“Controla el petróleo y controlarás las naciones, controla los alimentos y controlarás sus pueblos” HENRY KISSINGER
Si tuviéramos que definir el concepto de nación, comprobaríamos que el mismo es amplio y generosamente abarcativo, involucrando entre otras, determinadas características meramente culturales, históricas, religiosas, idiomáticas, étnicas y consuetudinarias. Ciertas teorías suman también, la existencia de un determinado territorio, doctrina con la que no concuerdo, toda vez que han existido y existen naciones sin tierra, como los judíos que durante siglos carecieron de ella, mas no de identidad nacional; o los kurdos que aun hoy carecen de un espacio territorial propio.
Para ejercer el dominio real del territorio, garantizando la propia supervivencia nacional, es necesario que sus individuos se organicen en un estado, que si bien es una construcción de naturaleza inmaterial, su estructura se apuntala sobre las normas que rigen su funcionamiento. A su vez, una Nación-Estado debe ser soberana para poder existir como tal, interpretando la soberanía como la expresión de poder que no admite otro superior ni concurrente. Así podrá elaborar su andamiaje de normas jurídicas, emblocándolas en un plexo constitucional con vocación cimera.
En cuanto a los miembros de esa nación, estos se distinguen de otros por una identidad común, que por lo general es de características unívocas, y anterior a la conformación misma del Estado Nacional. Unificar la diversidad cultural de las regiones de una nación, es una tarea que lleva siglos, siendo muchas veces imposible cuando el territorio es tan vasto como el que nos tocó en suerte.
En las postrimerías del siglo XIX, la unificación nacional era un desafío para el gobierno del presidente Julio A. Roca, cuyo ministro de Guerra, Cnl Pablo Ricchieri, tenía la firme convicción de que se debía modernizar al Ejército, convirtiéndolo en una herramienta disuasoria de cualquier amague externo; y al implementar el Servicio Militar Obligatorio, en un elemento de comunión para los hijos de las distintas regiones y orígenes de esta nación.
En palabras de Ricchieri, el SMO estaba llamado a convertirse en "un poderoso instrumento de moralización pública...", toda vez que el objetivo principal no era que los jóvenes aprendieran sólo a manejar un arma y desfilar, sino que tuvieran una única identidad nacional. Mientras duró, tuvo una inmensa y nunca bien valorada función social, pues en una nación que quiera prosperar no debe haber analfabetos y sus hombres deben ser personas de bien, con una sólida formación moral.
Con esa filosofía, las FFAA, asistieron sanitariamente, educaron y formaron a millones de jóvenes argentinos, inculcándoles junto al amor por la Patria, valores éticos y morales; urbanidad y aseo, ya que muchos no conocían, por ejemplo, un cepillo de dientes. Les enseñaron un oficio, pero fundamentalmente y sin ser su razón esencial, ayudó generaciones enteras de argentinos a comprender cabalmente el significado de ser ciudadano y de ser iguales ante la LEY, que si bien da derechos, también impone obligaciones.
Se elaboraron padrones militares, diferentes de los manejados por los caudillos de entonces -hoy punteros- influyendo así en la limpieza de los comicios, coadyuvando a la sanción de la Ley Sáenz Peña de 1912.
”…es necesario que el servicio militar se haga obligatorio de verdad para que todas las clases sociales estén representadas (…) y aquellos que por distintas causas estarían no aptos por vigor físico y capacidad intelectual (...) pasarán a trabajar en proyectos sociales en cualquier punto del país..." Esta afirmación no corresponde a ningún nostálgico militar argentino, ni a la Ley Ricchieri, sino al Ministro de Asuntos Estratégicos del Presidente Lula da Silva, el filósofo Roberto Mangabeira Unger. Es decir que mientras Brasil, consciente del potencial económico del Cono Sur, amplia su presupuesto de defensa y el servicio militar obligatorio dentro del Plan Estratégico de Defensa, Argentina elimina el SMO, desarma sus FFAA, denigra a sus hombres y encarcela a sus veteranos soldados sin sustento legal alguno durante años. Incluso los franceses, tan afectos a decirnos lo que tenemos que hacer en materia de DDHH, se oponen a suprimir el SMO, porque lo consideran un Factor Fundamental de la Sociedad. Nosotros, en lugar de prestigiar y modernizar las FFAA como Alemania, Brasil, Chile, Israel o Suiza, las suprimimos poco a poco y dejamos a la Nación indefensa ante los conflictos sociales que indefectiblemente sobrevendrán, provocados por la globalización, los pésimos gobiernos de terroristas fracasados y los rencores que siembran. En este contexto, los multimedios de comunicación con sus tinéllicas programaciones y sus multinacionales anunciantes, destruyen lo que queda de la identidad cultural argentina. Un triste ocaso.
