Tal día como hoy, pero de 1584, el capitán Pedro Sarmiento establece la colonia de Rey Don Felipe en el Estrecho de Magallanes. El establecimiento de la colonia pretende serun aviso a los ingleses y holandeses que merodean por la zona con excesiva frecuencia.
Al navegante Pedro Sarmiento le tocó vivir la época cumbre del enfrentamiento entre el imperio español e Inglaterra. Hasta ese momento la cuestión había estado más o menos clara: el imperio español era el único capacitado para colonizar y explotar las nuevas tierras americanas. La amplitud de sus dominios y consiguientemente del número de pobladores así lo apuntaba mientras que las otras grandes potencias marítimas, Portugal y las ciudades estado de la península italiana bastante tenían con consolidar las rutas comerciales que tanto les había costado establecer: las africanas para los rusos y las mediterráneas para los italianos.
Pero había otra potencia que se había quedado fuera de la partida: Inglaterra. Los ingleses, sin tierras que colonizar, habían desistido de tal posibilidad, a la vista de los suculentos beneficios que les proporcionaba su institucionalizada piratería (barcos y expediciones eran sufragados por capital privado que muchas veces adoptaba la forma de sociedades mercantiles e incluso en ocasiones por la Corona), pero esto resultaba de todo punto insuficiente desde el punto de vista económico y además les supuso grandes problemas políticos. Por un lado se granjearon la enemistad de Felipe II, el monarca más poderoso de la tierra y por otro la piratería se volvió en su contra cuando a los piratas – cada vez más descarados – dejaron de serle suficientes los galeones españoles y decidieron robar a los barcos de la liga hanseática (países del norte de Europa) que era el único mercado que les quedaba. Su “apartheid” religioso y anticatólico tampoco les favoreció demasiado, aislándoles aún más de lo que ya “per se” tiene de aislado una isla. Les quedaron tan solo como aliados sus primos hermanos, secuaces y colegas de piratería holandeses, que si bien ostentaban un sentido mercantil bastante más acusado que el simple latrocinio británico, tenían el grave problema del dominio español de la zona, si bien ya tenían establecidas colonias comerciales en medio mundo. Esta alianza fue determinante para que los ingleses entendieran que sin participar en el comercio internacional y en la explotación de recursos ajenos no iban a ninguna parte, pero también supuso que los nuevos “comerciantes” ingleses fuesen los que hasta el día anterior no eran sino piratas y todos sabemos que es muy difícil cambiar de un día para otro. Así, los nuevos mercaderes/piratas británicos comenzaron a surcar los mares cambiando la bandera con las dos tibias y la calavera por la de la Cruz de San Jorge y consecuentemente a buscar nuevas tierras que explotar y/o comerciar o en las que ubicar bases de aprovisionamiento y en consecuencia a introducirse en territorio español
Uno de los lugares más codiciados fue el Pacífico: por un lado era el más corto para llegar a las islas de las especias y por otro siempre estaba la posibilidad de asaltar al galeón de Manila y recordar viejos tiempos. El problema radicaba en que para llegar a aquellas islas necesariamente tenías que tropezarte con algún español y el primer lugar en que te iba a ocurrir era en la parte más septentrional del continente americano: Resulta muy curioso a este respecto que el pirata Francis Drake navegara más al sur del Estrecho de Magallanes para cruzar al Pacífico y lo hiciera por un estrecho entre el Cabo de Hornos y las islas Sethland al que los ingleses llamaron "Pasaje de Drake”, a pesar de que está plenamente documentado que el barco San Lesmes de la expedición de García Jofre de Loaísa alcanzó la latitud de 55° Sur a fines de enero de 1526 al mando de Francisco de Hoces, después de que una tormenta los apartara de la boca oriental del estrecho de Magallanes. Ya se sabe, los ingleses y su teatral costumbre de descubrir lo que ya está descubierto. Los ingleses llaman al lugar Pasaje de Drake y los españoles Mar de Hoces en honor a su verdadero descubridor.
Pero Drake hizo algo más. Encontró en aquellas latitudes una isla con suficientes recursos de agua y comida para avituallar a su nave. Tomó posesión para su reina y la llamó Elisabeth Island. Era éste un primer paso que había que atajar de raíz, y aquí es donde aparece Pedro Sarmiento de Gamboa.
