INTRODUCCION
El día 07 de noviembre de cada año, debería, históricamente hablando, ser sacramentado en la República Argentina, con homenajes escolares, cívicos y militares, desfiles, paradas, a lo largo y a lo ancho de la Nación, los aires atronados por pífanos y tambores de las bandas y fanfarrias, pero eso, lamentablemente, no sucede. Es casi un día más, apiñando en la secuela de días de un año.
El primer triunfo de las Armas de la Patria, así con letras en mayúscula, con letras de bronce, el metal de los héroes, no se recuerda y no está en el imaginario colectivo del Pueblo Argentino, como debería estar.
Este humilde aporte pretende sólo ser un rasguido patriótico en el parche del inmerecido olvido de Suipacha, como si obedeciendo a un triste designio se hubiere dejado de lado en el ático del olvido. Ese triunfo debidamente dirigido y capitalizado, haciendo caer las hipocresías cortesanas de la Primera Junta de Gobierno, hubiese sido decisivo para que el godo imperial y soberbio hubiera mordido el polvo de la derrota (esto está escrito como si me hubiera detenido, temporalmente, en 1810, obviamente) y el Imperio Español comenzare su lento, seguro y necesario retroceso en el mundo de entonces.
No fue así, eso ha de ser la médula de este trabajo, que no pretende ser la quinta esencia de la verdad revelada, solo es una aproximación a la misma, sin tendencias directrices, sin color o inclinación académica, solo exponiendo los hechos y las circunstancias, nada más, sin soberbia, con la majestad ineluctable de la Historia, que en definitiva es la majestad de nuestro genuino ser como Nación jurídicamente organizada.-
BREVES CONSIDERACIONES
A principios del siglo XIX, en todo el Virreynato del Río de la Plata, en todos los territorios dominados por la corona de España, las Fuerzas en presencia de Defensa estaban constituidas por milicias. En el Plata, desde el año (1801), las normas constitutivas y directrices para ese cuerpo estaban dadas por el “Reglamento para las Milicias Disciplinadas de Infantería y Caballería”, el cual fuere elaborado por el entonces Subinspector Sobremonte.
A modo de ilustración, recordaré que en su Capitulo I, artículo 8º, disponía:
“En la Provincia de Salta, habrá un Regimiento de Caballería de Cuatro Escuadrones, para la defensa de la frontera, compuesto de la Capital y la Ciudad de Jujuy, con sus poblaciones dependientes, y su fuerza será de mil doscientos plazas, con el nombre de Voluntarios de Caballería de Salta”
Este Reglamento fue aprobado para las milicias disciplinadas, fue aprobado el 14 de enero del año 1801 por su Majestad, Carlos IV.
El mismo puede estudiarse en el “Cedulario de la Real Audiencia de Buenos Aires”, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 1938, volumen III, página 81 y siguientes.
Recordamos que Sobremonte, en un oficio del 26 de septiembre de 1801, el Virrey del Pino, le manifestaba “El objeto que me propuse cuando se me previno la formación de un plan y reglamento, me acordé con el Excelentísimo Señor Virrey antecesor, ( Aviles ) fue constituir las milicias de la provincia metrópoli hasta la de Salta con su más formal arreglo por medio de planas mayores veteranas a causa de su mayor proporción para la defensa de esta Capital, de sus respectivas fronteras y de la Banda Oriental, con sus costas, graduándolo de modo que así como hay tropas veteranas deben ser superiores a las milicias del país, lo fueran las referidas, respecto a los del Perú, por una razón política digna de consideración por cualquier evento”…. AGN, Potosí, 1803/04, legajo 318/20.
No es dable no percibir en un somero análisis, la importancia estratégica que se la asigna, con toda justicia, a la Provincia de Salta, como una zona Capital, tal es así que acorde al Reglamento se le asignó un Regimiento a 4 Escuadrones con 1200 hombres de Fuerza Efectiva, tanto que a Tucumán y Santiago, por ejemplo, tenia solamente la mitad de cada una en Escuadrones y Efectivos.
Para tener una real situación del tema, es conveniente remitirnos a un informe que realiza Don Pedro José Saravia, “Este cuerpo se muestra dividido en 13 Compañías, cada una con su Capitán, un Teniente, un Subteniente, tres Sargentos, cuatro Cabos, un Cadete, cuatro Carabineros y ciento diez soldados, además de un Capellán y un Cirujano”. Guemes Documentado, página 158 – Luis Colmenares.
Una nota al pie de la página, dice, en forma textual:
“Este Regimiento fue creado un 13 de marzo del año 1802 por el Excelentísimo señor Don Joaquín del Pino en virtud de Real Orden, su uniforme, casaca azul, vuelta y solapa y collarín encarnado, chupa y calzón blanco y cucarda blanca y celeste.
Los oficiales que existen, del tiempo de la creación, tienen Reales Despachos, los demás están sin aprobación de la Excelentísima Junta de Buenos Aires y solamente confirmadas por esta provincia”.
Guemes Documentado, página 158. Luis Colmenares.
El Documento que he citado, no tiene fecha, pero claramente se ve, que al hacer mención a la Junta Provincial de Salta, indica que sería del año de 1811 o quizás posterior, ya que el decreto de creación de las Juntas Provinciales lleva la fecha de 10 de febrero de 1811. Registro Nacional, numero 213, páginas 102 y 103.
Por la simple descripción de los uniformes, a veces se puede llegar a conclusiones históricas de envergadura. Veamos.
