lunes, 22 de febrero de 2016

ADIÓS A UN TITÁN DE LA CULTURA.




El semiólogo, autor de medio centenar de ensayos sobre múltiples temas, impulsó el placer de la lectura a 30 millones de personas con ‘El nombre de la rosa’, murió el viernes en su casa en Milán.



Algo de lo que hoy poca gente se acordará: Umberto Eco fue el primero que publicó a Juaquíb Salvador Lavado "Quino" en Europa. 


Este es el prefacio de la primera edición italiana de "MAFALDA, LA CONTESTATARIA", un libro que recopilaba sus tiras, publicada en 1969. Aunque este prólogo no tenía firma, se sabía que lo había escrito Umberto Eco.


«Mafalda no es solamente un personaje de historieta más; es, sin duda, el personaje de los años setenta. Si para definirla se utilizó el adjetivo "contestataria", no es sólo para alinearla en la moda del anticonformismo. Mafalda es una verdadera heroína "rebelde", que rechaza el mundo tal cual es. Para entender a Mafalda es necesario establecer un paralelo con ese otro gran personaje cuya influencia, evidentemente, no le es ajena: Charlie Brown.Charlie Brown es norteamericano; Mafalda es sudamericana. Charlie Brown pertenece a un país próspero, a una sociedad opulenta a la que busca desesperadamente integrarse mendigando bienestar y solidaridad. Mafalda pertenece a un país lleno de contrastes sociales que, sin embargo, quiere integrarla y hacerla feliz. Pero Mafalda resiste y rechaza todas las tentativas. Charlie Brown vive en un universo infantil del que, en sentido estricto, los adultos están excluidos (aunque los chicos aspiren a comportarse como adultos). Mafalda vive en una relación dialéctica continúa con el mundo adulto que ella no estima ni respeta, al cual se opone, ridiculiza y repudia, reivindicando su derecho de continuar siendo una nena que no se quiere incorporar al universo adulto de los padres. Charlie Brown seguramente leyó a los "revisionistas" de Freud y busca una armonía perdida; Mafalda probablemente leyó al Che.

En verdad, Mafalda tiene ideas confusas en materia política. No consigue entender lo que sucede en Vietnam, no sabe por qué existen pobres, desconfía del Estado pero tiene recelo de los chinos. Mafalda tiene, en cambio, una única certeza: no está satisfecha.

A su alrededor, una pequeña corte de personajes más "unidimensionales": Manolito, el chico plenamente integrado a un capitalismo de barrio, absolutamente convencido de que el valor esencial el mundo es el dinero; Felipe, el soñador tranquilo; Susanita que se desespera por ser mamá, perdida en sueños pequeño burgueses. Y después, los padres de Mafalda, resignados, que aceptan una rutina diaria (recurriendo a su paliativo "Nervocalm") vencidos por el tremendo destino que hizo de ellos los guardianes de la Contestataria.

El universo de Mafalda no es sólo el de una América latina urbana y desarrollada: es también, de modo general y en muchos aspectos, un universo latino, y eso la vuelve más comprensible que muchos personajes de las historietas norteamericanas. En fin, Mafalda, en todas las situaciones, es una "heroína de nuestro tiempo", algo que no parece una calificación exagerada para el pequeño de personaje de papel y tinta que Quino (Juaquin Salvador Lavado) propone.

Nadie niega que las historietas (cuando alcanzan cierto nivel de calidad) asumen una función cuestionadora de las costumbres. Y Mafalda refleja las tendencia de una juventud inquieta que asume aquí la forma paradojal de disidencia infantil, de esquemas psicológicos de reacción a los medios de comunicación de masas, de urticaria moral provocada por la lógica de la Guerra Fría, de asma intelectual causada por el Hongo atómico.

Ya que nuestros hijos van a convertirse -por mérito nuestro- en otras tantas Mafaldas, será prudente que la tratemos con el respeto que merece un personaje real.»



domingo, 21 de febrero de 2016

La “mala guerra”, el sangriento choque de picas. Posted on 20 febrero, 2016 by Orden de Batalla.