En marzo de 1579, Pedro Sarmiento de Gamboa fue nombrado jefe de una expedición que partió de El Callao por encargo del virrey del Perú, interesado en conocer el Estrecho, lo que acredita la importancia geoestratégica del lugar. Sarmiento navegó por el estrecho, reconoció y bautizó numerosos accidentes geográficos, tomo posesión de las costas de Tierra del Fuego y tras recibir los parabienes de Felipe II, volvió para fundar dos establecimientos: Nombre de Jesús, en la costa norte de la entrada oriental próximo al Cabo de las Once Mil Vírgenes y la ya citada colonia Rey Felipe.
PEDRO SARMIENTO
Se desconoce su lugar de nacimiento (quizás Alcalá de Henares), pero su presencia en el Nuevo Mundo se vincula al virreinato de Nueva España, y en concreto a la ciudad de Puebla de los Ángeles, alrededor de 1555. En esas fechas pasaría a América junto al franciscano Martín Sarmiento de Hojacastro, posteriormente obispo de Puebla-Tlaxcala. Algunos problemas con la justicia le hicieron huir hacia 1557 a Guatemala y, posteriormente, al Perú. En 1564 fue detenido en Lima por orden del alto tribunal y acusado de poseer anillos mágicos y otros conjuros como criado del conde de Nieva, virrey que murió asesinado en extrañas circunstancias en ese mismo año.
A partir de 1567 se abre el período más conocido de la vida de Sarmiento de Gamboa: en primer lugar su participación en el viaje a las islas Salomón, comandado por Álvaro de Mendaña, que volvió luego a Centroamérica (1567-1569). Más tarde aparecen sus múltiples vinculaciones con el virrey Francisco de Toledo, quien desempeñó una gran actividad como reorganizador de la vida indígena al someterla a las normas hispánicas y reprimiendo la rebelión de Tupac Amaru en 1572 o los ataques de los indios chiringuanos (1573-1574). En estos mismos años es cuando Sarmiento escribe su Historia de los Incas, que se enmarcaba dentro de un ambicioso proyecto de Historia General del Perú encargado por el propio virrey y que debía ir precedido de una descripción geográfica y continuado por una historia de los españoles.
El relato de su otra obra - Los viajes al estrecho de Magallanes emprendidos por el capitán Sarmiento de Gamboa - está impregnado de un profundo humanismo y salpicado de agudas observaciones. Estudioso de las matemáticas, la cosmografía, las lenguas clásicas y la historia, hombre interesado por la geografía y las costumbres de los lugares que recorría, soldado y marino, este audaz navegante fue requerido en 1579 por el virrey Francisco de Toledo para poner fin a las correrías de Drake en el Mar del Sur y para afianzar la presencia española en esas aguas. Nombrado gobernador y capitán general del Estrecho de Magallanes, preparó en 1581 una importante expedición con el doble objetivo de fijar definitivamente el paso desde el Pacífico al Atlántico y de implantar en la zona una serie de colonias permanentes. Los avatares de este segundo viaje, el trágico final de los colonos y el apresamiento de Sarmiento -por los navíos ingleses, primero, y por la Armada francesa, después- marcan los últimos años del navegante, que mantuvo viva, hasta el final, la preocupación por el Estrecho como objetivo prioritario de la Corona y el interés por la suerte de los colonos que allí quedaron.
Benito Pérez Galdós definió elocuentemente los avatares del capitán Sarmiento en el Estrecho:
“Este Sarmiento fue un héroe loco, un explorador animoso y exaltado hasta el delirio, que hizo creer a Felipe II en la conveniencia de establecer, en medio de todas las desolaciones de la Naturaleza, una colonia fortificada. La expedición, que al mando de otro loco llamado Flórez, envió el Rey con aquél fin aventurero y fantástico, acabó de la manera más desastrosa. Flórez y Sarmiento riñeron con escándalo y furia en las aguas y costas de América, disputándose la precedencia. Flórez se volvió a España. Sarmiento, más terco que la misma terquedad, se dirigió al estrecho con las cinco naves que le quedaban, y aplicó toda su insana testarudez a la fundación de la plaza colonial. Innumerables hombres, que eran sin duda los más intrépidos orates de la nación, perecieron allí. A muchos se los tragó el mar en las angosturas, o en los esteros fangosos de la costa sur; otros murieron en enconada lucha fraticida; a los que se obstinaron en cimentar la absurda colonia, los aniquiló la desesperación, y, por fin, el hambre dio cuenta de los últimos”
ESTABLECE LA PRIMERA COLONIA ESPAÑOLA EN EL
ESTRECHO DE MAGALLANES
Tal día como hoy, pero de 1584, el capitán Pedro Sarmiento establece la colonia de Rey Don Felipe en el Estrecho de Magallanes. El establecimiento de la colonia pretende serun aviso a los ingleses y holandeses que merodean por la zona con excesiva frecuencia.