El uniforme cuya descripción hemos visto, con la sola excepción de los colores de la cucarda, es idéntico al que ya se había usado en Salta por el “Cuerpo de Milicias de los Jóvenes Nobles”. Del que Gobernador Chiclana, en un escrito girado a la Junta Central con fecha 02 noviembre de 1810, dice que se hallaba en formación, habiendo comenzado su servicio como “Guardia de Honor” del “Representante de la Excelentísima Junta” (Castelli), “Bien uniformados, a la similitud del diseño” que adjunta en colores, que agregando que “Por falta absoluta de armas, no están ya en el ejercicio de la disciplina militar”. AGN,
Archivo del Gobierno de Buenos Aires, tomo 22, 255.
Ahora bien, es dable recordar que el Combate Cotagaita y el triunfo de Suipacha, acaecieron el 27 de octubre y el 07 de noviembre de 1810, este último a tan escasos 5 días de fechado el oficio, es así entonces, que estos “Jóvenes Nobles” de manera posible alguna, pudieron participar en Acción de Guerra comprobable.
Historiadores, o mejor dicho redactores copistas, que se han limitado a repetir y mal, han aseverado, erróneamente, que Guemes y sus milicianos usaban costosos y vistosos uniformes, han desvirtuado la esencia histórica.
La verdad descarnadamente desnuda, amarga y triste es que no tenían uniforme alguno, si no las humildes y honrosas prendas de paisano.
Refiero entonces a Juan Monteferini, “La Historia Militar durante los siglos XVII y XVIII, que esta incluido en el volumen 4, segunda sección de la “Historia de la Nación Argentina” dirigida por Ricardo Levene, página 392, quien coloca la verdad no cuestionable:
“Los Oficiales de Milicias, generalmente vistieron uniformes cuando se los reglamentó, así como algunos Sargentos, pero los Milicianos usaban ropas civiles, pues los Cabildos no los proveían de vestuario”.
He presentado lo que he expuesto, como factor introductorio – panorámico, a los fines de una adecuada ambientación histórica, puesto que allí quedan demostrada ampliamente, dos vertientes ponderables desde el punto de vista doctrinario.
- Guemes, fue un Soldado formado en las puras Artes de la Guerra, que aplico en innovadoras y absolutamente novedosas, en operaciones terrestres de Caballería e Infantería y en una simbiosis magistral de las mismas.
De modo alguno puede aceptarse el deleznable calificativo de “Guerrillero”, para, tendenciosamente ideologizar su figura, con fines no confesos, pero que son dables de inferir.
- Se comienza en forma larvada, “En embrión”, la pesada cortina del “olvido”, de cómo así mismo reconocemos el nacimiento del Componente Terrestre, con particularidades propias, definidas y únicas, semilla que germinara en nuestro glorioso Ejercito Argentino.
Castelli, estando a punto de partir de Potosí, para la Plata, donde publicaría la Organización del Ejército, escribía a la Junta con respecto a este, el 28 de noviembre: “Importa mucho que esta Fuerza, aun cuando no se ejercite acciones de guerra, se conserve en estas Provincias para diferentes miras… sofocando el sistema impolítico y antimilitar de las milicias”… AGN, publicación por Carranza, título III, página 50.
SUIPACHA, Comienza la incógnita.-
Castelli comienza aquí a mostrar, una faceta amarga y que no, vaya a saber porque obscura razón, no se ha fustigado con la verdad histórica execrándola ni estigmatizándolo como un funesto y sombrío funcionario, nada más y nada menos.
Carente en lo absoluto de las mínimas condiciones para el mando, sin formación militar, lo que unido a una carencia absoluta de experiencia de combate real, no de utilería, hiciera un mal patriota.
A Castelli se le contesta que se ajuste “a lo acordado”, que era ese “acuerdo”?, una política pacifista al pasar de un ejército triunfador a un ejército inactivo?, aboliendo las milicias, por al parecer resultar impolítico su accionar y hasta, lo asevero sin cortapisas, su existencia!
Es fácilmente concluible, en concordancia con Don Luis Guemes en “Guemes Documentado”, página 162:
“El desacierto cometido al abolir los cuerpos de milicias resulta más lastimoso aún, si se tiene en cuenta que sus integrantes eran totalmente desinteresados, tan sufridos, tan valientes y sobre todo tan leales que entre ellos fue siempre, prácticamente desconocida la deserción.
Por el contrario y en terrible y penoso contraste, los soldados del Ejército, reunidos en su mayoría mediante levas forzosas, si bien no carecían de virtudes militares limitadas, desertaban con lamentable frecuencia.
Testimonio de lo aseverado, entre otros muchos, son los siguientes párrafos de un oficio del director delegado, General Don Antonio González Balcarce, al Director General Don Juan Martín de Pueyrredón, fechado en Buenos Aires, en marzo del 1816:
“Por una experiencia constante se ha observado que, a pesar de la vigilancia más celosa, los regimientos de la capital al interior, han perdido al menos un tercio de su fuerza, en la penosa y dilatada carrera de su tránsito, no obstante los socorros y las prevenciones tomadas para animar el espíritu de las tropas, y que el aspecto político del país prometiera mejores esperanzas”…
“…Después que la campaña del Perú no ha producido en seis años sino fatigas y trabajos, el nombre sólo de aquél destino infunde a la tropa un terror pánico, sin que el castigo ó el halago bastasen (sic) para continuar deserciones escandalosas, luego que un regimiento entiende que se lo manda al Ejército del Interior”…Carlos Guido y Spano, 1822,”Apéndice”, páginas 398 y siguientes.
Guemes hace resurgir las milicias, con férrea disciplina militar, en base al Mando, no al Comando, arrastra con su ejemplo en un claro y decidido liderazgo militar, extremadamente escaso de alcanzar en la época, y en definitiva en todos los tiempos.
Vive, come, duerme y cabalga como sus subordinados, prontamente las milicias han de pasar a un rutilante papel.
Totalmente sorprendente, impensado, proteger al Ejército.