Durante la época tardo Medieval y comienzos de la Moderna, entre los años 1400 y 1500, hubo un renacimiento en la utilización de la pica como arma en grandes formaciones. Si bien los cuerpos de soldados-ciudadanos en Italia o Flandes ya la empleaban (en conjunción con la alabarda y la ballesta), este tipo de arma tuvo un nuevo amanecer gracias a las victorias de los suizos.

Pero fue el éxito suizo en la batalla de Arbedo de 1422 contra los milaneses, la génesis del cambio en sus tácticas militares. Los forzó a reconsiderar la efectividad de la alabarda y propició un aumento en el uso de piqueros en los contingentes cantonales. Esta decisión fue el anuncio de un gran período de supremacía de los suizos en el campo de batalla, pues la introducción de la pica como la principal arma de Infantería revolucionará la práctica y el pensamiento militar de los siguientes años.
Piqueros suizos (A. García Pinto)
Piqueros suizos (A. García Pinto)
A partir de ese momento la Caballería perdía gradualmente protagonismo frente a la Infantería. Y es que, con el empleo de la pica como arma en el cuadro de Infantería, la Caballería comienza a perder protagonismo en el campo de batalla. Ahora los infantes no son los simples peones en el campo de batalla. Un cuadro de infantes armado con picas podía resistir los embates de la caballería enemiga.
Infantes rematan a un gendarme francés caído
Infantes rematan a un gendarme francés caído
No se debería visualizar los cuadros de piqueros como una fuerza estática, defensiva. No eran simplemente “fortalezas de infantes”. La lucha “al estilo suizo” que se hizo tan propia del Renacimiento consistía en una forma de guerra muy agresiva y móvil. Los piqueros cargaban sobre el enemigo como si fuera una “aplanadora imparable”, que ni la caballería pesada podía vencer. Para contrarrestar esta fuerza arrolladora se incorporaron tropas como los ballesteros, en diferentes proporciones, y luego comenzaron a proliferar las armas de fuego.
Piqueros suizos
Una aplanadora imparable
Las guerras italianas del siglo XVI fueron las que introdujeron esa nueva concepción de la guerra en Europa. Una nueva era estaba comenzando. El uso de los caballeros de origen noble, pesadamente armados, languidecía en el campo de batalla. La Infantería volvía a ser la reina de las batallas. Los Lansquenetes alemanes, primero y los Tercios españoles después, fueron los que perfeccionaron este tipo de combate, venciendo a los suizos en la península itálica y comenzando así un período de esplendor militar para España.
Ya en 1497, dice la crónica acerca de una revista militar castellana:
“repartiéronse los peones en tres partes: el un tercio con lanzas, como las que los Alemanes los trayan, que se llamaron picas, el otro el nombre antiguo de escudados y el tercero de ballesteros y espingarderos…”.
Este nuevo tipo de guerra, de formaciones de infantes armados con picas, tenía una particularidad que la hacía diferente a lo que los campos de batalla habían visto hasta el momento. Todos los códigos caballerescos desaparecieron.
Esto tuvo un efecto importantísimo, especialmente en Italia. En esta zona los combates eran muy móviles, casi unas escaramuzas de soldados engalanados, que rara vez resultaban en una carnicería. Los italianos, como siempre muy poéticos para todo, llamaban a este tipo de guerra “La Bella Guerra”. Pero la irrupción de los suizos y los franceses cambiaría todo. Las formaciones de Infantería de los primeros y la Artillería de campaña de los segundos, pondría todo patas para arriba. La era pintoresca de los Condotieros estaba amenazada.
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Los lansquenetes alemanes también dejaron una gran huella en el Renacimiento
Ahora la guerra era una “Mala Guerra”. Un infante de extracción humilde no tendría miramientos al momento de bajar del caballo a un noble, y tampoco tendría miramientos al momento de degollarlo en el campo, luego de despojarle de sus pertenencias. La Artillería destrozaba a las tropas y a la Caballería en el campo de batalla. A esto se le sumaría después las armas de fuego, y la Infantería combatía hasta el final, envueltos en barro y sangre.
Picas contra Caballería (G. Rava)
Picas contra Caballería (G. Rava)
Dentro de este tipo de “Mala Guerra”, una de estas particularidades era el choque de picas. Por lo general las picas eran muy efectivas contra la Caballería, pues se apoyaban contra el suelo en posición oblicua, como un erizo, y así formaban una muralla de picas impenetrable. Contra la Infantería, la doctrina de empleo de los cuadros de piqueros era la de tratar de romper las líneas enemigas a través de un choque potente y fuerte, que haga que el enemigo rompa sus formaciones y se retire del campo. Pero también acontecía que dos cuadros de infantes armados con picas también podían chocar, esta vez con las picas caladas en horizontal. Este choque casi siempre se saldaba con severas consecuencias para uno o ambos bandos.
La Mala Guerra, grabado de Hans Holbein el joven
La Mala Guerra, grabado de Hans Holbein el joven
Durante el combate, los cuadros opuestos de picas avanzaban uno contra otro, con sus picas alzadas horizontalmente a la altura del hombro, dispuestos atravesarse unos a otros.
El choque de picas ocurría cuando dos columnas opuestas de piqueros chocaban y quedaban trancadas en su posición, a lo largo de las picas intercaladas de uno y otro bando. Ambas formaciones harían presión una contra la otra, empujando con fuerza. Cada hombre presionaba contra el enemigo que tenía en frente, y la acción se transformaba en una combinación de choque, prueba de fuerza y combate cuerpo a cuerpo.