Al navegante Pedro Sarmiento le tocó vivir la época cumbre del enfrentamiento entre el imperio español e Inglaterra. Hasta ese momento la cuestión había estado más o menos clara: el imperio español era el único capacitado para colonizar y explotar las nuevas tierras americanas. La amplitud de sus dominios y consiguientemente del número de pobladores así lo apuntaba mientras que las otras grandes potencias marítimas, Portugal y las ciudades estado de la península italiana bastante tenían con consolidar las rutas comerciales que tanto les había costado establecer: las africanas para los rusos y las mediterráneas para los italianos.
Pero había otra potencia que se había quedado fuera de la partida: Inglaterra. Los ingleses, sin tierras que colonizar, habían desistido de tal posibilidad, a la vista de los suculentos beneficios que les proporcionaba su institucionalizada piratería (barcos y expediciones eran sufragados por capital privado que muchas veces adoptaba la forma de sociedades mercantiles e incluso en ocasiones por la Corona), pero esto resultaba de todo punto insuficiente desde el punto de vista económico y además les supuso grandes problemas políticos. Por un lado se granjearon la enemistad de Felipe II, el monarca más poderoso de la tierra y por otro la piratería se volvió en su contra cuando a los piratas – cada vez más descarados – dejaron de serle suficientes los galeones españoles y decidieron robar a los barcos de la liga hanseática (países del norte de Europa) que era el único mercado que les quedaba. Su “apartheid” religioso y anticatólico tampoco les favoreció demasiado, aislándoles aún más de lo que ya “per se” tiene de aislado una isla. Les quedaron tan solo como aliados sus primos hermanos, secuaces y colegas de piratería holandeses, que si bien ostentaban un sentido mercantil bastante más acusado que el simple latrocinio británico, tenían el grave problema del dominio español de la zona, si bien ya tenían establecidas colonias comerciales en medio mundo. Esta alianza fue determinante para que los ingleses entendieran que sin participar en el comercio internacional y en la explotación de recursos ajenos no iban a ninguna parte, pero también supuso que los nuevos “comerciantes” ingleses fuesen los que hasta el día anterior no eran sino piratas y todos sabemos que es muy difícil cambiar de un día para otro. Así, los nuevos mercaderes/piratas británicos comenzaron a surcar los mares cambiando la bandera con las dos tibias y la calavera por la de la Cruz de San Jorge y consecuentemente a buscar nuevas tierras que explotar y/o comerciar o en las que ubicar bases de aprovisionamiento y en consecuencia a introducirse en territorio español
Uno de los lugares más codiciados fue el Pacífico: por un lado era el más corto para llegar a las islas de las especias y por otro siempre estaba la posibilidad de asaltar al galeón de Manila y recordar viejos tiempos. El problema radicaba en que para llegar a aquellas islas necesariamente tenías que tropezarte con algún español y el primer lugar en que te iba a ocurrir era en la parte más septentrional del continente americano: Resulta muy curioso a este respecto que el pirata Francis Drake navegara más al sur del Estrecho de Magallanes para cruzar al Pacífico y lo hiciera por un estrecho entre el Cabo de Hornos y las islas Sethland al que los ingleses llamaron "Pasaje de Drake”, a pesar de que está plenamente documentado que el barco San Lesmes de la expedición de García Jofre de Loaísa alcanzó la latitud de 55° Sur a fines de enero de 1526 al mando de Francisco de Hoces, después de que una tormenta los apartara de la boca oriental del estrecho de Magallanes. Ya se sabe, los ingleses y su teatral costumbre de descubrir lo que ya está descubierto. Los ingleses llaman al lugar Pasaje de Drake y los españoles Mar de Hoces en honor a su verdadero descubridor.