Esta función se extendió, aún más sorprendentemente, por varios años.
Cabe acotar, dado el tipo de trabajo, que interrelaciona conceptos extremadamente novedosos para la época, que el mando, como sabemos, es un raro y distinguido privilegio que sólo pueden ostentar pocos jefes, los elegidos, tanto en la Paz como en la Guerra.
El carecer del mismo en una forma absoluta, pronostica el fracaso.
No tener el convencimiento y la devoción de los subordinados, habrá de ser funesto. La coerción, del Comando, será, vacua, hueca, sin sentido. Guemes consigue el Mando, arrastra con su ejemplo, cohesiona, lidera.
JUSTIFICACIÓN HISTÓRICA.-
Si se efectúa un detenido estudio sobre las acciones de Suipacha y su criminalísimo desaprovechamiento, se vé así, en fundamento, el inadecuado papel de muchos personajes sacralizados en la Historia Argentina y otros, vil y bochornosamente olvidados.
Suipacha, el triunfo, sorprende a la Junta, en forma tal que sus Miembros llegan a sentirse presas del anonadamiento, no atinando a un definido corte de la dependencia española.
Suipacha sabiamente capitalizada por los verdaderos Soldados, los del terreno, no trasplantados y gobernando tan ó más despóticamente que los godos, hubiera sido el desmoramiento del Imperio Español.
No fue así, en forma decidida y absolutamente lamentable.
Pero he de fundamentar, obviamente, lo expresado.
Así como Guemes no figuró en Suipacha, tampoco lo estuvo Artigas en “Las Piedras” en 1811, están las Batallas hermanadas y los Próceres lo están en la misma forma.
Carlos María Ramírez, Historiador Uruguayo así lo asevera, Luis Guemes lo ratifica.
Es duro de pensar, pero parecería ser que otorgar méritos guerreros a “esos gauchos”, que los tenían bien ganados, en el Campo del Honor, donde está la verdad profesional del Arte de la Guerra, era un peculado impropio de conceder, un demérito para los integrantes de un ejército ostentoso.
Allí donde no hay lugar a las intrigas palaciegas en salones perfumados con uniformes impecables, sin mácula alguna, que no saben de fatigas, ni de gritos de batalla, de ayes de dolor y sufrimiento, ni trepidar de aceros y fusiles, ni de miasmas de hedor a muerte y destrucción.
Situándonos en el Teatro de Operaciones, diré que Balcarce había partido de Córdoba un 4 de septiembre del año del 1810, con efectivos escasos y se vio precisado a avanzar por las postas, de grupo en grupo, así llegó a Jujuy el 22 de septiembre en la noche.
Llegar y no encontrar caballos para poder continuar la marcha, fue el comienzo, mayor aún, de los problemas que tendría que afrontar.
Sus hombres montan en burros y su escasa artillería, aún no había llegado.
Este retraso se debió a que el Jefe de la artillería, caprichosamente, desdeñó la caballería que le había enviado el Gobernador Salteño Chiclana, con dos Comisionados, Don José Antonio Fernández Cornejo y Juan E. Tamayo. AGN-Archivo del Gobierno de Buenos Aires, tomo XXXV, número 7 y Tomo XXII, número 233 respectivamente.
No obstante Balcarce procede a avisar a Chiclana que marcharía para la cueva al día siguiente que llevaría algunos hombres de la partida de Gaona (Eduardo) y que sería muy oportuno 50 y más a esa milicia, pues aunque no tengan armas, son más practicas que, los nuestros para reconocimientos, y otras diligencias”. – Biblioteca Nacional, número 5316.
Afirmo entonces que para Balcarce era más que imprescindible contar con la colaboración de los hombres acostumbrados al terreno, sabios conocedores del mismo, sus secretos, sus variaciones, Balcarce, plagado de problemas y limitaciones, a duras penas consigue alcanzar Yavi, y en una misiva expresa:
“Según todas las noticias los Tupiceños se nos va a retirar, yo no tengo caballerías pero todos los resortes imaginables para adquirirlos y las he ir a los alcances”. Luis Guemes, Guemes Documentado, página 226.
Antes de haber pasado veinticuatro horas, de esa misiva que fuere escrita, Guemes enterado, proveyó de cabalgaduras hasta decir basta, y el beneficiado con tan señalado favor, de un lote de seiscientos campeones montados, mando desmontar la mitad, a fin que hubiere cabalgares (término reservado en nuestras provincias a caballos aptos para la silla o ser montados).
Situados ya, en el contexto histórico, abordaré el tema del presente trabajo investigativo.
Suipacha es nombrada como la primera victoria de las Armas de la Patria y queda, como sabemos, en la localidad honómina en la hoy República de Bolivia. La misma estuvo a cargo del Ejercito Auxiliar del Perú, que como me expresado, estaba al mando por el entonces Coronel Don Antonio González Balcarce.
No he de citar a Historiadores o Corporaciones que no documentan la actuación decisiva en esa Batalla, del gran olvidado, en forma no justa, Martín Miguel de Guemes.
Lo cierto es, que muy cierto, que Suipacha no es una efeméride debidamente instaurada en nuestra sociedad, como de importancia sustantiva para el devenir de la Independencia.
Ratifico que, al constituir el primer triunfo de la Armas de la Patria, debe de alcanzar una decidida gravitación trascendental.
Suipacha, de haber sido capitalizada la Batalla, otra hubiera sido la Historia. La Revolución de Mayo se desnaturaliza en su esencia, productos de insaciables y espurios apetitos personales.
El triunfo de Suipacha es tan importante, tan contundentemente importante, que algún táctico conservador, podría aseverar, que no fue para los tiempos aquellos, una Batalla del todo militarmente clásica, como se libraba en Europa por ejemplo.
