miércoles, 30 de noviembre de 2011

El contenido de la enseñanza de la historia ha cambiado en la Argentina tanto en su interpretación política como en la ideológica. Han sido recogidas en gran medida las interpretaciones del revisionismo tradicional, incorporándose algunas visiones de izquierda.

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Por Rosendo Fraga

Normalmente, detrás de cualquier propuesta política existe una determinada interpretación de la historia, ya sea en forma implícita o explícita.

En las últimas décadas del siglo XIX, cuando los países latinoamericanos gestaron su nacionalidad -en algunos casos el estado fue preexistente a la nación, a diferencia de lo sucedido en Europa-, el establecer una determinada visión de la historia jugó un rol fundamental no sólo en la enseñanza escolar, sino en la consagración pública a través de estatuas, monumentos, nombres de calles, instituciones, etc.
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En el caso argentino, esta consagración implicó fundamentalmente establecer a San Martín y Belgrano como los padres de la patria y a Sarmiento como el hacedor de la educación pública.
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Al mismo tiempo, la tradición española era negada y Rosas -el caudillo que dominó la política argentina en el segundo cuarto del siglo XIX- se interpretaba como una figura aborrecida.
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Sobre esta interpretación, en el segundo cuarto del siglo XX surgió como forma del debate político e ideológico la corriente revisionista, alineada con una interpretación nacionalista que como, contrapartida, exaltó a Rosas y denigró a Sarmiento, aunque no cuestionó a San Martín y Belgrano como los padres de la patria.
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Pese a que el revisionismo fue impulsado en gran medida por el peronismo desde los años cuarenta, en la escuela pública siguió predominando más bien la interpretación tradicional de corte liberal: Sarniento siguió siendo el gran prócer de la escuela pública.
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En los últimos años, el contenido de la enseñanza de la historia ha cambiado en la Argentina tanto en su interpretación política como en la ideológica.
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El primer cambio es que la historia que se enseña llega hasta el presente, algo que no sucedía antes. A ello se agrega que han sido recogidas en gran medida las interpretaciones del revisionismo tradicional, incorporándose algunas visiones de izquierda.
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La creación dentro del Estado -como un organismo oficial- del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Nacional e Iberoamericano Manuel Dorrego, apunta a oficializar una determinada interpretación de la historia que articule el relato del oficialismo.
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Quienes impulsaron el nuevo Instituto argumentan que la Academia Nacional de la Historia, que también es una institución del Estado, ha proyectado la interpretación de la historia tradicional. Ello fue cierto en el pasado, cuando predominó en ella la interpretación liberal, pero no en las últimas décadas, donde se incorporaron historiadores con otras visiones.
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La realidad es que la historia en la Argentina se está transformando en un campo de batalla de la política, algo que no es nuevo en nuestro país, pero que está adquiriendo hoy, en la etapa kirchnerista, una intencionalidad política más marcada.
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Esto se vincula con esfuerzos por desmilitarizar la historia, buscando bajar la importancia de los próceres con actuación militar y potenciar la de aquellos que gravitaron en lo civil.
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También se integra la idea de contraponer a Kirchner como la contra-cara del General Roca, la figura política central en el último cuarto del siglo XIX.
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En general, en los gobiernos populistas latinoamericanos integrantes del ALBA se ha modificado la interpretación de la historia para alinearla como justificación del presente.
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En 2011, para el gobierno nacional el bicentenario del nacimiento de Sarmiento pasó desapercibido por considéraselo un prócer liberal. En cambio, cada año la conmemoración de la batalla de la Vuelta de Obligado ha servido para exaltar la figura de Rosas.
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Al mismo tiempo que se le pone el nombre de Kirchner a calles, plazas y diversos lugares públicos, comienzan a cambiarse los que conmemoran a figuras que no coinciden con la interpretación oficial.
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Quizás el problema central es que el nuevo Instituto no tiene por objetivo buscar la verdad histórica sino imponer una determinada interpretación que forme parte del relato del oficialismo y ello hará que la historia sea, aun más que hoy, un campo de batalla de la política. Ya hoy recordar a Sarmiento es hacer oposición y conmemorar a Rosas oficialismo.
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Una visión equilibrada de la historia contribuye a la tolerancia política; en cambio una interpretación que la muestre como blanco y negro o buenos y malos, contribuye a la intolerancia.

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