martes, 13 de junio de 2017

SOBERANA COMPAÑÍA DE LOYOLA. El trabajo que no educa y refuerza la pobreza. En el marco del Día Mundial Contra el Trabajo Infantil, los gremios alertan por el impacto en la escolarización.



La inspección al horno ladrillero llegó de imprevisto, como debe ser. No los esperaban y la mujer sentó a sus hijos alrededor suyo. Era una familia oriunda de Bolivia, los nenes no pasaban de los siete años y de las rodillas para abajo estaban tapados con un poncho. Después de resistir la negativa de la madre y hablarles en su lengua originaria, uno de los inspectores logró ver que debajo del poncho ocultaban una cruel postal del trabajo infantil: los pies desnudos y llenos de barro evidenciaban que los nenes habían estado trabajando en la fabricación de ladrillos. La escena tuvo lugar hace poco un horno ladrillero de la localidad santafesina de Recreo y permite ponerle rostro a la naturalización de que los chicos trabajen junto a los adultos. “Esos chicos que están ocho o diez horas en esos lugares después no están en la escuela”, señalan desde el Sindicato de Ladrilleros. La Ctera, por su parte, advierte que los mayores niveles de trabajo infantil se siguen dando en el campo, pero que el que más cuesta detectar es el de los chicos que realizan tareas domésticas. 

El 12 de junio es el Día Mundial contra el Trabajo Infantil.


El trabajo infantil en las ladrilleras, uno de los sectores que presentan esta problemática
A mediados de mayo la ciudad de Santa Fe fue sede del lanzamiento de una campaña por la erradicación del trabajo infantil impulsada por la Unión Obrera Ladrillera de la República Argentina (Uolra), en consonancia con una movida del sindicato a nivel nacional. “Nuestra preocupación es a raíz de que tenemos mucho trabajo infantil en las ladrilleras”, admite Ramón Romero, delegado normalizador en Santa Fe de la Uolra.
El dirigente santafesino alerta que la campaña no fue lanzada a modo “simbólico”, sino que decidieron encararla porque han detectado muchos casos de trabajo infantil en esta actividad productiva.
¿Con qué situaciones se han encontrado?
—Algunas deplorables. Gente trabajando y viviendo en condiciones inhumanas. Un colchón tirado en el piso en una pieza donde trabaja la madre, el padre, el chico o la chica. Donde los chicos terminan ayudando a apilar los ladrillos. O algunos que son más grandecitos tirando de una carretilla que pesa como una tonelada. Por eso para nosotros hay cosas que no se pueden pasar por alto.



Un estudio cualitativo realizado por el Ministerio de Trabajo provincial da cuenta que “la fabricación artesanal de ladrillos con presencia de población infantil se realiza bajo la modalidad de emprendimiento familiar de uno o varios hogares asociados”, donde según algunos relatos recabados, los niños realizan estas tareas en contraturno a la escolaridad obligatoria. Y describe que entre otras labores, los chicos ayudan en la carga y descarga de la leña para los hornos, preparan la mezcla para elaborar los ladrillos o directamente se encargan de acomodar los ladrillos en las “canchas”.
Reconquista, Avellaneda, Esperanza, Monte Vera y Recreo son algunas de las localidades que menciona el dirigente gremial donde han encontrado chicos explotados laboralmente. Destaca ante estos casos el compromiso por parte del Ministerio de Trabajo provincial para dar respuestas a las familias, ya sea mediante becas o la compra de útiles y bicicletas. La provincia cuenta también con más de 30 Centros de Cuidado Infantil en distintas localidades “para prevenir el trabajo infantil doméstico y/o peligroso y las peores formas de trabajo adolescente, en ámbitos urbanos y rurales”, tal como describe el sitio oficial del gobierno santafesino. Santa Fe tiene además una Comisión Provincial para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (Copreti), conformada por organismos del Estado provincial y municipal, gremios, empresas y cámaras de empleadores; y ONGs.
De todas maneras, Romero advierte que en muchos casos falta un mayor compromiso de las comunas, tanto para erradicar el trabajo infantil como el empleo precario en el sector. “En los lugares donde llegamos como gremio las personas trabajan ocho horas, pero donde no hemos llegado trabajan hasta doce horas. Hasta que no les rindan a ellos no dejan de trabajar y el patrón los explota. A veces llegás a las ocho de la noche, como nos ha tocado ver en algunos hornos, y los chicos están ayudando a los padres a apilar los ladrillos. Y esos chicos a veces no están yendo a la escuela”.