Que el tamaño de los efectivos enfrentados eran de una magnitud extremadamente significativa y demás falacias, que por una estulticia marcada, no entienden que nacen, aquí en América, innovadores conceptos de hacer y sentir la guerra.
Es significativo el retaceo hasta la minimización de la inmensa dimensión de Suipacha.
Es dable de preguntarnos, porqué Mariano Moreno había dado aquellas instrucciones secretas a Castelli de demorar su avance y de parlamentar con el enemigo? En este caso con Goyeneche.
A la sazón, Guemes, no tenía, remotamente, información de la intriga de la Junta de Buenos Aires.
A Guemes, como a todo guerrero, que ignora y si las sabe, desprecia los cabildeos oscuros y espurios entre bambalinas, le interesaba avanzar, destrozar y vencer al enemigo, consolidar definitivamente el ideal que lo abrasaba, sacudir el oprobio de la opresión, obtener la libertad!
Cabe preguntarse, a la luz del tiempo transcurrido casi dos siglos, como seguramente él se lo habrá preguntado, porque esa inacción de casi dos meses estacionados en Potosí, con una mora de cuatro meses más! Porqué?
Porque se perdía en forma ignominiosa, y hasta cobardemente el tiempo? ese tiempo que, era fundamental para penetrar en la profundidad del dispositivo y desarticular la reorganización del enemigo.
Ese tiempo rápidamente es aprovechado por el Godo, se rehacen, se rearman, se adaptan al terreno, llegan hasta mimetizarse, en forma muy inteligente en la población.
Guemes, inclusive, en su coleto de verdadero Soldado, lejos de la ostentación y la figuración banal, no apoltronándose en comodidades y lujos, no concebía el bárbaro tratamiento dado a los jefes españoles: ser fusilados en la Plaza Pública, como reos, en una muestra de barbarie.
Trato de profundo y humillante deshonor, una vez que la plaza se había rendido. Tal trato era producto de una falta de mentalidad militar, lo cual ya en el siglo XIX, era contrario a las Leyes de la Guerra.
Guemes, mantiene esa insobornable conducta, jamás fusila, ni siquiera lo hace con quiénes lo traicionan.
No es difícil, entonces, avizorar el fin de las milicias gauchas e incorporarlas al Ejército Regular.
Martín Miguel de Guemes, molestaba ostensiblemente a los arteros planes e intrigas urdidas por mercaderes devenidos, por el imperio circunstancial de la Revolución, a Soldados.
El no entendía tales procacidades en lo que se suponía eran Hombres de Honor, La Guerra la concebía avanzando, conquistando, liberando, consolidando, no trepidando ni cediendo y mucho menos fusilando al enemigo vencido y que rendía sus armas.
En definitiva, allí se reconoce el valor y la hidalguía, que siempre ha caracterizado al Soldado Argentino, entrega y patriotismo a ultranza, desde el nacimiento de la Patria, hasta nuestros días del siglo XXI.
Es entonces, fácil inferir, minimizando Suipacha, se oscurecía la mentira, el suicidio político, la improvisación, la estrategia, la falta de condiciones para la Guerra.
Esto último no hubiera sido execrable porque todavía, las noveles tropas de las Provincias Unidas no se habían fogueado ni tuteado, suficiente tiempo, con las miserias de la Guerra.
Se lo saca de la escena, no lo excluye de toda mención histórica y menos de honor, en la campaña al Alto Perú.
Así las cosas Guemes, urgido espiritualmente por su sentir patriota, reclama en Potosí, en enero de 1811, a los Comandantes Balcarce y Castelli, la criminalisima demora de una inexplicable estrategia de “contención” al permitir que el enemigo se consolide férreamente, cuando debería haberse perseguido, diezmado, aniquilado, desproyèndole de la soberbia imperial y desmoralizarlo, hasta Lima, lo cual de mantener la iniciativa, hubiera sido posible.
Controlando la famosa y estratégica Quebrada de Yaraicoragua, se podría haber mantenido el dominio del Alto Perú, puesto que esta quebrada era la llave maestra que permitía los flujos de hombres, materiales y semovientes.
Informa entonces Castelli: “El Capitán Martín Miguel de Guemes no existe en este Ejército desde el 08 de enero”, fechado el parte el 20 de marzo de 1811 en Oruro.
Guemes entonces, no ha de formar parte del desastre de Huaqui el 20 de junio de 1811, seis meses más tarde de la no adecuada explotación militar de la victoria de Suipacha y la retirada del Ejército español, seis meses que habrían de costar muy caro, en vidas, material y prestigio perdido.
Seis meses en los cuáles el “Representante de la Junta”, humilló a los lugareños en vez de captarlos, lisa y llanamente para la causa de la Patria, mancillando
Se genera así un sentimiento de repulsa, de profundo y justificado rechazo, soliviantando a los naturales del lugar.
Es dable señalar, que en realidad no se ha pormenorizado y desbrozado la Batalla de Suipacha.
Hasta casi se podría afirmar que se ha eludido el tema, llamando a silencio todo aquello que hace colisión con los partes e informes de Castelli, al decir de Luis Guemes, “Guemes Documentado”, página 274,”Como si estos sacrosantos fueran sacrosantos y contuvieran la verdad inconcusa y completa”.
¿No será el caso de aplicar aquí las palabras de Balcarce, cuando, después de tres años de injusta prisión dijo el 31 de julio de 1813:”A mí no me es posible persuadirme que dejan de expedirse consultando únicamente la continuación de mi padecimiento: y más bien creo firmemente que el entorpecimiento encierra alguna circunstancia que cede en beneficio de la Patria y que no está a mi alcance descubrir”? (Representación de Balcarce al Excelentísimo Poder Ejecutivo, Buenos Aires, 31 de julio de 1813-Publicación de Carranza ,Tomo VII, página 37). Creo que no.