Pero Drake hizo algo más. Encontró en aquellas latitudes una isla con suficientes recursos de agua y comida para avituallar a su nave. Tomó posesión para su reina y la llamó Elisabeth Island. Era éste un primer paso que había que atajar de raíz, y aquí es donde aparece Pedro Sarmiento de Gamboa.
En marzo de 1579, Pedro Sarmiento de Gamboa fue nombrado jefe de una expedición que partió de El Callao por encargo del virrey del Perú, interesado en conocer el Estrecho, lo que acredita la importancia geoestratégica del lugar. Sarmiento navegó por el estrecho, reconoció y bautizó numerosos accidentes geográficos, tomo posesión de las costas de Tierra del Fuego y tras recibir los parabienes de Felipe II, volvió para fundar dos establecimientos: Nombre de Jesús, en la costa norte de la entrada oriental próximo al Cabo de las Once Mil Vírgenes y la ya citada colonia Rey Felipe.
Se desconoce su lugar de nacimiento (quizás Alcalá de Henares), pero su presencia en el Nuevo Mundo se vincula al virreinato de Nueva España, y en concreto a la ciudad de Puebla de los Ángeles, alrededor de 1555. En esas fechas pasaría a América junto al franciscano Martín Sarmiento de Hojacastro, posteriormente obispo de Puebla-Tlaxcala. Algunos problemas con la justicia le hicieron huir hacia 1557 a Guatemala y, posteriormente, al Perú. En 1564 fue detenido en Lima por orden del alto tribunal y acusado de poseer anillos mágicos y otros conjuros como criado del conde de Nieva, virrey que murió asesinado en extrañas circunstancias en ese mismo año.
A partir de 1567 se abre el período más conocido de la vida de Sarmiento de Gamboa: en primer lugar su participación en el viaje a las islas Salomón, comandado por Álvaro de Mendaña, que volvió luego a Centroamérica (1567-1569). Más tarde aparecen sus múltiples vinculaciones con el virrey Francisco de Toledo, quien desempeñó una gran actividad como reorganizador de la vida indígena al someterla a las normas hispánicas y reprimiendo la rebelión de Tupac Amaru en 1572 o los ataques de los indios chiringuanos (1573-1574). En estos mismos años es cuando Sarmiento escribe su Historia de los Incas, que se enmarcaba dentro de un ambicioso proyecto de Historia General del Perú encargado por el propio virrey y que debía ir precedido de una descripción geográfica y continuado por una historia de los españoles.
El relato de su otra obra - Los viajes al estrecho de Magallanes emprendidos por el capitán Sarmiento de Gamboa - está impregnado de un profundo humanismo y salpicado de agudas observaciones. Estudioso de las matemáticas, la cosmografía, las lenguas clásicas y la historia, hombre interesado por la geografía y las costumbres de los lugares que recorría, soldado y marino, este audaz navegante fue requerido en 1579 por el virrey Francisco de Toledo para poner fin a las correrías de Drake en el Mar del Sur y para afianzar la presencia española en esas aguas. Nombrado gobernador y capitán general del Estrecho de Magallanes, preparó en 1581 una importante expedición con el doble objetivo de fijar definitivamente el paso desde el Pacífico al Atlántico y de implantar en la zona una serie de colonias permanentes. Los avatares de este segundo viaje, el trágico final de los colonos y el apresamiento de Sarmiento -por los navíos ingleses, primero, y por la Armada francesa, después- marcan los últimos años del navegante, que mantuvo viva, hasta el final, la preocupación por el Estrecho como objetivo prioritario de la Corona y el interés por la suerte de los colonos que allí quedaron.
