miércoles, 7 de diciembre de 2016

LA GUERRA EN EL PENSAMIENTO DE MAQUIAVELO. BY PABLO GARCIA SANCHEZ.




Bandera de la Hispanidad en las Américas, 
adoptada como símbolo de las Américas 
por la séptima conferencia internacional 
Americana de Montevideo 
el 13 de diciembre de 1933.

Pocos autores en la historia han tenido tanta relevancia como el florentino Nicolás Maquiavelo, cuya obra maestra El Príncipe se ha convertido en un referente de la literatura universal.
Sin embargo, tampoco hay muchos autores que hayan sido tan malentendidos y denostados como él, habiéndose creado incluso a raíz de su pensamiento el término “maquiavélico” para hacer referencia a aquello que es astuto y engañoso. A lo largo de sus tres principales obras (El Príncipe, Del Arte de la Guerra y Discursos sobre la primera década de Tito Livio) Maquiavelo analiza las bases de la política y la manera en la que debe actuar tanto un príncipe como una república para mantener el poder sobre sus ciudadanos. Sin embargo, en sus escritos no se centrará únicamente en las labores del buen gobierno, sino que dará también una gran importancia a la guerra.
Para entender el pensamiento de este autor debemos comprender que gracias a su formación teórica y humanística logró acceder a la política, donde durante muchos años ocupó altos cargos al frente de la administración florentina y desarrolló numerosas misiones diplomáticas, llegando a organizar incluso una milicia ciudadana para la defensa de la ciudad de Florencia.
Es evidente que a lo largo de su dilatada experiencia en la política, Maquiavelo tuvo la oportunidad de ser testigo de numerosos conflictos y enfrentamientos que afectaban al gobierno directo del día a día. Y es que, Maquiavelo (1469-1527) vivió en una época turbulenta en la que la guerra y la política iban muy estrechamente cogidas de la mano. Era una época en la que Italia era un territorio muy sacudido por las constantes luchas internas entre los numerosos estados que la componían, a lo que se sumaba la presencia del Papa (quien desde los Estados Pontificios trataba de imponer su poder temporal). A esta situación de división interna hay que añadir el gran interés que sentían por Italia las dos principales potencias europeas del momento: Francia y España.
Y es que, desde que en el año 1494 las tropas del rey francés Carlos VIII entraron en Italia (con el objeto de reclamar los derechos dinásticos de la casa de Anjou al trono del Reino de Nápoles), la sucesión de luchas entre España y Francia por hacerse con el control del territorio fueron constantes, convirtiendo a Italia en el principal teatro de operaciones donde lograr la hegemonía en Europa.
Es precisamente este el momento en el que comienza a surgir el Estado y a dejarse definitivamente atrás las características feudales del Medievo. Será precisamente esta nueva concentración del poder la que permitirá a países como España y Francia obtener la fuerza y la organización necesarias para poder volcar su potencial en la expansión más allá de sus territorios. Esta carencia de un poder centralizado será la que critique Maquiavelo, culpándola de ser la responsable de la debilidad italiana y de que Italia se encuentre bajo el poder de los bárbaros, defendiendo en el último capítulo de El Príncipe la necesidad de escoger un príncipe que reinstaurase el orden entre todos los italianos y que expulsase de Italia a los extranjeros.
De este modo, podemos comprender la importancia que da Maquiavelo a que el gobernante ostente el poder sin oposición alguna, realizando para ello aquellas acciones que considere necesarias. Será a través del uso de la violencia y de la existencia de un ejército fuerte como un príncipe conseguirá sostenerse en el poder y dominar otros estados.
Sin embargo, la existencia de estos ejércitos era impensable en una Italia constituida por pequeños estados, que a pesar de encontrarse en una situación de conflicto constante, eran incapaces de sostener el alto coste económico de un ejército permanente y que rehuían la amenaza que podría suponer armar a sus ciudadanos. En lugar de contar con ejércitos propios, en Italia estaba muy extendido el uso de tropas mercenarias. Estos soldados profesionales eran conocidos como condotieros (palabra procedente del término italiano condotta o contrato) y la situación de inestabilidad que se daba en el territorio italiano hacía que fuese un lugar ideal para la proliferación de estas compañías.
Es evidente que, según la concepción de Maquiavelo del poder que debe ostentar el Estado, los mercenarios suponían más una amenaza que una ayuda. Esta constante crítica que realiza Maquiavelo sobre el uso de los mercenarios es comprensible si tenemos en cuenta la escasa predisposición que mostraban los condotieros de su época para combatir y la gran facilidad con la que podían cambiar de señor en función de la paga que se les ofreciera. Es por este motivo por el que a lo largo de sus tres principales obras encontraremos constantes argumentos a favor de la creación de un ejército conformado por ciudadanos que se muevan por el amor hacia su patria, antes que por el amor hacia el dinero y los botines.
Dado que para el autor la guerra es algo inherente a la política y por tanto necesaria, es preciso que los estados ejerzan el monopolio absoluto de la violencia y que prescindan de los servicios de compañías mercenarias. Para ello deben levantar milicias nacionales formadas por sus propios ciudadanos (al estilo de la que creó sin gran éxito el propio Maquiavelo para la República de Florencia), quienes durante una serie de días al año tendrán la obligación de ejercitarse en el uso de las armas, disponiendo así el príncipe de un ejército que no será completamente permanente y por tanto no supondrá un desgaste económico para las arcas, pero que podrá activar y utilizar en un corto período de tiempo.
No cabe duda alguna de la importancia que da Maquiavelo a la creación de una fuerza conformada por los ciudadanos de la república. Sin embargo, hemos de decir que no es una idea completamente suya, sino que desarrolla a partir de sus lecturas de los clásicos de la Antigüedad. Y es que, no debemos olvidar que, aunque esta sea una época de constantes guerras en Italia también es la época del Renacimiento, en la que las culturas clásicas griega y romana vuelven a tener una gran influencia en la cultura y el arte de la época. Así mismo, tampoco debemos olvidar la formación humanista que recibió el autor, quien sentía un apasionado interés por todos los temas relacionados con la Antigüedad, siendo un fervoroso lector de autores como Tito Livio, Tácito, Cicerón, Polibio, Vegecio......

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