jueves, 25 de febrero de 2010

La Patria Grande perdida: El Congreso de Tucumán y el proyecto del Rey Inca de Belgrano, San Martín y Güemes.


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Royal and Imperia House of the Sun
 “Tahuantinsuyu”
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El plan de los Generales: Belgrano, San martín y Güemes
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La propuesta de Belgrano era la propuesta estratégica de la Logia Lautaro luego de la derrota de Napoleón en Waterloo que dificultaba las opciones republicanas y salía al encuentro de la sublevación general de masas en armas que había encendido la Revolución Americana en el continente. La propuesta del Rey Inca encierra la idea de la nación continental que Mayo había alumbrado en el Plan Revolucionario de Moreno, que Castelli intentó con su marcha al Norte. Retomado luego por la Logia Lautaro en la Revolución de octubre de 1812 -San Martín, Guido, Manuel Moreno, Monteagudo- que depuso al contrarrevolucionario Primer Triunvirato. El Plan Continental es la piedra angular de la estrategia sanmartiniana y de su estrecha alianza con Belgrano, Güemes y O’ Higgins. El Plan se inscribe en el tono sudamericano de la Declaración de la Independencia que fue hecha a nombre de las ‘Provincias Unidas en Sud América’ 14 y no ‘del Río de la Plata’ como tergiversará el mitrismo. (El mismo Director Supremo, fue designado Director Supremo de las Provincias Unidas en Sud América. No sólo Pueyrredón, el corrupto Rondeau también sufrirá esa designación.15) El Plan de Belgrano, San Martín y Güemes está en perfecta sintonía con la Carta de Jamaica de Simón Bolívar de setiembre de 1815. No otro era el pensamiento que Miranda -preso en Cádiz- insistía en los mensajes a sus discípulos, en particular a su más querido O´Higgins, por entonces en Mendoza con el Libertador. El Precursor también insistía en la necesidad perentoria de declarar la independencia. En julio de 1816 el único territorio en América no reconquistado por España era el de la Provincias Unidas del Río de la Plata. Tucumán -lejos de Buenos Aires y más cerca del Cuzco- era el lugar donde en 1812 Belgrano había salvado la Revolución. Era lógico entonces que todo intento libertador Continental partiera de allí. Como hecho estratégico el plan del Rey Inca, permitía sublevar e incorporar a la revolución a las grandes masas del Perú y del Alto Perú -2.5 millones de personas versus el ‘desierto argentino’- demoliendo al poder español en su bastión peruano. También permitía incorporar a la nación artiguista que bajo la bandera de la federación y la república ocupaba ya la mitad del territorio de las Provincias Unidas. Por eso la Monarquía Inca propuesta era constitucional, con una cámara vitalicia de Caciques y otra de diputados electos. La propuesta del Rey Inca debía ser bien tomada por las masas indias guaraníes y charrúas que componían la mayoría de las tropas artiguistas y que estaban emparentadas desde tiempos inmemoriales con el Incario, cuya esencia solidaria habían revivido bajo los jesuitas en las misiones. La cuestión de Rey Inca resolvía también de un solo golpe el problema de todos los problemas que cargaría de manera insoluble la Revolución Americana: la distribución igualitaria y democrática de la tierra.
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Pese a la opinión de Anchorena y la feroz oposición de Sarratea y el partido británico -que sería el vencedor- la idea caló hondo en el terreno concreto donde se jugaba la Revolución: el Norte argentino y el Alto Perú. El 9 de julio, Belgrano ya reasumido como jefe del Ejército del Norte por expreso pedido de San Martín, presidió en San Miguel el acto popular de celebración de la declaración de la independencia y dejó muy en claro qué se jugaba allí y que su planteo nada tenía de ilusorio. ‘Un pueblo innumerable concurrió en estos días a las inmensas llanuras de San Miguel. Más de cinco mil milicianos de la provincia se presentaron a caballo armados de lanza, sable y algunos con fusiles, todos con las armas originarias del país, lazos y boleadoras.(..) Todo se desarrolló con un orden y una disciplina que no me esperaba. Después que el gobernador de la provincia dio por terminada la ceremonia, el general Belgrano tomó la palabra y arengó al pueblo con mucha vehemencia prometiéndole el establecimiento de un gran imperio en la América meridional, gobernado por los descendientes de (que todavía existen en el Cuzco) de la familia imperial de los incas. (..) Los indios están como electrizados con este nuevo proyecto y se juntan en grupos bajo la bandera del sol. Están armándose y se cree que pronto se formará un ejército en el alto Perú de Quito a Potosí, Lima y Cuzco. Doña Inés Azurduy y Padilla, una hermosa señora de ventiséis años, que manda un grupo de mil cuatrocientos indios en la comarca de Chuquisaca, ganó el mes pasado una victoria sobre los realistas, tomando una bandera y cuatrocientos prisioneros.’7
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El General Güemes a cargo de cuidar la frontera Norte, que soportó y venció nueve invasiones realistas, que estaba al mando por orden de San Martín pese a la oposición de Rondeau y los directoriales, fue más claro aún. El 6 de agosto de 1816 expidió una proclama a los pueblos del Perú para incitarlos a la rebelión: ‘No lo dudéis un instante, guerreros peruanos. Los pueblos están armados en masa y enérgicamente dispuestos a contener los ambiciosos amagos de la tiranía. Si estos son los sentimientos generales que nos animan, con cuanta más razón lo serán cuando restablecida la dinastía de los Incas, veamos sentado en el trono y antigua Corte al legítimo sucesor de la corona.’8 Juan Martín de Pueyrredón Director Supremo de las Provincias Unidas en Sud América a pesar de ya haber traicionado a Artigas y entregado la Banda Oriental a los portugueses, todavía en marzo de 1817 decía: ‘Yo deseo un soberano para nuestro Estado, pero lo quiero capaz de corresponder a la honra que recibió en mandarnos; es decir quiero alguno más grande que don Juan (rey de Portugal.AJL), y lo quiero para sólo nosotros.9 Para no dejar dudas respecto de la opinión del estado mayor de la revolución y la emancipación americana en ese glorioso año 1816, el General San Martín desde Cuyo -preparando el ejército libertador argentino-chileno- decía: ‘Yo le digo a Laprida lo admirable que me parece el plan de un Inca a la cabeza, las ventajas son geométricas, pero por la patria les suplico no nos metan en una regencia de personas (..) He visto el juicio que usted pasa al Cabildo sobre la dinastía de los Incas, todos los juiciosos entran en el tema(..) La masa general está por la afirmativa de las razones de usted.’10 Mostrando que la propuesta en principio fue bien vista por todos los delegados y que el General no tenía un pelo de tonto, el mismo Belgrano afirmaba: ‘Yo hablé, me exalté, lloré e hice llorar a todos al considerar la situación infeliz del país. Les hablé de monarquía constitucional con la representación de los incas: todos aceptaron la idea’ 11 No dejando dudas sobre su carácter de reparación indígena la declaración de la independencia de las Provincias Unidas en Sud América del 9 de julio de 1816 fue publicada simultáneamente en tres idiomas: Castellano, Quechua y Aymará. Hasta hubo una versión en la escritura jeroglífica de los pueblos de Tihuanako. 12
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La patria Grande Inca

