad siente
que en el Vaticano se reacciona con demasiada lentitud a los cambios sociales.
¿Están las leyes de la Iglesia escritas en piedra?
La Iglesia lleva miles de años funcionando y cambiando las cosas. No hay
que simplificar su historia. La ley es un instrumento y siempre ha vivido del
debate. Se han tardado siglos en aceptar determinadas doctrinas, desde los
Evangelios hasta el credo. La Iglesia nunca ha sido una piedra, aunque a veces
sea vista así. Cuando terminó el Concilio Vaticano II, yo tenía 18 años y unas
ganas enormes de ver todos los cambios en 10 años. Ya han pasado 50 y aún
quedan muchas cosas por hacer. El debate ni ha parado ni parará.
Hablo de asuntos concretos como un
mayor protagonismo de la mujer en la institución, el reconocimiento de los
derechos de los homosexuales o el uso de anticonceptivos.
El papel de la mujer en la sociedad no ha sido fácil, las sociedades aún
son muy machistas. En el Evangelio la presencia de la mujer es muy clara...
Me refería a su acceso al sacerdocio.
Jesús no atendió a las normas comunes de la mujer de su época. Lo
acompañaron siempre mujeres. La Iglesia no ha existido sin ellas nunca. Para mí
son las grandes transmisoras de la fe. Llegará un momento en que su papel se
reconocerá más. La Iglesia del futuro tiene que tener una jerarquía distinta, con
unos ministerios distintos. Yo apelo a la creatividad femenina para que dentro
de 30 años tengamos comunidades cristianas con otra estructura. El Papa ya ha
abierto la puerta del diaconado creando una comisión. Después podrían abrirse
más puertas. El problema es si la Iglesia cambia y refleja una relación
distinta entre hombre y mujer.
Igualmente manifiesta su opinión sobre el «matrimonio homosexual»
¿Y en relación al matrimonio gay?
Una cosa es el pensamiento público y oficial y otro lo que sucede en las
comunidades. Una cosa es la homosexualidad y otra es mi compañero homosexual,
aquel que forma parte de mi familia, de mi entorno. En la vida religiosa hay
homosexuales y no son perseguidos, forman parte de la comunidad. El sacramento
[del matrimonio] es otro tema, una cosa es reconocer el estatuto civil para que
no haya discriminación y otra el aspecto teológico. Los sacramentos no nacen
así (chasquea los dedos).
Por último, en relación a la existencia del mal y de Satanás.
Para terminar quería preguntarle si
cree que el mal es un proceso de la psicología humana o proviene de una entidad
superior.
Desde mi punto de vista, el mal forma parte del misterio de la libertad.
Si el ser humano es libre, puede elegir entre el bien y el mal. Los cristianos
creemos que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto Dios es
libre, pero Dios siempre elige hacer el bien porque es todo bondad. Hemos hecho
figuras simbólicas, como el diablo, para expresar el mal. Los condicionamientos
sociales también representan esa figura, ya que hay gente que actúa así porque
está en un entorno donde es muy difícil hacer lo contrario.
Magisterio de la Iglesia sobre las cuestiones abordadas por el P. Arturo
Sosa, Prepósito General de la Compañía de Jesús
Sacerdocio femenino
Por tanto, con el fin de alejar toda
duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución
divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los
hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la
facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este
dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la
Iglesia.
(San Juan Pablo II, Papa, Carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis,4)
(San Juan Pablo II, Papa, Carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis,4)
Uniones homosexuales
La Iglesia enseña que el respeto
hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación
del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales.
El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión
matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer
legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría
no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para
la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen
al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender
tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad.
(Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reoconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, 11)
(Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reoconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, 11)
Y:
La homosexualidad designa las
relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual,
exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy
variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en
gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta
como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1,
10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son
intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl.
Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al
don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y
sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
(Catecismo de la Iglesia Católica, art 2357)
(Catecismo de la Iglesia Católica, art 2357)
Existencia del diablo
Detrás de la elección desobediente de
nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn
3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura
y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o
diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel
bueno, creado por Dios. Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura
creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali ("El diablo y los otros
demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se
hicieron a sí mismos malos") (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS, 800).
(Catecismo de la Iglesia Católica, 391)
(Catecismo de la Iglesia Católica, 391)
Y:
El mal no es solamente una
deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y
perversor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa. Se sale del cuadro de la
enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer su existencia; o
bien quien hace de ella un principio que existe por sí y que no tiene, como
cualquier otra criatura, su origen en Dios; o bien la explica como una
pseudorrealidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas
de nuestras desgracias.
(Catequesis del Beato Pablo VI, Papa, en la audiencia general del miércoles 15 de noviembre de 1972)
(Catequesis del Beato Pablo VI, Papa, en la audiencia general del miércoles 15 de noviembre de 1972)
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