El semiólogo, autor de
medio centenar de ensayos sobre múltiples temas, impulsó el placer de la
lectura a 30 millones de personas con ‘El nombre de la rosa’, murió el viernes
en su casa en Milán.
Algo de
lo que hoy poca gente se acordará: Umberto Eco fue el primero que publicó a Juaquíb Salvador Lavado "Quino" en Europa.
Este es
el prefacio de la primera edición italiana de "MAFALDA, LA
CONTESTATARIA", un libro que recopilaba sus tiras, publicada en 1969.
Aunque este prólogo no tenía firma, se sabía que lo había escrito Umberto Eco.
«Mafalda
no es solamente un personaje de historieta más; es, sin duda, el personaje de
los años setenta. Si para definirla se utilizó el adjetivo
"contestataria", no es sólo para alinearla en la moda del
anticonformismo. Mafalda es una verdadera heroína "rebelde", que
rechaza el mundo tal cual es. Para entender a Mafalda es necesario establecer
un paralelo con ese otro gran personaje cuya influencia, evidentemente, no le
es ajena: Charlie Brown.Charlie Brown es norteamericano; Mafalda es
sudamericana. Charlie Brown pertenece a un país próspero, a una sociedad
opulenta a la que busca desesperadamente integrarse mendigando bienestar y
solidaridad. Mafalda pertenece a un país lleno de contrastes sociales que, sin
embargo, quiere integrarla y hacerla feliz. Pero Mafalda resiste y rechaza
todas las tentativas. Charlie Brown vive en un universo infantil del que, en
sentido estricto, los adultos están excluidos (aunque los chicos aspiren a
comportarse como adultos). Mafalda vive en una relación dialéctica continúa con
el mundo adulto que ella no estima ni respeta, al cual se opone, ridiculiza y
repudia, reivindicando su derecho de continuar siendo una nena que no se quiere
incorporar al universo adulto de los padres. Charlie Brown seguramente leyó a
los "revisionistas" de Freud y busca una armonía perdida; Mafalda
probablemente leyó al Che.
En
verdad, Mafalda tiene ideas confusas en materia política. No consigue entender
lo que sucede en Vietnam, no sabe por qué existen pobres, desconfía del Estado
pero tiene recelo de los chinos. Mafalda tiene, en cambio, una única certeza:
no está satisfecha.
A su
alrededor, una pequeña corte de personajes más "unidimensionales":
Manolito, el chico plenamente integrado a un capitalismo de barrio,
absolutamente convencido de que el valor esencial el mundo es el dinero;
Felipe, el soñador tranquilo; Susanita que se desespera por ser mamá, perdida
en sueños pequeño burgueses. Y después, los padres de Mafalda, resignados, que
aceptan una rutina diaria (recurriendo a su paliativo "Nervocalm")
vencidos por el tremendo destino que hizo de ellos los guardianes de la
Contestataria.
El
universo de Mafalda no es sólo el de una América latina urbana y desarrollada:
es también, de modo general y en muchos aspectos, un universo latino, y eso la
vuelve más comprensible que muchos personajes de las historietas
norteamericanas. En fin, Mafalda, en todas las situaciones, es una
"heroína de nuestro tiempo", algo que no parece una calificación exagerada
para el pequeño de personaje de papel y tinta que Quino (Juaquin Salvador Lavado) propone.
Nadie
niega que las historietas (cuando alcanzan cierto nivel de calidad) asumen una
función cuestionadora de las costumbres. Y Mafalda refleja las tendencia de una
juventud inquieta que asume aquí la forma paradojal de disidencia infantil, de
esquemas psicológicos de reacción a los medios de comunicación de masas, de
urticaria moral provocada por la lógica de la Guerra Fría, de asma intelectual
causada por el Hongo atómico.
Ya que nuestros
hijos van a convertirse -por mérito nuestro- en otras tantas Mafaldas, será
prudente que la tratemos con el respeto que merece un personaje real.»
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