La obnubilación del accionar de Guemes en 1810, no ha cedido en “beneficio de la Patria”, antes bien ha redundado en daño de la suerte de nuestros pueblos, y por eso he levantado el telón.
Es francamente increíble, y a la luz de los tiempos transcurridos que se haya fraguado una carta apócrifa con una fecha igualmente fraguada en Tucumán, el 22 de abril del 1814.
La misma fue escrita en un “secreto”, de nada menos que por el Libertador, para que la mentira circulase como moneda legítima, se lo presentó a Guemes como si recién hubiese sido “descubierto” ese año!
Todo lo gestado y realizado antes de 1810, durante ese año y después, no había existido!
Es más, se lo presenta como un simple guardaespaldas,”Gendarme Norteño” del Libertador.
Lo que es más deleznable aún, que producto del desconocimiento y la repetición copista, existen “historiadores”, que han internalizado esto, con los cuales, obviamente he de discrepar en forma absoluta y decididamente.
En el año de 1818, el Cabildo de Salta, en un oficio al Director, cantó laudatoriamente al Gobernador de Salta:
“Esta corporación es un testigo fiel de los infatigables esfuerzos del señor Coronel en sostener, como pundonoroso militar, la Santa causa de la libertad.
Ellos disfrutan de la luz pública, por cuyo majestuoso conducto Sudamérica los ha difundido a las naciones remotas de ultramar desde la memorable acción de Suipacha en que con intrepidez hacia los tiranos, se cubrió de gloria en tan plausible victoria, ya se advirtió en él un valor capaz de arrastrar los peligros complotados”.AGN-Legajo del Cabildo de Salta, año del 1818-Página 275-“Guemes Documentado”. Luis Guemes.
No existen probanzas ciertas documentales que el general, se haya dado por enterado del merecido elogio brindado.
Se choca con una faceta singular del prócer, Humildad y no soberbia, modestia e hidalguía, virtudes éstas que eran carriles normales de su personalidad, veamos ahora lo escrito el 11 de octubre del año de 1815, en un oficio al Director Supremo, que es casi, casi una confesión:
“Por lo que a mí me toca, supuesto que se me hace responsable ante la nación, cumpliré con dar la satisfacción de mis operaciones…, invitando, finalmente, a todo hombre para que me acuse y designe dato alguno que pueda tiznar mi conducta militar, la política de gobierno que sirvo y la pureza y sanidad de mis intenciones sin mezcla de la más leve ambición, a cuyo conocimiento me conduce mi interior persuasión y la notoriedad de haber levantado toda la campaña, arrojado a los enemigos, restituido a las familias emigradas a su hogares y abierto al Perú, sin que estos merecimientos y servicios hubiese recabado papeles, ni solicitado premio ni distinciones pues hasta el tratamiento de Coronel Graduado que me da V E, me avergüenzo, porque nunca he deseado ser vano sino bueno, un soldado de la Patria y un ciudadano honrado”.AGN X-5-7-4,Salta, 1814/18-“Guemes Documentado”, página 275 y 276-Luis Colmenares.
Se muestra Guemes, sin doblez, casi con ingenuidad rayana en la inocencia, en un contexto social de apariencias, intrigas y mentiras sórdidas, no ajeno a lo que después fue casi la idiosincrasia de la nación que se encontraba en ciernes.
Cuanta magnanimidad, cuánta hidalguía, cuanta grandeza manifiesta este señor General de la Patria, y que lejos están aquéllos que, equivocadamente, subsumen falacias históricas sustentadas en la mediocridad intelectual!
Para ir arribando a las Conclusiones de Suipacha, he de transcribir tres citas de reconocidos historiadores, que potencian en grado sumo lo ya expresado en este trabajo de clarificación histórica:
Coronel Don Julio Sergio Jovanovics Usandivaras:
“Muy pocos se ha hablado de la férrea voluntad de Martin Guemes de continuar con el objetivo de su vida, que era conseguir la libertad de su suelo patrio, no obstante todos los inconvenientes que se le presentaron en su corta existencia, las injusticias que tuvo que aguantar de sus superiores y los obstáculos que le ponían en su camino, los enemigos de su persona, como militar o gobernantes de un pueblo en Guerra.
Corría el mes de noviembre de 1810 cuando se lleva a cabo la Batalla de Suipacha. Ahí se produjo el primer obstáculo en su luminosa trayectoria. Después del triunfo de las armas patriotas, en el parte redactado por Castelli, delegado de la Junta de Mayo, con amplios poderes, no figuraba Guemes. Fue ignorado u olvidado, pero lo real y cierto es que no se lo menciona para nada.
Cabe aquí la pregunta: ¿Puede ser olvidado o ignorado un hombre que luchó con toda valentía en la batalla? ¿Es posible que no se mencione a un oficial que aunque mandaba milicias gauchas se destacó notablemente en la acción? Los historiadores de esa época y los que investigaron posteriormente este hecho guerrero coinciden en destacar que la actuación no sólo fue brillante, sino decisiva para conseguir ese primer triunfo de las fuerzas patriotas, tanto que algunos le adjudican el cien por ciento del triunfo y hasta le llaman el verdadero héroe de Suipacha.
Conviene recordar que los hombres que murieron y los que quedaron heridos, pertenecían todos a las milicias de Guemes, lo que demuestra claramente que los que combatieron fueron ellos. Hasta la planificación de la Batalla, basado en el engaño y la astucia fue obra de nuestro héroe, como dice el Doctor Don Bernardo Frías, ya que González Balcarce, Comandante Militar, nunca, antes ni después uso esa forma de combatir. Para Guemes era la característica de su manera de afrontar un combate contra fuerzas más numerosas y aguerridas. Mucho le debe haber dolido al entonces Capitán Guemes esta injusticia pero continúo en el cumplimiento de su deber como militar. Suipacha fue una victoria total, tanto que el Ejército pudo continuar su marcha y llegar sin inconvenientes a la rica Villa de Potosí, siendo Guemes el primero en entrar, recibiendo los aplausos de la población.