Cuando Menem, en aras de obtener algún espurio y fugaz rédito, derogó la Ley 17.531/57 de Servicio Militar, lo que estaba haciendo en realidad era asestar el golpe de gracia a las FFAA, iniciando la cuenta regresiva del proceso de metástasis social que iniciara Alfonsín. Aquello que no pudieron concretar con más de 20 mil atentados los Firmenich, Abal Medina, Arrostito, Santucho, Vaca Narvaja, Quieto, Mena, Gorriarán, Osatinsky, Rodolfo Walsh, y tantos otros, el imbécil lo resolvió de un plumazo. Evidentemente, es impecable el trabajo del perro gramsciano que maneja los hilos de las marionetas gobernantes desde la oscuridad del CELS. Sigue siendo el mejor soldado de la Fundación.
Nosotros no somos ya la Nación que, en defensa de su territorio irredento, se enfrentara a los británicos en 1982, quienes además de contar con el apoyo tecnológico estadounidense, tuvieron la invalorable información suministrada por nuestros "hermanos" chilenos.
Lejos en el tiempo quedó aquella Argentina promisoria, oída y respetada a nivel mundial, que en 1902 llegara a interponerse a las prácticas intervencionistas de Gran Bretaña, Alemania e Italia en la región merced al alegato, luego convertido en doctrina, del canciller Luis M. Drago, que ante el incumplimiento yanqui de la Doctrina Monroe –América para los americanos- reclamara que ninguna potencia extranjera puede utilizar la fuerza contra una nación a los fines de hacer efectivo el cobro de una deuda, dando a las potencias una cátedra de Derecho Público Internacional que aun hoy está vigente.
Nosotros no somos ya la Nación que, en defensa de su territorio irredento, se enfrentara a los británicos en 1982, quienes además de contar con el apoyo tecnológico estadounidense, tuvieron la invalorable información suministrada por nuestros "hermanos" chilenos.
Lejos en el tiempo quedó aquella Argentina promisoria, oída y respetada a nivel mundial, que en 1902 llegara a interponerse a las prácticas intervencionistas de Gran Bretaña, Alemania e Italia en la región merced al alegato, luego convertido en doctrina, del canciller Luis M. Drago, que ante el incumplimiento yanqui de la Doctrina Monroe –América para los americanos- reclamara que ninguna potencia extranjera puede utilizar la fuerza contra una nación a los fines de hacer efectivo el cobro de una deuda, dando a las potencias una cátedra de Derecho Público Internacional que aun hoy está vigente.
En la Argentina del siglo XXI, un alto porcentaje de los niños que asisten a la escolaridad básica, provienen de familias carenciadas cuyos padres ven en la escuela una posibilidad de que sus hijos coman lo que ellos no pueden darles. Porque nuestra absoluta ausencia de moral ha logrado que en un país exportador de alimentos, haya desnutrición y desocupación. Casi la quinta parte de ellos son hijos de familias cuyos jefes y jefas JAMAS trabajaron, merced al clientelismo populista que en lugar de fomentar la creación de fuentes laborales, comunicación vial y producción, dilapida la contribución de los que trabajan; forjando desde aquella legendaria Caja PAN hasta nuestros días una generación de parásitos sociales.
Si por unos instantes pusiéramos los pies sobre la tierra, caeríamos en la cuenta de que Argentina está aislada del Mundo, carece de confianza y no hay nación o entidad monetaria alguna que le otorgue un crédito. En épocas en que la economía mundial plantea la necesidad de otro new deal, pero a nivel planetario, nosotros morosos por cultura, quedaremos fuera. Ahora bien, cuando no haya más ollas para raspar ni fondos para repartir, ¿qué harán para sobrevivir aquellos que nunca hicieron nada? Y sus hijos, acostumbrados a que el pródigo Estado les dé de comer, ¿Qué harán para conseguir sus alimentos? La droga que destruye sus mal alimentadas neuronas se comercializa impúdicamente y financia sucias campañas de nuestra dirigencia política. ¿Cuál será la contraprestación exigirán a cambio sus mercaderes?
“¿Pueden imaginar una nación que no fuera capaz de producir alimentos suficientes para alimentar a su población? Sería una nación vulnerable, expuesta a presiones internacionales; por eso cuando hablamos de agricultura, en realidad hablamos de seguridad nacional”. Estas lúcidas palabras que trasuntan una genuina preocupación por la soberanía y la seguridad nacional, pertenecen al ex presidente y ex director de la CIA, George H. Bush, daddy.
