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En la Congregación XVII , intervino un joven
catequista de la diócesis de Roma llamado Tommaso Spinelli de tan sólo 23 años
e invitado como oyente a este Sínodo. La cuestión es que este joven inyectó un
poco de savia en la asamblea, cautivando a todos los presentes con un
testimonio atrevido, directo y sencillo que arrancó la ovación más grande del
Sínodo.
He
aquí sus palabras:
"Mi
reflexión quiere ser simplemente una ayuda para entender qué espera un joven
de la nueva evangelización.
Ustedes
sacerdotes (dirigiéndose a los obispos) han hablado sobre el papel de los
laicos, yo que soy laico, quiero hablar del papel de los sacerdotes.
(risas)
Nosotros
los jóvenes tenemos necesidad de guías fuertes, sólidos en su vocación y en su
identidad. Es de ustedes, sacerdotes, de quien nosotros aprendemos a ser
cristianos, y ahora que las familias están más desunidas, su papel es todavía
más importante para nosotros. Ustedes nos testimonian la fidelidad a una
vocación, nos enseñan la solidez en la vida y la posibilidad de elegir un modo
alternativo de vivir, siendo éste más bello que el que nos propone la sociedad actual.
Mi
experiencia testimonia que allí donde hay un
sacerdote apasionado la comunidad, en poco tiempo florece. La fe no ha perdido
atractivo, pero es necesario que existan personas que la muestren como una
elección seria, sensata y creíble.
Lo que
me preocupa es que estos modelos se han convertido en una minoría. El sacerdote ha
perdido confianza en la importancia de su propio ministerio, ha perdido carisma
y cultura. Veo sacerdotes que interpretan
"dedicarse a los jóvenes" con "travestirse de joven", o
peor aún, vivir el estilo de vida de los jóvenes. Y lo mismo en la liturgia,
que en el intento de hacerse originales se convierten en insignificantes.
Les
pido el coraje de ser ustedes mismos. No teman, porque
allí donde sean auténticamente sacerdotes, allí donde propongan sin miedo la
verdad de la fe, allí donde no tengan miedo de enseñarnos a rezar... nosotros
los jóvenes los seguiremos. Hacemos nuestras las palabras de Pedro:
"Señor, ¿a quién iremos? Solo Tú tienes palabras de vida eterna".
Nosotros tenemos hambre de lo eterno, de lo verdadero.
Por
tanto, propongo:
1) Aumentar la
formación, no sólo espiritual, sino también cultural, de los sacerdotes. Con demasiada
frecuencia vemos a sacerdotes que han perdido el papel de maestros de cultura
que les hacía importantes para toda la sociedad. Hoy, si queremos ser creíbles
y útiles, debemos volver a tener buenas herramientas culturales.
2) Redescubrir el
Catecismo de la
Iglesia Católica en su carácter conciliar: en concreto la
primera parte de cada sección, donde los documentos del Concilio iluminan los
temas tradicionales. De hecho, el Catecismo pone con sabiduría como premisa a
la explicación del Credo una parte inspirada en la Dei Verbum , en la que
se explica la visión personalista de la revelación; a los sacramentos, la Sacrosantum Concilium ,
y a los mandamientos, la
Lumen Gentium , que muestra al hombre creado a imagen de Dios.
La primera parte de cada sección del Catecismo es fundamental para que el
hombre de hoy sienta la fe como algo que le afecta de cerca y sea capaz de dar
respuestas a sus preguntas más profundas.
3) Por
último, la liturgia se olvida y se
desacraliza con demasiada frecuencia: hay que volver a ponerla con dignidad en
el centro de la comunidad parroquial.
Concluyo
con las palabras que dieron inicio al nacimiento de la Europa Medieval :
"Nosotros los queremos, den prueba de su santidad, del lenguaje correcto y
de su instrucción; de tal modo que cualquiera que vaya a ustedes se edifique
con su testimonio de vida y su sabiduría (...) y regrese alegre dando gracias
al Señor omnipotente." (De la carta Letteris Colendis de Carlo Magno al
monasterio de Fulda, año 780)
Gracias.
(Gran aplauso).
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