Reunido todo el Ejército allí, aprovecho Don Martin la oportunidad para hablar con Castelli y reclamarle el olvido de Suipacha y la lentitud con que avanzaba el Ejército, desaprovechando el momento psicológico para no permitirle al enemigo reorganizarse y hacer frente nuevamente.
No se sabe en que términos hizo este reclamo, si se sabe que allí mismo se ordeno la disolución de la División de Salta y ordeno que sus efectivos pasaran a integrar otras Unidades de Combate. Su Jefe fue enviado de regreso a su ciudad natal. Este segundo obstáculo lo deprimió profundamente, tanto que le costó bastante sobreponerse.
El tiempo dio la razón a Guemes: el desmoralizado Ejército realista se reorganizó y preparó y casi siete meses después estaba en óptimas condiciones de enfrentar nuevamente a los patriotas. Esto ocurrió el 20 de junio de 1811 en Huaqui, logrando una victoria completa, con lo que se puso punto final a esta primera campaña del Ejército Auxiliar, perdiéndose Potosí, Cochabamba, Charcas y La Paz, que ya se habían adherido a la Junta de Mayo”. (Grl Martin Miguel de Guemes: Obstáculos en la luminosa trayectoria de su vida)
Andrés Mendieta:
“El 7 de noviembre de 1810 las milicias de Guemes – conformadas por salteños, jujeños y tarijeños- conquistaron la primera victoria de la patria contra el enemigo español en Suipacha (hoy Bolivia); triunfo que abría el camino para llegar hasta las orilla del río Desaguadero, límite natural de los Virreinatos del Perú y del Rio de la Plata. No tiene respuesta hoy el tiempo que perdieron los responsables de la conducción de la tropas llegadas de Buenos Aires para concretar este triunfo y después con el de Puesto del Marques la unidad e independencia de los países americanos para construir con posterioridad los Estados Unidos de Sudamérica.
Después de Suipacha los patriotas efectuaron una corta persecución a las fuerzas derrotadas que no paso de los 20 Km, permaneciendo en aquel lugar durante 2 días, fecha en que llega Juan José Castelli, representante de la Junta.
Cabe preguntar: ¿Quién confecciona el informe desconociendo la participación de Guemes en Suipacha? ¿Quién podría confirmar o desmentir la versión que circulo en aquella época en el sentido de que Castelli en el momento de la Batalla estaba en la banda sur del Río Suipacha, es decir en el pueblo de Nazareno, pagando a los efectivos que acababan de llegar procedentes de Buenos Aires, ya que no querían combatir si antes no se les abonaba sus emolumentos?
Balcarce permaneció dos meses de Potosí permitiendo a los realistas reorganizarse numérica y militarmente. Mientras tanto –dice Juan Carlos Bassi- “Castelli negociaba con los jefes realistas los que, a la espera de refuerzos procedentes de Lima trataban de ganar tiempo. Pese a que representante de la Junta opinaba que no quedaba, más esperanza de conciliación que la que depende de las armas, en lugar de explotar el éxito obtenido, se firma el 16 de mayo el Armisticio del Desaguadero, por el que durante 40 días ambos ejércitos debían quedar en la más completa inacción. Esto beneficiaba a los realistas, quedando en poder de Goyeneche el dominio del importante obstáculo que representaba el Río Desaguadero. El Ejército Patriota abandona el campamento de La Laja para instalar el Cuartel General en Huaqui.
Castelli, como algunos historiadores, ocultan la participación de Guemes en la victoriosa Batalla de Suipacha, pero las bajas que se produjeron pertenecían a las milicias que él comandaba. Por ejemplo Eduardo Gaona, Alférez del Regimiento de Salta y Basilio Núñez, Soldados del Regimiento de Milicias de Tarija, muertos en combate. Entre los heridos e inválidos se encuentran: Manuel Álvarez, Soldado del Regimiento de Milicias de Tarija; Juan Islas, natural de Salta, del Regimiento de Caballería de Línea y Leandro Pacheco de Tarija.
Los hermanos Miguel y Alejandro Gallardo, Salteños, entre el fuego de los cañones y la fusilería tomaron como trofeo la bandera del enemigo, emblema que se encuentra en el Museo Histórico Nacional.
Las instrucciones del Gobierno Central a Castelli en el sentido de no combatir más allá de las fronteras del Virreynato del Río de la Plata y negociar con Goyeneche postergaron la Libertad Americana.
Martín Guemes se alejó del Ejército y en un oficio al Director Álvarez Thomas, en 1815 manifiesta”La Paz, Cochabamba, Charcas, Potosí y Salta tiene que clamar y lamentarse ante el tribunal de la razón, de la demora criminalisima de mas de 60 días en Chuquisaca, del representante Castelli, con que dio lugar a Goyeneche, que no tuvo más fuerza que la de cinco compañías, refuerce su ejército con siete mil combatientes”.
Juan Martin de Pueyrredón, también busco negociar con Goyeneche. José Luis Roca, prestigioso historiador Boliviano cuenta que el jefe patriota “Usando como correo al Cura de Livi-Livi, José Andrés Pacheco y Melo, propuso al Peruano restablecer los límites originales de los Virreinatos.