Algunos tipos especiales de soldados como los alabarderos (suboficiales), rodeleros o los doppelsöldner se utilizaban para romper el empuje del bando contrario en el choque.
Los doppelsöldner eran Los dollelsldnes eran los empleados por los lansquenetes alemanes y portaban una Zweihander, un larga espada de dos manos. Este mandoble de hasta 180 cm de largo, a veces tenía la hoja en curvas. Estos soldados de doble paga (de ahí su nombre) e imponente físico, trataban de meterse entre la maraña de picas, y romper las picas del enemigo, para que las tropas propias pudieran arrollarlos. Las enormes espadas podían romper las puntas de las picas o desviarlas a un lado para poder así golpear directamente al piquero.
En cuanto a los rodeleros, serían los mismos suizos que tendrían una amarga sorpresa al enfrentarse contra los españoles, como en Rávena (1512). Los rodeleros podían arrastrarse bajo las picas de los suizos, pues al tener sólo armaduras ligeras eran muy ágiles. Una vez dentro del cuadro atacaban a los piqueros, cortandoles las piernas, apuñalándolos en sus zonas bajas o degollandolos por detrás. Los piqueros estaban totalmente desprotegidos, trancados en el choque de picas (no podían ceder ni moverse sino todo el cuadro colapsaría), y el hecho de estar en formación cerrada impedía sus movimientos, por lo que eran presas fáciles.
La desaparición de los doppelsoldner y los rodeleros en el siglo XVII deja claro que las unidades de Infantería ya maniobraban por el fuego, y de los relatos de Nordlingen se puede extraer la conclusión de que cuando una formación enemiga era desbaratada por el fuego de los arcabuces, los piqueros abandonaban las picas para atacar con espadas.
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Un doppelsolner empleándose en un choque de picas, batalla de Pavía , 1525 (G. Turner)
A veces, algunos hombres cortaban el largo de sus picas para poder tener más maniobrabilidad, pero si quedaban enganchados con la formación enemiga esto podría tener consecuencias desastrosas, pues la formación de picas más largas tendrían más ventaja. El hecho de cortar las picas estaba terminantemente prohibido en los Tercios.
El choque continuaría hasta que una u otra de las formaciones opuestas cedía y colapsaba, lo que generaba usualmente enorme cantidad de bajas.
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Momento crítico, una de las formaciones está a punto de ceder y ser arrollada. El doppelsodner en el medio, poco puede hacer (G. Embleton)
Es por esto que, como se mencionó, los primeros combates con estas nuevas tácticas impactaron muchísimo en los cronistas italianos. Hasta ese momento, en la península itálica, la guerra no había sido tan impactantemente brutal como ahora. Si a esto le sumamos la aparición de la artillería en los campos de batalla, a fines del siglo XV, ahí podemos comprobar el porqué del nombre de la “mala guerra”. Muerte por doquier, cuerpos destrozados en el campo de batalla, o ensartados por las picas o destruidos por las armas de fuego. El clímax sería en la Guerra de los Treinta Años, donde zonas enteras de Europa quedarían despobladas.
Choque de picas en el siglo XVII, los tercios españoles contra franceses
Choque de picas en el siglo XVII: Honnecourt, los tercios españoles contra franceses
El choque de picas y su resultado demuestran lo extremadamente sangriento que se volvieron los campos de batalla. Con el paso del tiempo los comandantes y luego teóricos militares trataron de innovar para minimizar las bajas que causaban este sangriento choque. También implicó que las diferentes unidades (Infantería, Caballería y Artillería) se coordinen para maniobrar y contrarrestar los cuadros de picas del enemigo. Esto lleva a perfeccionar el concepto de armas combinadas.
Este tipo de combate subsistirá durante los siglos XVI y XVII, pero irá también evolucionando. Se puede decir que este nuevo tipo de combate fue el inicio de una verdadera revolución militar en Occidente. En los siguientes años la táctica se mantuvo más o menos igual, perfeccionándose. La diferencia sustancial entre una formación del 1500 contra una del 1600 es que el número de armas de fuego fue creciendo en las formaciones de Infantería. Pero hubo también cambios en tácticas, en el estudio de la estrategia militar como una ciencia. El Renacimiento no sólo dejó un amplio legado cultural, si no que también marcó un avance en lo militar para los siglos posteriores.
Al combate!
Al combate!
Pero como todo período tiene su final, los cambios que se fueron dando a fines del siglo XVII cambiarán nuevamente la forma de hacer la guerra en Europa. Las fuerzas nacionales, las mejoras en las armas de fuego portátiles y en las pesadas, la introducción de la bayoneta, y especialmente las nuevas tácticas, irán dando término a las formaciones de piqueros. La era de pica y mosquete morirá con el siglo XVII.
Fuentes:
  • Hall, Bert: Weapons and Warfare in Renaissance Europe: Gunpowder, Technology, and Tactics. Johns Hopkins University Press, 1997
  • Parker, Geoffrey: La revolución militar : innovación militar y apogeo de occidente, 1500-1800. Alianza Editorial, 2002
  • Maquivelo, Nicolás: Del arte de la guerra. Wikisource
  • Miller, Douglas, The Swiss at War 1300–1500. Osprey Publishing, 1979
  • Miller, Douglas, The Landsknechts. Osprey Publishing, 1976
  • Richards, John, Landsknecht Soldier 1486–1560. Osprey Publishing, 2002
Vídeos
La Batalla de Rocroi, 1643. Fragmento de la película Alatriste. Puede verse el combate de un cuadro de Infantería contra Caballería e Infantería, incluso el terrible “choque de picas”.
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viernes, 19 de febrero de 2016