Benito Pérez Galdós definió elocuentemente los avatares del capitán Sarmiento en el Estrecho:
“Este Sarmiento fue un héroe loco, un explorador animoso y exaltado hasta el delirio, que hizo creer a Felipe II en la conveniencia de establecer, en medio de todas las desolaciones de la Naturaleza, una colonia fortificada. La expedición, que al mando de otro loco llamado Flórez, envió el Rey con aquél fin aventurero y fantástico, acabó de la manera más desastrosa. Flórez y Sarmiento riñeron con escándalo y furia en las aguas y costas de América, disputándose la precedencia. Flórez se volvió a España. Sarmiento, más terco que la misma terquedad, se dirigió al estrecho con las cinco naves que le quedaban, y aplicó toda su insana testarudez a la fundación de la plaza colonial. Innumerables hombres, que eran sin duda los más intrépidos orates de la nación, perecieron allí. A muchos se los tragó el mar en las angosturas, o en los esteros fangosos de la costa sur; otros murieron en enconada lucha fraticida; a los que se obstinaron en cimentar la absurda colonia, los aniquiló la desesperación, y, por fin, el hambre dio cuenta de los últimos”
Pero había otra potencia que se había quedado fuera de la partida: Inglaterra. Los ingleses, sin tierras que colonizar, habían desistido de tal posibilidad, a la vista de los suculentos beneficios que les proporcionaba su institucionalizada piratería (barcos y expediciones eran sufragados por capital privado que muchas veces adoptaba la forma de sociedades mercantiles e incluso en ocasiones por la Corona), pero esto resultaba de todo punto insuficiente desde el punto de vista económico y además les supuso grandes problemas políticos. Por un lado se granjearon la enemistad de Felipe II, el monarca más poderoso de la tierra y por otro la piratería se volvió en su contra cuando a los piratas – cada vez más descarados – dejaron de serle suficientes los galeones españoles y decidieron robar a los barcos de la liga hanseática (países del norte de Europa) que era el único mercado que les quedaba. Su “apartheid” religioso y anticatólico tampoco les favoreció demasiado, aislándoles aún más de lo que ya “per se” tiene de aislado una isla. Les quedaron tan solo como aliados sus primos hermanos, secuaces y colegas de piratería holandeses, que si bien ostentaban un sentido mercantil bastante más acusado que el simple latrocinio británico, tenían el grave problema del dominio español de la zona, si bien ya tenían establecidas colonias comerciales en medio mundo. Esta alianza fue determinante para que los ingleses entendieran que sin participar en el comercio internacional y en la explotación de recursos ajenos no iban a ninguna parte, pero también supuso que los nuevos “comerciantes” ingleses fuesen los que hasta el día anterior no eran sino piratas y todos sabemos que es muy difícil cambiar de un día para otro. Así, los nuevos mercaderes/piratas británicos comenzaron a surcar los mares cambiando la bandera con las dos tibias y la calavera por la de la Cruz de San Jorge y consecuentemente a buscar nuevas tierras que explotar y/o comerciar o en las que ubicar bases de aprovisionamiento y en consecuencia a introducirse en territorio español
Uno de los lugares más codiciados fue el Pacífico: por un lado era el más corto para llegar a las islas de las especias y por otro siempre estaba la posibilidad de asaltar al galeón de Manila y recordar viejos tiempos. El problema radicaba en que para llegar a aquellas islas necesariamente tenías que tropezarte con algún español y el primer lugar en que te iba a ocurrir era en la parte más septentrional del continente americano: Resulta muy curioso a este respecto que el pirata Francis Drake navegara más al sur del Estrecho de Magallanes para cruzar al Pacífico y lo hiciera por un estrecho entre el Cabo de Hornos y las islas Sethland al que los ingleses llamaron "Pasaje de Drake”, a pesar de que está plenamente documentado que el barco San Lesmes de la expedición de García Jofre de Loaísa alcanzó la latitud de 55° Sur a fines de enero de 1526 al mando de Francisco de Hoces, después de que una tormenta los apartara de la boca oriental del estrecho de Magallanes. Ya se sabe, los ingleses y su teatral costumbre de descubrir lo que ya está descubierto. Los ingleses llaman al lugar Pasaje de Drake y los españoles Mar de Hoces en honor a su verdadero descubridor.
Pero Drake hizo algo más. Encontró en aquellas latitudes una isla con suficientes recursos de agua y comida para avituallar a su nave. Tomó posesión para su reina y la llamó Elisabeth Island. Era éste un primer paso que había que atajar de raíz, y aquí es donde aparece Pedro Sarmiento de Gamboa.
