orden de los caballeros de
su santidad el papa
"san ignacio de loyola"
política internacional
Tal vez sea un piadoso acto de defensa propia
del alma pero no acuden a mi situaciones que arrojen lógica comprensión. Será
quizás la influencia de la emoción, sin embargo, no siento que encuentre nada
nuevo, razonable o racional, ¡Nada!.
Será por compasión,
rechazo al terror, tristeza o dolor, pero así las cosas. Nada nuevo. No hay
donde colocar en perspectiva los últimos acontecimientos en este Líbano acéfalo
y sin presidente desde varios meses por el propio boicot del parlamento.
¿Cómo es que no hay
nada nuevo? Si se vivió una guerra destructiva por los últimos 35 años. ¡Pero
no!, nada nuevo. Ni de un lado ni del otro.
Observando el
escenario político desde fuera, resulta agraviante percibir la sensación de
corderos que se da a los ciudadanos. Ellos solo tienen dos opciones, dos
distintos mataderos: El pro-sirio y el anti-sirio. Ambos garantizan la muerte
en un ciento por ciento para el Líbano, aun con distintos colores, diferentes
estilos y diversos profetas que interceden según sea su Dios. Pero no hay más
que fracaso en aquel inmisericordioso horizonte.
La mayoría de libaneses con los que hablo me dicen que están agradecidos de
tener, al menos una opción -a la que llaman democracia libanesa-.
Ellos desarrollan teorías fundadas en las conspiraciones que, con indisimulada
mitomanía, explican y desarrollan sobre la situación política según sea su
posición de cordero y el matadero que hayan elegido.
Es asombrosa la
capacidad de asignar responsabilidades sobre los crímenes políticos en el país.
Desde casi 40 años no ha habido una sola autocritica. Se otorga responsabilidad
por ellos a los norteamericanos, sirios, israelíes o iraníes; “como si los
propios libaneses no tuvieran responsabilidad alguna en estos hechos”.
Si usted habla con los seguidores de Hassan Nasrallah, usted escuchara
que la guerra de julio de 2006 con Israel, estaba planificada desde mucho
tiempo atrás por EE.UU. e Israel. Que solo esperaban una excusa para lanzarla
sobre Líbano. Seguramente Usted pensará ¿Pero por qué Nasrallah les dio la excusa?
Ellos le responderán: “No, no necesitaban una excusa”. Lo habrían hecho de
todos modos (¿?) Así de enquistada se encuentra la paranoia en el país. Todo
forma parte de una conspiración a gran escala por parte de EE.UU. e Israel. Así
de ridícula, simplista y penosa la comprensión de los hechos que efectúan estos
corderos que tienen muy claro el matadero elegido: Siria e Irán.
Si usted habla con
partidarios de Saad Hariri, escuchará que
Hezbollah está detrás de la decadencia política y la crisis actual para desviar
la atención del mundo respecto de la situación nuclear de Irán y para bloquear
el Tribunal Internacional que investiga -sin resultado alguno- hace más de 9 años, el asesinato de su padre, el ex PM Rafik Hariri, en el que estaría implicado el
régimen sirio. Muy claro también el matadero escogido por esta gente: Arabia Saudita y EE.UU.
Sin embargo, he aquí
que los libaneses -nosotros- dentro o fuera del país, los que tratamos de
“pensar” este escenario socio-político esquizofrénico más allá de la dicótoma
alienación de pro-sirios o anti-sirios de los dirigentes, están -estoy-
desamparados en lo que refiere a libertad y democracia real como ciudadanos
dentro del Líbano. Lo experimente en primera persona hace apenas tres años
cuando regrese, luego de veintitrés años fuera.
Como reflejo de mi
propia historia con la guerra del Líbano por un lado; como analista político
que propugna la política organizada -donde la vida en democracia y la
libertad de los ciudadanos sea prioritaria- por otro. Y en
última instancia como ciudadano común; rechazo las organizaciones armadas y
milicias de todos los sectores que combatieron en esa guerra (1975-1990), que
hoy, a casi 40 años años de tal indecencia, emergen de sus cenizas medievales y
amenazan con repetir la historia.