20 de febrero de 1813.“Ni vencedores ni vencidos”. Por S.E. Cab Don Andrés Mendieta OCSSPSIL.





“Siempre se divierten los que están lejos de las balas y no ven la sangre de sus hermanos, ni oyen los clamores de los infelices heridos. También son esos que critican las determinaciones de los jefes. Por fortuna dan conmigo que me río de todo y hago lo que indica la razón, la justicia y la prudencia y no busco gloria, sino la unión de los americanos y la prosperidad de la Patria”.

Ruda repuesta del creador de la bandera nacional a quienes lo juzgaron por haber dispuesto que los restos de los muertos -patriotas como realistas- fueran enterrados en una misma fosa cobijados por la cruz de Cristo, donde podía leerse “a los vencedores y vencidos”.

Belgrano, después de su  triunfo en Tucumán y con la intención de oprimir al ejército vencido verificar -según Bernardo Frías-  que: “las tropas se hallaban impagas y las cajas del ejército estaban vacías” requirió un nuevo gesto de patriotismo a los vecinos  mediante un sacrificio monetario. Doña Isabel Aráozrefugiada en Tucumán junto a su esposo el teniente coronel de voluntarios de Salta Santiago Figueroa se quitó de un collar de perlas de desmedido valor como una ayuda para el ejército; actitud que fue imitada por Francisco de Gurruchaga, José de Moldes, Mariano Benítez, Bernabé Aráoz, Francisco Aráoz, Francisco Lezama y el gobernador tucumano Francisco Ugarte, entre otros, que entregaron  significativas suma de dinero, caballares y mulares.