En marzo de 1579, Pedro Sarmiento de Gamboa fue nombrado jefe de una expedición que partió de El Callao por encargo del virrey del Perú, interesado en conocer el Estrecho, lo que acredita la importancia geoestratégica del lugar. Sarmiento navegó por el estrecho, reconoció y bautizó numerosos accidentes geográficos, tomo posesión de las costas de Tierra del Fuego y tras recibir los parabienes de Felipe II, volvió para fundar dos establecimientos: Nombre de Jesús, en la costa norte de la entrada oriental próximo al Cabo de las Once Mil Vírgenes y la ya citada colonia Rey Felipe.
PEDRO SARMIENTO
Se desconoce su lugar de nacimiento (quizás Alcalá de Henares), pero su presencia en el Nuevo Mundo se vincula al virreinato de Nueva España, y en concreto a la ciudad de Puebla de los Ángeles, alrededor de 1555. En esas fechas pasaría a América junto al franciscano Martín Sarmiento de Hojacastro, posteriormente obispo de Puebla-Tlaxcala. Algunos problemas con la justicia le hicieron huir hacia 1557 a Guatemala y, posteriormente, al Perú. En 1564 fue detenido en Lima por orden del alto tribunal y acusado de poseer anillos mágicos y otros conjuros como criado del conde de Nieva, virrey que murió asesinado en extrañas circunstancias en ese mismo año.
A partir de 1567 se abre el período más conocido de la vida de Sarmiento de Gamboa: en primer lugar su participación en el viaje a las islas Salomón, comandado por Álvaro de Mendaña, que volvió luego a Centroamérica (1567-1569). Más tarde aparecen sus múltiples vinculaciones con el virrey Francisco de Toledo, quien desempeñó una gran actividad como reorganizador de la vida indígena al someterla a las normas hispánicas y reprimiendo la rebelión de Tupac Amaru en 1572 o los ataques de los indios chiringuanos (1573-1574). En estos mismos años es cuando Sarmiento escribe su Historia de los Incas, que se enmarcaba dentro de un ambicioso proyecto de Historia General del Perú encargado por el propio virrey y que debía ir precedido de una descripción geográfica y continuado por una historia de los españoles.
El relato de su otra obra - Los viajes al estrecho de Magallanes emprendidos por el capitán Sarmiento de Gamboa - está impregnado de un profundo humanismo y salpicado de agudas observaciones. Estudioso de las matemáticas, la cosmografía, las lenguas clásicas y la historia, hombre interesado por la geografía y las costumbres de los lugares que recorría, soldado y marino, este audaz navegante fue requerido en 1579 por el virrey Francisco de Toledo para poner fin a las correrías de Drake en el Mar del Sur y para afianzar la presencia española en esas aguas. Nombrado gobernador y capitán general del Estrecho de Magallanes, preparó en 1581 una importante expedición con el doble objetivo de fijar definitivamente el paso desde el Pacífico al Atlántico y de implantar en la zona una serie de colonias permanentes. Los avatares de este segundo viaje, el trágico final de los colonos y el apresamiento de Sarmiento -por los navíos ingleses, primero, y por la Armada francesa, después- marcan los últimos años del navegante, que mantuvo viva, hasta el final, la preocupación por el Estrecho como objetivo prioritario de la Corona y el interés por la suerte de los colonos que allí quedaron.
Benito Pérez Galdós definió elocuentemente los avatares del capitán Sarmiento en el Estrecho:
“Este Sarmiento fue un héroe loco, un explorador animoso y exaltado hasta el delirio, que hizo creer a Felipe II en la conveniencia de establecer, en medio de todas las desolaciones de la Naturaleza, una colonia fortificada. La expedición, que al mando de otro loco llamado Flórez, envió el Rey con aquél fin aventurero y fantástico, acabó de la manera más desastrosa. Flórez y Sarmiento riñeron con escándalo y furia en las aguas y costas de América, disputándose la precedencia. Flórez se volvió a España. Sarmiento, más terco que la misma terquedad, se dirigió al estrecho con las cinco naves que le quedaban, y aplicó toda su insana testarudez a la fundación de la plaza colonial. Innumerables hombres, que eran sin duda los más intrépidos orates de la nación, perecieron allí. A muchos se los tragó el mar en las angosturas, o en los esteros fangosos de la costa sur; otros murieron en enconada lucha fraticida; a los que se obstinaron en cimentar la absurda colonia, los aniquiló la desesperación, y, por fin, el hambre dio cuenta de los últimos”
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