No obstante que sus tropas, ya habían sufrido un contraste en Tucumán, Goyeneche desde Potosí respondía con altivez: En lo que usted me propone, discordamos en el medio y en el fin: es decir que para obtener el plan de Independencia, sienta por base que yo evacue estas provincias, y valla a cimentar en el Perú, la revolución en mantillas del Rio de la Plata. Esta descarada pretensión la tuvo en todas sus partes el sanguinario Castelli y preferí mil veces poner el pecho a las balas, antes de adquirir el deshonroso titulo de Revolucionario”, Más claro, agua.
Corroborando la demora criminalística que menciona Guemes, José de San Martin en su proclama a los Peruanos, el 19 de octubre de 1819, les dice, entre otras cosas:”La libertad de America hubiera sido el resultado del primer impulso de la Revolución si los hijos del nuevo mundo no se hubieran divididos entre los prestigios de una servidumbre sistemada y el temor de un porvenir incierto… El tiempo y los sucesos, rasgaran el velo del misterio y la injusticia de nuestras pretensiones. La consolidación de la libertad, y la nulidad del poder, de nuestro antiguos opresores, si han instituido en dogmas”. (Guemes Defensor de la Libertad).
José de Guardia de Ponté
Luego de Cotagaita las fuerzas patriotas retrocedieron a Tupiza, donde se reorganizaron. Al cuerpo central se suman las fuerzas gauchas y milicianas de Salta, Jujuy, Tupiza y Tarija, unos 200 hombres más la incorporación de 100 hombres de Buenos Aires, que venían del sur.
Córdova, habiendo observado la manifiesta incapacidad militar de González Balcarce avanza seguro de vencer a un enemigo tan inexperto. El 5 de noviembre las fuerzas realistas comenzaron hacia Tupiza, luego de recibir refuerzo de Nieto con 220 veteranos provenientes de Chuquisaca. Al día siguiente Balcarce desalojo ese pueblo, que fue ocupado por los realistas, y se situó en Nazareno el 6 de noviembre, ubicado sobre el Rio Suipacha, frente a la población de Suipacha, en donde recibió refuerzos provenientes de Jujuy, con 2 piezas de artillería.
Córdova recibe informes de sus espías sobre la moral combativa de las fuerzas de González Balcarce, convenciéndose de que se retiraban descontentos y mal armados y por lo tanto sería relativamente fácil dispersarlos.
Lo que no tiene en cuenta es la actitud de las milicias gauchas de Güemes que se encuentran expectantes y muy concentradas.
González Balcarce ordena retroceder a Tarija dejando a las fuerzas Milicianas Gauchas como resguardo de retirada.
Córdova y Nieto viendo el retiro de tropas patriotas deciden perseguirlo al día siguiente y ordenan acampar sus tropas al margen del río Suipacha.
Este es justamente el momento clave, las tropas concentradas en Nazareno a las órdenes de Güemes, acompañadas de la caballería chicheña de Tupiza comandadas por el Coronel Don Pedro Arraya-imprevistamente-atacan el Campamento realista de Suipacha el 07 de noviembre obteniendo un triunfo contundente.
El triunfo de Suipacha tuvo un fuerte efecto moral, que se vio reflejado en el pronunciamiento de las ciudades de Potosí el 10 de noviembre, Chuquisaca, La Paz y Cochabamba, (en donde Esteban Arze consiguió el triunfo de Aroma el 14 de noviembre a favor de la Junta de Mayo.)
Castelli estaba en Yavì en el momento de la Batalla, el 08 de noviembre informa a Buenos Aires sobre la victoria parte de guerra que luego terminaría en Tupiza el 10 de noviembre.
En el mismo, convenientemente, omite resaltar la importancia de las fuerzas gauchas salto-jujeñas-tarijeñas y sólo les confiere un papel secundario en la importante victoria.
Ante este agravio, las fuerzas comandadas por Güemes se retiran del Ejército del Norte. La falta de reconocimiento a estos hombres será una de las causas que decidirá la suerte de la campaña ya que el ejército expedicionario perdería las milicias importantes, conocedoras del terreno, afines a las personas y soldadesca que se iba sumando y fundamentalmente el espíritu aguerrido del hombre que pelea en su territorio, en defensa de su tierra.
CONCLUSIONES SOBRE LA BATALLA DE SUIPACHA.-
Son amargas, son tristemente amargas, teniendo la inmensa oportunidad de aplastar al enemigo, se dilapidó miserablemente el primer, y a todas luces cuasi decisivo, triunfo de las Armas de la Patria.
La permeabilidad de la Junta, morenista, las “sugerencias” del imperio inglés, el asesinato de Liniers para satisfacción de Lord Strangford, la demora más que criminalisima de largos meses de inacción, favoreciendo el rearme goda, la baja de Güemes, la pérdida del Alto Perú, todo lo enunciado, atentó severamente contra la causa de la Patria.
Aquel primer estilete de la joven Patria que perforó la barrera española, que dominó el Alto Perú durante larguísimos seis meses, conducidos por Comandantes que perdieron o quisieron perder lo alcanzado, fue el abono para el “olvido” de Guemes, para la minimización de Suipacha.
Comenzó allí mismo el desguace de las Provincia Unidas y a posteriori, los nuevos Comandantes ya no tuvieron la capacidad de una consolidación de las posiciones que se habían ganado.
No figuró Guemes, ni con Balcarce, ni con Belgrano, ni con Rondeau.
Suipacha fue sin lugar a equívoco alguno, la primera y la más importante victoria militar y política de nuestra Guerra de la Independencia.
Al desalojar a los godos al otro lado del Río Desaguadero, a fines de 1810, de las Provincias Unidas, marcó indeleblemente no sólo el territorio sino una voluntad inquebrantable de vencer, expandiendo el ideal libertario de mayo.
Suipacha, fue el testeo real y cierto que se podía mantener la totalidad del territorio, libre de la opresión goda.