Muchos sostienen que los colores azul y blanco de nuestra bandera fueron testigos y aliento de los héroes. Este emblema parecía haber sido creada por Belgrano inspirándose en los colores de la Virgen predilecta o los del cielo; “los que  irradian también la pureza del alma de la que la concibió”.

El 12 de enero de 1813 partió Belgrano desde Tucumán al mando de tres mil entre soldados y milicianos detrás el ejército dirigido por el vencido militar Juan Pío de Tristán y Moscoso, nacido en Arequipa (Perú), que Huía hacia Salta.

Este paladín de la nacionalidad, de firme convicción católica, al iniciar la marcha con el mayor entusiasmo destacó que: “de su disciplina y subordinación me prometo; Dios mediante, los resultados más favorables, y sobre todo del gran aprecio que hace de sus bayonetas, habiendo conocido la importancia de esta arma, y que a su presencia, los enemigos abandonarán el puesto”. Este plan concluía confirmando su fe en que echaría al hostil de las regiones que invadía.

Trasponer el río Pasaje fue muy arriesgado por el caudal colérico de agua que remolcaba pedrejones  y tupidos árboles, en ese caliente y lluvioso verano. Se innovaron puentes con pontones firmes sobre toneles untados con alquitrán.

El 13, después de un día de descanso, ante las exiguas disponibilidades para el pago a los efectivos se abonó  a unos cuantos cuatro pesos; a otros tres y hasta dos a otros tantos. El general Manuel Belgrano ordenó la formación sobre la ribera del Pasaje de los jefes, oficiales y soldados para prestar juramento de fidelidad a la Asamblea del Año XIII; acto presidido por la bandera celeste y blanca, lábaro que a partir de esos momentos ondeó al frente del Ejército del Norte.

Con respecto al símbolo izado el 27 de febrero de 1812 a orillas del Paraná el Triunvirato desautorizó a Belgrano y le ordenó que izara una bandera española. El mandato fue desoído o desconocido por Belgrano y la volvió enarbolar en Jujuy, celebrando el segundo aniversario del Movimiento de Mayo. Una vez más el gobierno de Buenos Aires amonestó al prócer ante visible rebeldía; jurando éste que “destruiría la bandera izada en Rosario  y que manifestaría a quienes por ella indagasen, que la retenía para izarla después de una gran victoria”.

En el acto del 13 de febrero Díaz Vélez tomó el pabellón y Belgrano, desenvainando su espada, expresó: “Éste será el escudo de la nueva divisa con que marcharán al combate los defensores de la Patria”. Formando una cruz con el asta de la bandera y su sable  fue besada por cado uno de los presentes. Después de un desfile Belgrano  con su espada talló en un árbol: “Río Juramento”, como aviso de este evento, 

La batalla del 20 de Febrero

Tristán  con el deseo  de obstruir cualquier intentona que Salta fuera ecobrada dispersó soldados armados por diferentes accesos a la ciudad, utilizando además la intuición de prácticos baquianos de la zona. Reza el refrán popular: “hasta al mejor pescador se le escapa la presa” no ser tomó en cuenta el enmarañado ingreso por la Quebrada de Castañares. Esto ocurrió en la lluviosa noche del 17.

La formación soportó en su avance por el desfiladero el agua de los afluentes y los derrumbes de los cerros. La senda plagada de  obstáculos fue vencida gracias al tesón y al empeño de los bravos militares.  A fuerza y pulmón lograron remolcar  las doce piezas de artillería y cincuenta carretas cargadas con municiones, alimentos, pertrechos y todos aquellos elementos para la gran campaña.

Sería injusto aquí olvidar aquel decidido personaje vinculado a una tradicional familia quien, por sus facciones,  era conocido: “Chocolate”. Estoy reseñando al capitán José Apolinario Saravia, ayudante de Manuel Belgrano, gran conocedor de la zona, quien condujo a las fuerzas pa­triotas por la abrupta quebrada hasta situarlas en Chachapoyas y des­pués en Castañares. Propietario de Castañares era don Pedro José Sara­via, padre del capitán que permitió a Belgrano ocupar una posición de privi­legio frente a las tropas realistas que avasallaron la ciudad.