Me siento intelectualmente agraviado ante tal derroche de torpeza y carencia de
responsabilidad en la clase dirigente libanesa actual. Me resisto a creer que como los nobles de la Revolución Francesa , esta gente
tampoco: “nada olvido y nada aprendió” de esa guerra absurda y ajena a los intereses del nacionales. Me
niego aceptar sus conductas vulgares y entreguistas, aunque es claro que a
ellos les interesa imponerlas aun sobre los cadáveres de su propia gente si es
necesario.
¿Es esto favorable a
la democracia o es repetir la nefasta experiencia cuya sombra nos persigue a
través de la historia más reciente del Líbano?
Como tantos, que un día dejo el Líbano atrás, continuo evaluando mi identidad
como ciudadano de un Estado, no de una comunidad religiosa, no de un partido
político, no como seguidor ciego de clanes. Y a decir verdad, siendo honesto
con el lector: no veo nada nuevo, ninguna evolución allí. ¡Nada!
Los libaneses tienen que elegir hoy entre dos opciones: “Una tiene las armas” con las que aterroriza y amenaza en favor de la influencia
siria-iraní. A ellos los apoya una horda residual de árabes nacionalistas y
cristianos pro-sirios. Cabe preguntarse entonces ¿Puede este sector representar
la esperanza de reforma y cambio en la estructura del Estado, cuando el modelo
de Hassan Nasrallahes el régimen de
Teherán? ¿Por qué necesitan destruir el Estado para reformarlo?
En el otro sector,
pareciera que el absurdo se ha convertido en lo tradicional. Los clanes que se
resisten a la apertura están allí, donde abundan los negocios y el dinero
grande. Los señores de la guerra con sus feudos y la política de las familias,
cuyo anacronismo, favoritismo y disputas por el poder opaca los genuinos
postulados de libertad, soberanía e independencia declamada por muchos de
ellos, que apenas tres años atrás se arrodillaban ante Bachar al-Assad en Damasco, pero hoy
se apresuran a denostarlo ante las cámaras de CNN, BBC, Al Jazzira o TV France.
Se preguntará Usted
según lo desarrollado, ¿Qué debemos inferir ante este panorama? ¿Qué debemos
esperar? Poco, muy poco, esa es la respuesta.
Estoy convencido que
a los libaneses se los ha convertido en algo así como animales heridos que
ahuyentan y atacan a quienes se acercan para brindar ayuda. Incluso están
dispuestos a morder y destrozar la mano que ofrece esa ayuda.
Líbano se ha
convertido en una hipocresía gigante, donde la muerte, el engaño y el absurdo
coexisten en un universo enfermizo y kafkiano. Las vidas de los libaneses no
son vidas detrás de una cortina de hierro; son vidas detrás de un “telón oscuro de hipocresía inspirado en la
mediocridad y los pensamientos medievales”.
Los libaneses podemos ser educados, cultos, sofisticados, viajados,
multilingües y modernos. Pero nos empeñamos en ser un pueblo que tiende a la
auto-destrucción, con una clase dirigente carente de imaginación, valentía,
inteligencia y esperanza. La dirigencia política es como esos corderos que
continúan siendo reunidos para la matanza por los pastores traidores. Y los
libaneses continúan caminando detrás de los falsos profetas -que nosotros
mismos ungimos- de los generales, los jeques y los mullah sagrados, a quienes
se supone, Dios eligió para nuestro estilo de “democracia-libanesa”.
Nunca
más acertado el maravilloso Khalil Gibran cuando en 1920 escribió: “Ustedes tiene su
Líbano y yo tengo el mío”. Tal vez sea por eso que hoy no acude a mi
ninguna sensación diferente al intentar bucear minuciosamente en el pasado y
los recuerdos de la guerra.
Y para concluir,
diría que sí; que me invade una sensación recurrente que podría resumirla en
dos líneas: “El Líbano es un país dotado con la
máxima belleza de la naturaleza en la tierra, pero lo persigue la maldición
eterna de nuestra propia gente”.
Lo que digan las
marionetas de la diáspora seguidoras de uno u otro sector me tiene sin cuidado.
Ellos también ya han escogido, como corderos, acompañar uno u otro matadero.
Aunque Nasrallah y Hariri dirían que me he convertido en un horrible y desalmado
Occidental.
A todos ellos, les respondo con las palabras de Khalil Gibran: “Ustedes tienen su
Líbano, colmado de conspiraciones y desunido”. Yo tengo el Mío.
Prof. George Chaya (BA) in History, Canterbury University, UK.
Consultant on Middle East and Latin America.
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