Nuestros jóvenes, además, carecen de referentes y parámetros socioculturales, siendo la adicción a las drogas mayormente la escapatoria obligada para sus frustraciones. En tal sentido, no es por azar que afloren drogas “para pobres”, como el paco, de rápida acción adictiva, pero más letal que las otras. Ellos están hoy a la deriva. Y una nación que no nutre y forma a sus jóvenes adecuadamente, está destinada a extinguirse.
La argentina inerme y sin el espíritu de lucha que otrora la caracterizara, está hoy virtualmente a merced de cualquier potencia que pretenda apropiarse de sus riquezas naturales, las cuales “gozan de protección constitucional”. De hecho, grandes extensiones de estratégico territorio están ya en poder de grupos extranjeros, que explotan recursos tan elementales como el agua, hasta la industria minera, construyen pistas enormes de aterrizaje en la región patagónica, quizá con algún propósito ligado al mal custodiado Mar Argentino.
Los grandes consorcios mineros coinciden en que Argentina estará en muy poco tiempo más entre las cinco potencias mineras del siglo XXI. Y Londres, que ha desarrollado una eminente industria minera y tiene el mayor mercado de metales del mundo, ha tomado debida nota de ello, aunque esta vez, seguramente no enviará a Beresford. Paralelamente, las corporaciones económicas multinacionales como Rockefeller, JP Morgan, Oppenheimer, Guggenheim, Hirsch y Rothschild, se interesan por países como el nuestro. A su vez, los dos últimos grupos mencionados, Hirsch y Rothschild, están consustanciados con el Plan Andinia, proyecto secreto que pretende instalar en la Patagonia un nuevo Estado de Israel.
Las guerras como continuación armada de la política, tiene la finalidad de incrementar el poder político – económico de quienes las provocan. Clausewitz nos dice que las guerras modernas sólo se ganan cuando se logra quebrar la voluntad adversa del enemigo. En tal sentido, la acción psicológica anglo-americana siempre se ha desarrollado sobre la utilización de pequeñas guerras o guerras controladas. hacedoras de caos social, como en India, Birmania, África, Medio Oriente, Sudeste Asiático, Sudamérica, las guerras secesionistas en la ex Yugoslavia, etc. Los grupos Oppenheimer y Rothschild, fueron los responsables de la Guerra de los Boers, para quedarse con el monopolio del mercado de metales y piedras preciosas. También financiaron las guerras civiles de Sierra Leona, Costa de Marfil, Congo y Angola.
Oppenheimer es socio de Morgan en la multinacional minera Anglo American, que en Argentina tiene un pie importante en la Provincia de Santa Cruz, en la mina “Cerro Vanguardia”. La propiedad de esta mina es compartida por Anglo-American con Pérez Companc, y en un 8% con FoMiCruz (Fomento Minero de Santa Cruz), que a su vez es controlado por Miguel Ferro, hombre de Kirchner. Como dato aleatorio, baste con agregar que Sir Oppenheimer se enorgullece de ser un especialista en organizar movimientos insurgentes secesionistas en países del tercer mundo, contando para ello con la invalorable ayuda de dirigentes traidores, siempre fáciles de hallar cuando hay con que adornarlos.
El Nuevo Orden Mundial y su Globalización, los intereses multinacionales, los cipayos como HORACIO VERBITSKY, la ausencia de Justicia, la desidia de una sociedad que está enferma terminal, la corrupción que genera ignorancia, miseria, carencia de valores y mortalidad infantil, conducirán irremediablemente a la Argentina, y tal vez a la Región, hacia una Guerra Social. Como no existen divisiones tribales, religiosas o étnicas, los conflictos serán originados entre los marginados que sobreviven en la más cruel indigencia, y aquellos que tengan un poco más. Una Guerra de Pobres. Para provocar una Guerra Social, quebrando esa voluntad adversa que nos decía Clausewitz, será necesario que las grandes Corporaciones logren destruir en primer término, la identidad nacional, su cultura y educación. Que destruyan luego al Estado, su seguridad y se mine la confianza de la población en sus instituciones. Se deberá desmembrar sus instituciones armadas, defenestrándolas y se combatirá a los estratos sociales medios. La Clase Media es la que todavía moviliza a la economía nacional. Sus herramientas son la información, la instrucción y el trabajo, como único medio de progreso y bienestar.
Esa Clase Media es la que nutre a las Fuerzas Armadas y de Seguridad. Por lo tanto, es vital combatir a la clase media, para eliminar a las FFAA/FFSS, pues los hombres de armas son peligrosos para las corporaciones porque fueron formados para servir a su Patria y no a intereses particulares, ofrendando la vida de ser necesario, y son factores de oposición a las fuerzas del Mercado. Son adoctrinados dentro de la más férrea disciplina, forjadora de su natural Espíritu de Cuerpo. Son nacionalistas por naturaleza y vocación, y pueden como en el pasado, organizar grupos de ciudadanos, y hacer revoluciones. Son los únicos con capacidad de oponerse a las narco guerras que fomentan las corporaciones transnacionales con la intención de devastar a países, con pequeñas economías, para luego sojuzgarlos económicamente. ¿O acaso es casualidad que en esta parte del hemisferio los gobiernos militares hayan sido desplazados en favor de democracias de corte populista? Estas se erigen como paladines de los Derechos Humanos, los cuales son sistemáticamente violados con el hambre, las enfermedades, la falta de seguridad, de trabajo, de educación y vivienda digna.