         A su valerosa actuación antes y durante la batalla hay episodios que refrendan la lealtad de “Chocolate” Saravia. Valiéndose del color cobrizo de su piel y su rostro lampiño, como la mayoría de los indígenas, se disfrazó de leñatero vistiendo con calzón, hojotas y un sombrero rústico y viejo. Con este ropaje me colaba a la ciudad arriando una recua de burros carga­dos de leña, único combustible utilizado en aquellos tiem­pos. Con su voz ronca y desentonada ofrecía su mercancía a un precio sumamente alto con el propósito que nadie la com­prara. En su andar advertía los desplazamientos de los invasores.

         Una vez que había reunido la información regresaba al campamento de Belgrano donde el jefe patriota, utili­zando los datos producidos procesaba el plan para recuperar la ciudad.

Algo para recordar

         No existía calma en la ciudad. Los invasores en permanente movimiento. Tristán se alojaba en la casa de Costas (ex calle del Comercio), al lado del Cabildo; algunos oficiales en una vivienda ubicada de dos planta levantada a pocos metros del Tagarete de Tineo (hoy avenida Belgrano); otros junto a la tropa en los templos de San Francisco y de la Iglesia Matriz o en el Convento de los Mercedarios (20 de Febrero y Caseros –La Caridad Vieja y del Comercio). Los monárquicos dejaban pasar las horas recostados con las armas en mano al aguardo de una virtual acometida de los patriotas.

         En la noche del 19, antes de la batalla, en la casa de Hernández (hoy Museo de la Ciudad, Alvarado y la Florida -barranca del río Primero y de Las Angustias- se cumplió una reunión social a la que asistieron distinguidas damas y oficiales españoles ocasión que sirvió para tentarlos  a desertar ante un virtual combate;  huyendo por la casa de Juana Moro de López. Definida la lucha marcharon hacia las lomas de Medeiro, y allí, desleales, gauchos, peones y mujeres ataron a las colas de los caballos y al galopar levantaban tierra que hicieron temer que habían arribado refuerzos para las fuerzas de Belgrano. Una vez más, esta “picardía criolla”, obligaron a Pío Tristán cambiar permanentemente la estrategia de defensa de la ciudad conquistad.

La acometida fue muy dura. Se inició a las 11 de la mañana. Belgrano mostraba sufrir una fuerte dolencia y a pesar de la cual montó su caballo para dirigir a sus hombres. Díaz Vélez cayó entre los heridos por el fuego de fusilería. La fogosidad puesta de manifiesto por los patriotas poco a poco fue minando el espíritu de los enemigos. El suelo del monte, del campo, las calles y el centro de la ciudad, estaban bañadas de sangre americana. Americanos componían los dos ejércitos, además, los jefes de los mismos también eran americanos.

Belgrano le hizo llegar a Tristán el siguiente mensaje: “Se despedaza mi corazón al ver derramar tanta sangre americana; haga cesar inmediatamente el fuego en todos los puntos que ocupan sus tropas, como yo voy  a mandar que se haga en todos los que ocupen los míos”. A la mañana siguiente los españoles entregaron sus armas bajo juramento donde se condicionaba que desde el general en jefe hasta el último tambor   no volverían  tomar las armas contra las Provincias Unidas del Río de la Plata, en las que se comprendían Charcas, Potosí, Cochabamba y La Paz.

Como saldo de esta encarnizada lucha los relistas sufrieron la pérdida de 17 jefes y oficiales, tomados prisioneros en el campo de batalla; 481 muertos; 114 heridos y rendidos 2.666, incluso 5 oficiales generales y 93 entre teniente y capitán. Además los vencidos entregaron 10 piezas de artillería, 2.188 fusiles, 200 espadas, pistolas y carabinas, todo su parque, maestranza y demás pertrechos de guerra. Las bajas del Ejército del Norte alcanzaron a 113 muertos, 433 heridos y 42 contusos.

Desde estas páginas elevamos las plegarias al Señor y la Virgen de Milagro por las almas de los caídos, como así para que reine el amor y la paz en todo el mundo.


Ad Majorem Dei Gloriam

Ad Majorem Dei Gloriam
San Ignacio de Loyola

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