


Apuntes sanmartinianos…
Repasando la obra del Grl. San
Martín, queda en evidencia que, acorde su integridad, no tenía elección: era el
amor por su tierra, por su gente, era aportar al gran sueño del momento.
Se lo recuerda con gratitud y con
enorme admiración. Y todos, en mayor o menor medida, disfrutamos de su legado.
Cuando nos emocionamos con el Himno o con la bandera, su nombre no está
ausente.
Como tantos, lo tengo presente desde
la infancia: comencé los estudios primarios en mi pueblo, Perito Moreno (Santa
Cruz), en la escuelita “Remedios Escalada de San Martín”, nombre que nos remite
al enorme costo de su entrega a la Patria.
San Martín, el militar, el
estratega, el visionario, el ejemplo y el eterno líder de nuestra Argentina nos
marcó para siempre.
El trascendental cruce de los
Andes pone ante nosotros su corazón, su sacrificio y su determinación
fundacional.
Luego, en el Maipo, con su catalejo observaba los movimientos del
enemigo, pero su pensamiento estaba en la libertad de América.
Releyendo sus “Máximas”,
dedicadas a su hija Mercedes, texto histórico y señero, accedemos a su perfil humano
preñado de amor filial.
Mariano Balcarce ha dicho que era un padre tierno y
virtuoso. Luego, en su vejez no privó a sus nietas de jugar con sus medallas.
Otra
muestra de su conformación humana, que se suma a su desinterés por el poder,
producto de una humildad notable.
Así, su vida estuvo signada por su
acción determinante y por sus condiciones personales.
Está lo histórico y está
lo esencial: sus valores lo señalan como una persona ejemplar.
Recuerdo que cuando estábamos en
Francia, invitado por el Embajador argentino, señor Archibaldo Lanús, junto al
Agregado Militar, un 17 de agosto tuve el privilegio de asistir al acto en su homenaje
en Boulogne Sur Mer.
Frente a su vistoso monumento, en un marco de respetuoso
silencio, una banda de música compuesta por franceses interpretó la Marsellesa,
el Himno Nacional Argentino y la “Marcha de San Lorenzo”.
Los argentinos éramos
una media docena. No sé los demás, pero en mi caso, solo pude cantar parte de
esas letras. La emoción pudo más.
Al otro día, conmovido por esa vivencia, me
comuniqué vía telefónica con el entonces Presidente del Instituto Nacional
Sanmartiniano, Gral. (R) VGM D Diego Soria, quien, entre otros interesantes
comentarios me recordó que la natural modestia de San Martín no le permitía
posar muchas veces para ser retratado, lo que años más tarde leí en “Pinacoteca
Sanmartiniana”, una obra que me obsequió el señor Jorge Cereseto,
Presidente de
la Asociación Cultural Sanmartiniana de Almirante Brown (Adrogué).
Es decir, dos
de los valores sobresalientes del Libertador fueron su modestia y su humildad.
Su
impronta está muy bien sintetizada en la obra “Renunciamientos del Capitán
General Don José de San Martín - A la gloria, al poder y a la riqueza” (1978), redactados
por la Comisión Nacional de Homenaje al Bicentenario de su nacimiento.
Esas actitudes, características
de su vida, se asocian a su recto sentido del deber y nos hablan de su
espíritu, basamentos esenciales de su obra integral, que lo convierten en referente
eterno que nos sirve, en tiempos turbulentos, para volver a las fuentes, en la
búsqueda de una guía para ayudar a reencauzar y modelar el espíritu nacional.
En el pasado, encumbrados
historiadores escribieron sobre él de manera brillante, con una objetividad no
exenta de admiración.
En su obra “El Santo de la
espada. Vida de San Martín”, Ricardo Rojas habla de una vida extraordinaria,
dividiendo su libro en 3 etapas: “La iniciación”, “La hazaña” y “Los
renunciamientos”.
En paralelo, también habla de
esas etapas vistas desde otra perspectiva al mencionar la juventud, la madurez
y la ancianidad del prócer (“Debo seguir el destino que me llama” dijo San
Martín en su momento).
Otra obra que me atrae es la monumental
“Historia de San Martín y de la emancipación americana”, escrita por el Gral.
Bartolomé Mitre.
Esas obras, coincidentes en su mensaje,
son producto de la gratitud y admiración que siempre despertó.
Formador de
soldados y ganador de batallas decisivas, fue un estratega singular que supo
ganarse el respeto de propios y extraños.
Solo la mezquindad y la pequeñez
no reconocen su enorme figura y los beneficios que trajo para la América del
Sur.
Su nombre es un incentivo para el espíritu y su legado un beneficio que
debemos cuidar con las armas que él utilizó: entrega, pasión, desinterés.
El no participar de luchas
internas también fue una enseñanza que el tiempo nos señala como parte de su
magnífico mensaje cívico.
Las polémicas de aldea no lo distrajeron de su
misión, y cuando hubo cumplido, prefirió el ostracismo y el silencio del
destierro, doloroso para nosotros que, como parte de nuestro amor por la
Patria, amamos a sus próceres y a sus héroes.
San Martín vive en nosotros.
Jamás olvidamos sus días triunfales que comienzan en San Lorenzo. Su obra fue
completa. Fue un hombre único.
Volviendo a lo personal, el señor
Raúl Contreras, quien en 2010 me invitó a integrar la Asociación Cultural
Sanmartiniana “Cruz del Sur” de Río Gallegos, hoy cuenta con mi amistad y
gratitud, porque ello me permitió recorrer las escuelitas de frontera de la
provincia, dando charlas a los pequeños alumnos y entregando libros sobre la
vida y obra del más grande prócer que dio nuestra tierra.