Instituciones como el CELS, que debería ocuparse de los DDHH en Argentina, regula toda la política del gobierno, propiciando la degradación social de los uniformados y la subversión del orden moral, como paso previo al quiebre espiritual. Lo que no pudo lograr la Fundación Ford, fomentando la actividad de la guerrilla a través de “organizaciones humanitarias”, ahora lo intenta a través de la inseguridad que genera la delincuencia y el narcotráfico.
No es novedad que los cárteles de la droga, sean éstos mexicanos, colombianos, peruanos, etc, se han enseñoreado y controlan a la dirigencia política, ciertos jueces y funcionarios de seguridad. Tampoco es novedad que los narcos dirimen sus entripados a los tiros en plena vía pública, en nuestra vía pública. La novedad es que desconocemos hasta dónde llega la corrupción y podredumbre. Todo un dato: por primera vez tenemos en un solo Mega Ministerio controladas a las Fuerzas de Seguridad, a la PFA, y al Servicio Penitenciario Federal, es decir aquellas Fuerzas Federales responsables del contralor de las fronteras, de la seguridad interior, y de la custodia y guarda de aquellos que estén privados de su libertad, y de la ejecución de las sanciones penales privativas de libertad. Y dejamos TODO ese poder en manos de un oscuro tipejo que insiste en despenalizar la droga; y que siendo intendente de Quilmes, debió escaparse en el baúl de un vehículo oficial, prófugo de la Justicia. Entonces, ¿en quién confiamos?
A nadie escapa que, mal que nos pese, la palabra MERCOSUR, en poco tiempo más será más bien una fina ironía, y que el futuro de la humanidad esta en manos de grupos transnacionales, los cuales son tan poderosos que tienen la capacidad de generar y combatir mafias, promover la insurgencia y derrocar por igual gobiernos de derecha e izquierda; y que han tenido (y tienen) ejércitos privados, como en el pasado, la británica East India Trading Company. La Compañía, por cédula real, tenía permiso para reclutar ejércitos particulares, los cuales se distinguían porque usaban unas casacas rojas, que los popularizaron con el nombre de Redcoats. La East India llegó a ser tan poderosa que tenía su propia moneda, en sus propiedades, administraba justicia, utilizaba la fuerza militar, y tenía gran influencia en la economía de Inglaterra. Para ello, ni siquiera se privó de fomentar narcoguerras, como las del Opio contra China. Hoy asistimos a la propagación de las narcoguerras colombianas y mejicanas a todo el Continente, que de llegar a estas latitudes, nos destruirían, pues no tendríamos FFAA ni de Seguridad capaces de imponer el orden, cuidar de la población, y velar por la propiedad de los ciudadanos.
He pasado la mayor parte de mi vida en esta democracia ladriprogresista, viendo como en nuestra nación, que tiene un formidable potencial económico, más de 12 millones de personas carecen de los ingresos suficientes para cubrir sus necesidades más elementales; y donde la pobreza extrema, es decir el HAMBRE, afecta a más de 4.200.000 hombres, mujeres y niños. Y también he visto como mi Patria se pone de rodillas esperando el tiro en la nuca.
Deberíamos darnos cuenta de una vez que TODOS los integrantes de la dirigencia política están sospechados de inmorales, que eventualmente traicionarían a su nación una y mil veces, por alguna inmunda compensación. Es, por cierto, altamente factible que el kirchnerato termine pronto y mal, o muy mal. Deberíamos ya plantearnos qué clase de dirigentes queremos en Balcarce 50. Seamos lo suficientemente sensatos para advertir que sin HONESTIDAD, FIRMEZA Y MORAL, será imposible evitar que la Nación Argentina desaparezca de la faz de la Tierra. Y es tarea de quienes juramos honrar su Bandera, y defenderla hasta perder la vida, hacer algo más que protestar.
Si grupos transnacionales y potencias extranjeras tienen puesta desde siempre su atención en Argentina, y elucubran planes para conquistarla, no con ataques convencionales ni fomentando la actividad guerrillera, sino mediante el manejo financiero especulativo, y propiciando perversas condiciones para que sus habitantes se maten entre sí,… ¿no será que hay algo que estamos ignorando?