El campo sigue siendo uno de los sectores que registra altos niveles de trabajo infantil.

Aprendizaje y negocio

Romero apunta contra dos polos de esta problemática: por una lado, la naturalización del trabajo infantil en las familias. Y por el otro, el negocio millonario que privilegia los dividendos económicos por sobre la vida y la dignidad de las personas.
“En muchos lugares te dicen que está bien que el chico aprenda el trabajo. Yo trabajé cuando era chico y acompañaba a mi viejo. Y llegaba la hora de la escuela y mi viejo me decía: «Usted al colegio, porque usted no tiene que ser algodonero». Pero eso era en otras épocas, diferentes a las que estamos viviendo ahora. Hoy vivimos un ajuste económico tremendo por parte del gobierno nacional que perjudica mucho, porque vuelven los chicos otra vez a trabajar por la necesidad económica que tienen, porque sus padres no llegan a fin de mes”, lamenta el dirigente santafesino. Explica que en las ladrilleras se trabaja a destajo, donde en Santa Fe el cortador corta unos 1.500 ladrillos —en provincia de Buenos Aires esa cifra asciende a los cuatro mil ladrillos— y los trabajadores cobran por corte y afilado. De esta manera, y al igual que sucede con la cosecha de frutillas o arándanos en Santa Fe, el pago a destajo termina siendo un incentivo para que se involucren todos los miembros del hogar al trabajo. Chicos y grandes por igual. “Los ladrillos no caen del cielo, hay familias detrás de ellos”, señala el dirigente de la Uolra.
Pero a la naturalización también se enfrentan con los negocios. Recuerda que en una localidad del norte santafesino arribaron junto a inspectores del Ministerio de Trabajo a una ladrillera donde había denuncias de trabajo infantil, pero al llegar el patrón del emprendimiento directamente los quiso sacar a los escopetazos. Amenazas sin eufemismos. Dice que hace unas semanas se acercaron a la puerta de su casa y directamente le exigieron que se deje de “romper las pelotas” con el trabajo infantil y con los hornos de ladrillos. “Hay muchos negocios en este rubro. Por eso decimos que es un negocio milenario, millonario y con trabajadores postergados y pobres”, sostiene.
Según datos de 2016 del Fondo para la Infancia de Naciones Unidas (Unicef), en el mundo hay más de 150 millones de niños que trabajan. El Barómetro de la Deuda Social de la UCA alerta por su parte que para 2015 eran un millón de niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años que realizan actividades laborales en la Argentina.

El trabajo infantil en las ciudades es uno de los más visibles, con niños y niñas pidiendo dinero en las calles. Foto: Ángel Amaya / La Capital