También siento especial gratitud por
Julita Guerriot, que me inspira con su amistad, generosidad y siempre me
alienta a seguir por esta senda.
Yendo a las vivencias recientes,
deseo agradecer al señor Teniente Coronel Diego Cejas, Doctor en Historia,
Maestro de Banda y actual Jefe del Servicio Histórico del Ejército Argentino,
por sus reiteradas invitaciones, llenas de afecto, para asistir a las
actividades que, en homenaje al Padre de la Patria, a veces le toca organizar,
lo que mucho me interesa y valoro.
Mucho agradezco también al señor Coronel
D Matías Jorge Mones Ruiz, actual Jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo
“Gral. San Martín”, unidad histórica y escolta presidencial, porque, como otros
Jefes, me recibe con afecto y una disposición particular, haciéndome sentir muy
cómodo.
Mi sentir es extensivo a los atentos Granaderos que lo acompañan en ese
ámbito tan particular.
Gracias a ellos he asistido a charlas sobre San Martín
en sus salones, y he recorrido las caballerizas viendo los caballos que nos
llenan la vista en cada desplazamiento público del Regimiento.
Habiendo estado en Francia, Chile
y Perú, he compartido momentos ligados a San Martín.
Siento que es un alto
honor para nuestra Patria y para el Ejército Argentino contar con un General de
la talla del Libertador, y en menor medida, con tan selecta e histórica Unidad
de caballería.
Como muestra de la admiración
global, San Martín tiene estatuas en las principales ciudades del mundo, merced
a sus hazañas y valores universales, vividos y llevados a su máxima expresión.
Siento que debemos gratitud a
Francia, que en Evry y en Boulogne Sur Mer, recibió y brindó hospitalidad al paladín,
expatriado voluntariamente a causa de sus convicciones.
Francia sería la tierra
de su primera tumba hasta su traslado a la Catedral Metropolitana de Buenos
Aires, donde hoy reposan sus restos, y a la cual muchos argentinos visitamos
periódicamente.
Cuando parece que todo ya está
divulgado, el sentimiento se renueva, y la razón nos impulsa a seguir
escribiendo. Sucede porque San Martín es un molde difícil de igualar.
Su
biografía es como el romance de un pasado glorioso que sirve a las presentes y futuras
generaciones.
Por mi parte creo que lo suyo no
fue una historia acotada a hechos increíbles para la época, sino a una vida
notable, entregada a los valores.
También pienso que el alcance
patriótico de su proeza y el apego a los valores, han superado las discusiones
vernáculas de siempre y su figura se eleva por sobre los nubarrones que suelen
empañar la vida nacional.
Sus hazañas y conducta son únicas
y adquieren la dimensión de una lección universal, ya que ese conjunto de
logros y virtudes no abundan en la historia, plagada de guerras y de disputas
de poder.
En nuestra Argentina, se sigue
escribiendo con pasión sobre su vida, ejemplo de ello, son, entre otros,
“Amanecer de un 3 de febrero”, “De la sorpresa a la gloria.
Historia de la
batalla de los Cerrillos del Maipo” y “El Aconcagua fue testigo”, del Profesor
Carlos Gigliotti, y “Repatriación de los restos del Gral. San Martin”, de
Martín Blanco y Roberto Colimodio.
En septiembre de 1846, el
ilustrado y célebre maestro sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento publicó su
libro “Vida de San Martín”, en cuyas páginas incluyó:
“No lejos de la margen del rio
Sena, vive olvidado don José de San Martín, el primero y el más noble de los
emigrados…
Hay en el corazón de este hombre una llaga profunda que él oculta a
las miradas extrañas…
He pasado con él momentos sublimes que quedarán grabados
en mi espíritu.
Solos, un día entero, tocándole con mañas ciertas cuerdas…
entonces, animándose la conversación, lo he visto transfigurarse”.
En síntesis, su solo nombre es un
aire fresco que debe impulsarnos hacia los valores y a través de estos, hacia
el crecimiento integral de nuestra Patria.
Qué mejor homenaje que ése para este
grande hombre que el Señor nos dio para toda la vida, y que la historia se ha
encargado de bautizar como “El Padre de la Patria”.
Con un gran abrazo para todos.
Jorge
Atilio Oliva Barros
Comandante
Principal (R)
Integrante
de la Asociación Cultural Sanmartiniana
“Cruz
del Sur” de Río Gallegos (estoy lejos, pero mi corazón sigue con ellos).
P/D. Les recomiendo el artículo “San Martín y Boulogne
Sur Mer”, cuyo autor es el General (R) Alejandro Alberto Díaz Bessone,
académico del Instituto Sanmartiniano, publicado en el diario “La Nación” el
pasado 15 de agosto.

Baden-Powell fue nombrado caballero en 1909 por el rey Eduardo VII. Más tarde, en 1929, fue nombrado barón por el rey Jorge V, convirtiéndose en Lord Baden-Powell. También fue nombrado jefe scout mundial en el primer Jamboree internacional de Boy Scouts en 1920.
San Ignacio Lazcano de Loyola fue en un principio un valiente militar, pero terminó convirtiéndose en un religioso español e importante líder, dedicándose siempre a servir a Dios y ayudar al prójimo más necesitado, fundando la Compañía de Jesús y siendo reconocido por basar cada momento de su vida en la fe cristiana. Al igual que San Ignacio, que el Capitán General del Reino de Chile Don Martín Oñez de Loyola, del Hermano Don Martín Ignacio de Loyola Obispo del Río de la Plata, y de del Monseñor Dr Benito Lascano y Castillo, Don Carlos Gustavo Lavado Ruiz y Roqué Lascano Militar Argentino, desciende de Don Lope García de Lazcano, y de Doña Sancha Yañez de Loyola.