El Plan pensaba en la gran nación americana, la Patria Grande. Dicha nación tenía como sustrato esencial y aglutinante de la americanidad, los 1000 años del Incario. Una nación organizada en base a un socialismo de estado con propiedad estatal de la tierra, el agua, las simientes, las herramientas, los recursos y los productos. Estado que se extendió durante esos mil años entre Panamá y Mendoza abarcando el grueso de Sud América y constituyendo la mayor cultura extendida por el continente y base real de la idea de una sola nación americana. Mucho más aun, si se considera que dicha cultura fue la más justa conocida hasta hoy en la humanidad. La única que sació el hambre de todos sus miembros, destinando su organización social para atender a los ancianos, los huérfanos, las viudas y los inválidos. La única basada en la solidaridad y la propiedad común que permitió el florecimiento de una cultura que desconocía el hambre y la necesidad, que distiribuía sus recursos entre todos sus habitantes en función de sus necesidades. Cultura infinitamente superior a la precapitalista y esclavista, -luego capitalista y esclavista- que trajeron los españoles, portugueses e ingleses a América, esclavizando y exterminando a las nueve décimas partes de la población originaria. El mayor genocidio que conoce la historia. El propio Karl Marx pese a las acusaciones de eurocentrista que muchas veces se le han enrostrado, en su mirada critica al capitalismo fue lapidario con el rol de la Europa cristiana respecto de América y el Tercer mundo. En el Capital escribió, hace ya más de un siglo, aquel genocidio fundante del capitalismo industrial europeo que caracterizó la dominación española. Fue, según Marx, una ‘cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento de la población aborigen en las minas.(..) Los actos de barbarie y desalmada crueldad cometidos por las razas que se llaman cristianas contra todas las religiones y todos los pueblos del orbe que pudieron subyugar, no encuentran precedentes en ninguna época de la historia universal ni en ninguna raza, por salvaje e inculta, por despiadada y cínica que ella sea’. 5
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Sobre los mil años del Incario y su extensión territorial continental construyeron nuestros próceres fundantes la idea de la gran nación americana. Una nación extendida desde México hasta el Cabo de Hornos, tal cual soñara Miranda. En particular una nación que abarcara casi toda Sud América con capital en el Cuzco, como planteó Belgrano en Tucumán. Porque la otra parte de la propuesta de Don Manuel que la tornaba insoportable para Buenos Aires, consistía en que dicha nación -que incluía las actuales Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, podían adherir también Venezuela y Colombia- tendría por capital a la ciudad sagrada de los Incas: el Cuzco. Casi la misma propuesta de Moreno en su Plan Revolucionario. La misma de Castelli antes de marchar a Lima y ser derrotado en Huaqui por la traición saavedrista. La que propondrá San Martín desde Lima en 1822, cuando envíe infructuosamente a Antonio Gutiérrez de La Fuente a negociar con Buenos Aires, luego de entrar victorioso en el Perú. La misma propuesta que hará Simón Bolívar cuando culmine la obra iniciada por Don José. Toda América sabe que fue Rivadavia -es decir el jefe del partido probritánico porteño; el Cavallo de entonces- quien saboteó a San Martín primero y a Bolívar después, impidiendo que la América española fuera una sola nación. Es hora que los argentinos lo sepamos y lo asumamos.
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Algo quedó sin embargo de tamaña epopeya y sueño tan maravilloso: el escudo nacional y nuestra bandera exhiben orgullosas -aunque lo desconozcan la mayoría de los argentinos y argentinas- el Sol de los Incas, el sol de Túpac Amaru, el sol de Manco Cápac.
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Tal vez todavía puedan ser ciertas las coplas escritas en las paredes de Oruro y de la Audiencia de Charcas, cuando la rebelión del Gran Túpac, nuestro padre fúndante, en 1780:

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