Oportunidades

“Trabajo infantil: la única oportunidad es la escuela” es el nombre del material realizado por la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera), para alertar sobre esta problemática. Allí aclaran: “Se entiende por trabajo infantil a toda actividad económica y/o estrategia de supervivencia, remunerada o no, realizada por niñas y niños, por debajo de la edad mínima de admisión al empleo o trabajo, que no han finalizado la escolaridad obligatoria o que no han cumplido los 18 años si se trata de trabajo peligroso”.
El material —que año a año el gremio docente actualiza con nuevos aportes— destaca la importancia de “garantizar la educación como respuesta adecuada para erradicar el trabajo infantil”. Viviana Doval, quien es una de las referentes de Ctera en la temática, advierte que pese a todos los avances y mayores niveles de concientización social, “nunca se termina de hacer campaña para visibilizar y sensibilizar el tema”. En uno de sus párrafos, el documento de Ctera afirma que “una sociedad con trabajo infantil refuerza y multiplica la pobreza”.
Por tratarse de una problemática compleja, Doval propone abordarlo de forma integral, entendiendo el entramado social que se teje detrás del niño o adolescente que trabaja. Y aclara: “Si bien tenemos una legislación fantástica que hasta lo considera delito, no se puede solo denunciar que un chico está trabajando sin darle una solución integral a su familia”.
A la hora de describir los sectores más problemáticos, admite que el sector rural es donde detectan más casos de trabajo infantil. “Si bien —explica— cuando hay políticas de tinte neoliberal también en las ciudades van apareciendo más casos, sigue siendo el campo donde hay más”. Agrega que “mientras exista el pago a destajo es muy difícil sacar a los chicos de la situación de trabajo o de estar con sus padres en el lugar donde se trabaja, porque algunos viven ahí”.
Doval alerta también sobre los peligros de naturalizar el trabajo de niños, niñas y adolescentes bajo el concepto de que de esa forma van “aprendiendo el oficio de sus padres”. Al respecto, sostiene que es una línea muy delgada entre las pautas culturales y el trabajo infantil en sí: “Una cosa es aprendizaje que ocasionalmente un chico lo haga para ir aprendiendo el oficio. Y otra es que todos los días se tenga que levantar a las 4 de la mañana para largar los animales, ir a la escuela y a la vuelta hacer otras tareas”.
Pero si el más visible es el trabajo en actividades como las cosechas en el campo o los chicos que piden monedas en las esquina de las ciudades, para la representante de Ctera el más invisibilizado es quizás el empleo de niños en tareas domésticas. “Podés tener fiscalización para el trabajo infantil en todas las áreas, pero no podés ingresar a una casa a ver si el chico trabaja o no. Ahí volvemos al hilo tan delgado entre el aprendizaje y el trabajo. Porque no está mal que el chico colabore, haga la cama y ponga la mesa. Pero otra cosa es que haga todos los trabajos domésticos, que quede al cuidado de sus hermanitos y por eso no tener tiempo para ir a la escuela”, apunta Doval.
Precisamente en uno de los apartados del material de Ctera se abordan las consecuencias del trabajo infantil en el trayecto escolar de los niños y niñas. Que van desde el ausentismo y el bajo rendimiento al abandono de la escuela. En el texto de Ctera se destaca que solo uno de cuatro chicos y adolescentes que trabajan terminan la escuela obligatoria a término (ver infografía).
Doval agrega que en el caso del empleo doméstico, las más golpeadas por el trabajo infantil son las nenas y adolescentes, que se quedan en la casa para cocinar, cuidar a sus hermanitos, lavar y cumplir tareas que a la larga las obligan a dejar la escuela o evidenciar una merma en su rendimiento. El documento de Ctera alerta que “el trabajo infantil es causa de pobreza, ya que los niños que trabajan y abandonan la escuela seguirán siendo pobres”.

Derechos de la infancia

La Argentina cuenta con una serie de leyes que protegen los derechos de los niños, niñas y adolescentes, y que garantizan la prevención y erradicación del trabajo infantil.
Entre ellas, la ley nacional Nº 26.390 sobre la prohibición del trabajo infantil y protección del trabajo adolescente (junio de 2008). La norma eleva la edad mínima de admisión al empleo a los 16 años. Asimismo, la ley de contrato de trabajo amplía la protección respecto del trabajo adolescente basándose en los postulados de la protección integral de los derechos de los niños, niñas y adolescentes. En el artículo 189 bis refiere a la empresa de familia, donde los mayores de 14 años y menores de 16 podrán ser ocupados en empresas cuyo titular sea su padre, madre o tutor, pero no más de tres horas diarias y quince semanales, siempre que no se trate de tareas peligrosas o insalubres y cumpla con la asistencia escolar.

Más normativas

Por su parte, la ley Nº 26.727 que regula el trabajo agrario prohíbe el empleo de personas menores de 16 años en todas sus formas, exista o no relación laboral.
Asimismo, las personas desde los 16 a los 18 años pueden celebrar contratos de trabajo con autorización de sus padres, responsables o tutores. El empleador que contrate a un adolescente deberá exigir un certificado médico extendido por un servicio de salud pública que acredite su aptitud para el trabajo y un certificado de escolaridad, previsto en la ley 26.206 de educación nacional.


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