VETERANOS DE LA FRONTERA
El Yelmo de Mambrino hace referencia a un ficticio yelmo de oro puro
que hacía invulnerable a su portador, propiedad original del legendario rey moro Mambrino
(en realidad tal nombre procedería del escritor italiano de novelas de
caballería llamado Mambrino Roseo).
La posesión del casco era la ambición
de todos los paladines de Carlomagno y fue definitivamente conquistado por
Renaud de Montaubán, según figura en la obra de Mateo Boiardo, “Orlando
enamorado”. Luego Ariosto completará una
segunda parte que lleva por título “Orlando furioso”.
Cervantes, en su
novela Don Quijote de la Mancha, habla de un barbero que estando desarropado
bajo la lluvia se protege utilizando como sombrero su bacía, una vasija
generalmente de metal brillante con una escotadura por donde se metía la barba
al afeitado y que se ha
estado usando hasta tiempos recientes.
Don Quijote insiste entonces en
que ese cuenco es el yelmo encantado del rey moro y finalmente se lo sustrae,
pues desea obtenerlo con el fin de hacerse invulnerable. Es esa una de las
escasas aventuras en las que el hidalgo sale con buen fin.
Al ceñirse este adminículo de barbero,
tan poco caballeresco, la figura de Don Quijote, caballero de la Triste Figura, acrecentaba su
aspecto ridículo, que se ha hecho corriente en sus representaciones gráficas.
En el musical “El hombre de La Mancha”,
una canción entera se construye en torno a la búsqueda del personaje principal
del casco y su encuentro con el barbero.
Todo esto a mí me recuerda las
veces que vi a un hombre tan idealista como Don Quijote y Cervantes mismo,
desfilar con el casco de combate -un hombre de la FAA, Promoción 14, que si
bien era del Aire, de hecho, pertenecía a la casi extinguida Orden -terrestre-
de la Caballería rusticana, un caballero iluminado nacido en Hurlingham- que
los días previos y posteriores al Cordobazo me pareció más que nunca que lucía
el dorado “yelmo de Mambrino”.
Este caballero se hallaba
destinado desde hacía cinco meses en la Guarnición Aérea Córdoba (Jefe
Escuadrón Tropas de la Escuela de Subof.) y había elaborado un informe
confidencial al Jefe de Inteligencia de la FAA, alertando sobre la presencia en
Córdoba de agentes cubanos enviados por Fidel Castro para atizar el descontento
social que bullía en Córdoba. Pero no le hicieron caso. Un Brigadier de triste
memoria –que no voy a mencionar por respeto a sus familiares- le dijo
irónicamente: “Uds. los nacionalistas siempre anunciando catástrofes y
conspiraciones”. Ese Brigadier y todo el gobierno de facto eran ultraliberales.
Un mes después tuvo lugar el Cordobazo (29 de mayo de 1969), hecho en el que
los dirigentes gremiales y estudiantiles jamás quisieron reconocer que ese día
hubo una “mano negra”, la mano invisible de Fidel.
Controlada esa revuelta popular
por las fuerzas del Ejército, ese día dicho caballero anduvo con el casco de
combate puesto y su uniforme de fajina, acuartelado con las tropas en la
Guarnición Aérea. Un mes y medio después era sancionado con arresto e
incomunicación en la Base Aérea de Tandil. Concluido el arresto luego lo
pasaron “a disponibilidad” hasta que en enero de 1970 pidió su retiro
voluntario del arma. Era Vice-comodoro en el quinto año. Lo acusaban de
conspirar en contra del gobierno de facto de Onganía, mal llamada “Revolución
Argentina”. Los cargos en su contra que eran muy endebles surgieron por un
rumor o alcahuetería que daba cuenta que el caballero en cuestión formaba parte
de un grupo de oficiales nacionalistas que preparaban un pronunciamiento
militar para desplazar del poder a Onganía. Esto último era parcialmente
cierto, pues los altos mandos no tenían ninguna prueba concreta en su contra.
Lo que sí sé -fehacientemente- es que el objetivo principal que tenían era el
urgente restablecimiento de la democracia para reparar el inmenso daño
producido por el inicuo golpe de estado perpetrado cuatro años antes contra el
ex presidente constitucional Arturo Illia.
Ya anteriormente, el caballero
andante del que les hablo, ya había pisado la Base Aérea de Tandil, castigado
por los altos mandos en 1962, por la simple circunstancia de ser persona de
confianza del entonces Jefe del arma –Brig. Gral. Cayo Antonio Alsina- quien
cayó víctima de un motín o conspiración interna que a sus espaldas cohonestó la
plana mayor del Ejército, Onganía principalmente, a la sazón Jefe de la
Guarnición Militar Campo de Mayo.
Dicho caballero falleció a los
87 años, sus restos descansan en el Panteón de las FF.AA. ubicado en el
Cementerio San Jerónimo, de esta amada ciudad de Córdoba, donde conoció a la
que sería su esposa y compañera de toda la vida. Contrajo matrimonio con ella
(oriunda de Saldán) en la Catedral de Córdoba, “corazón de la Patria realizada
en piedra”, al decir del poeta Luis Altamira, el día 23 de junio de 1951. Había
nacido el día de la Bandera, 20 de junio de 1926, en Hurlingham, Y partió para
siempre el 18 de julio de 2013, a la hora de mayor luminosidad del día, el
mediodía.
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