Asimismo, en tiempo y forma, aprovechando el estupor español, continuando el avance y consolidando no sólo las posiciones sino incrementando al Ejèrcito Patriota y liberando, realmente, a sus habitantes del oprobio del yugo y explotación, era absolutamente posible llegar a Lima con la Expedición Libertadora.
El análisis, en este tiempo, a la óptica de las Fuerzas en Presencia y el animus reinante, se hubiera podido cristalizar.
Pero es de lamentar, el triunfo de Suipacha, fue en vano, se tiró al albañal de la Historia Argentina, Castelli, imbuido de un despreciable espíritu monárquico, humilló a los pueblos originarios, violentó su idiosincrasia cultural, religiosa y social (concepto éste ya expresado, pero que se refuerza para consolidar fehacientemente).
Resultado? Se ganó el absoluto y total rechazo de sus pobladores que veían en vez de libertad, sólo un cambio de amo, con costumbres similares e indignantes, lo cual estaba, obviamente, reñido con el espíritu que animaba a los verdaderos Soldados, Guemes por ejemplo, magnánimo, comprensivo, tolerante, conocedor de la particular forma de ser de los Pueblos.
El resultado de lo expuesto fue la pérdida, para siempre del Alto Perú, por el sentido y oprobioso fracaso político en esas Provincias y como colofón, el deshonor de Huaqui.
Seguramente el decir esto, habrá de levantar opiniones encontradas y hasta descalificantes hacia este Historiador. No es inhibitorio hacia el mismo.
Lo expuesto está documentado en forma fehaciente, no hay especulación, me refiero al sentido investigativo, que no tenga su soporte documental que avale en forma contundente lo aseverado.
Así como Suipacha, pasa casi desapercibida en las Efemérides Argentinas, así ha pasado y continúa, la lucha patriótica, valerosa, totalmente innovadora en las concepciones de la Guerra, de los Pueblos del Norte de la Nación.
La mayoría de los lectores del presente trabajo, conocen acabadamente el concepto de “la Nación en Armas”. Su experimento más acabado fue la verdadera Guerra de la Independencia en el Norte Argentino.
Afirmo, y fundamento, que la Historia debe escribirse objetivamente, so color político ninguno, con el prisma de lo prístino, lo puro, lo que no tiene mácula, sin tendencias, aunque duela, aunque irrite no sólo los ojos por un detallada lectura, sino también los ánimos.
Otra cosa, en mi concepto estrictamente Académico, es el producto de una supina estulticia, carente de relevancia y nula de nulidad insanable, que deforma con ribetes desgraciados, la enseñanza que se debe de impartir.
En definitiva, la Historia y particularmente la Militar, para modelo de trabajo académico serio y que transcienda, deberá blandir con la dureza de sus aristas investigativas, el rol que está , dentro de la Nación, a desempeñar, con Hidalguía y con Honor.
Esta modesta contribución ha querido plasmar esa intención patriota en aras de un supremo,
Prof. Lic. Salvador Roberto Martínez
Presidente Instituto Nacional Newberiano
Presidente Fundador del Instituto de Historia Aeronáutica y Espacial Mayor FAA Eduardo A. Olivero
CV (breviario al 2010)
FORMACIÓN Y CARGOS:
Licenciado en Relaciones Internacionales
-Profesor Universitario Graduado en Relaciones Internacionales. LEY 24.521.-
-Profesor Universitario Graduado Oficial de Estado Mayor de Gendarmería Nacional con
Orientación en -Conducción Política y Estrategia para la Seguridad.
-Piloto de Helicópteros.
-Instructor de Vuelo.
-Instructor de Andinismo.
-Corresponsal de la NASA.
-Corresponsal del National Air and Space Museum, W.DC, United States of America.-
-Corresponsal del Musée de l’ Air et l’ Espace-Le Bourget-France
-Oficial de Estado Mayor.
-Corresponsal de la OACI- Organización de la Aviación Civil Internacional, Naciones Unidas.
-Especialista en Relaciones de Frontera.
-Experto OACI en los siguientes Anexos; 13, 14, 17 y 18
-Corresponsal de Aviation Week
-Corresponsal de Space Bulletin
Miembro Correspondiente de las siguientes Instituciones:
*Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire del Reino de España.
*Instituto Histórico Cultural del Ejército del Aire del Reino de España.
*Comisión Histórico - Cultural de la Fuerza Aérea Portuguesa.
*Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáuticas de Chile.
*Instituto de Estudios Históricos Aeroespaciales del Perú.
*Instituto Paraguayo de Historia Aeronáutica "Silvio Petirrosi".
*Academia de Historia Aeronáutica del Uruguay
*Miembro Correspondiente del Instituto da Cultura Aeronautica do Brasil
*Instituto Güemesiano de Salta.
*Es Miembro Firmante Fundador del Acta Constitutiva de la FIDEHAE-Federación Internacional de Estudios Históricos Aeronáuticos y Espaciales, en Santiago de Chile.
*Es Profesor Consultor en Publicaciones de Historia Aeronáutica y Espacial y de Relaciones *Internacionales, de América y Europa.
Ostenta las siguientes distinciones:
-Orden al Mérito Santos Dumont, año 2007, otorgada por la República Federativa del Brasil a través de su Fuerza Aérea.
-Orden al Mérito Newberiano, año 1998, otorgada por la Presidencia de la Nación Argentina, a través del Instituto Nacional Newberiano, dependiente de la Secretaría de Cultura.
-Orden al Mérito Eduardo A. Olivero, año 2001, otorgada por el Instituto de Historia Aeronáutica y Espacial Mayor FAA Eduardo A. Olivero.
-Miembro de la Sociedad Argentina de Historiadores.