Orden de los Caballeros de
Su Santidad el Papa
San Ignacio de Loyola
Orden de Caballeros de Su Santidad el Papa "San Ignacio de Loyola", es jesuita laica, bajo la Bendición del General de la Compañía de Jesús, Padre Adolfo Nicolás, colaboradores en la obra de Dios y de los Jesuitas en la misión de Cristo, en obras inspiradas en el desarrollo, la justicia social, los derechos humanos de los pueblos , el cuidado del medio ambiente y en la espiritualidad ignaciana, sean o no sus dignatarios de la Compañía de Jesús) click.
Quiénes somos
Los Caballeros de la Orden , soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.
Los Jesuitas conquistaron Sud América para la Iglesia de Roma
(dijo Lord Maculay)
Regimini militantis Ecclesiae, 27 septiembre 1540.
Esta razón de ser de Ignacio y de sus primeros compañeros se repite en todos los documentos fundacionales. Sin embargo, aunque el combate por Dios está presente en todas partes en las Constituciones, la expresión “Deo militare” ya no figura en ellas.
Ignacio ha pasado del lenguaje de la gesta militar, empleado en los Ejercicios Espirituales, al de la labor paciente en la viña del Señor. En lugar de aspirar a una conquista, Ignacio espera “dar fruto”. Pero este cambio de lenguaje no cambia un ápice su pasión por servir a solo Dios en la contemplación y en la acción, reuniendo un cuerpo “para su mayor servicio y alabanza y gloria” (C. 693). Para que en todo – y también en esta su pasión por servir – Dios solo sea el primero en ser servido, Ignacio desea que “su divina y suma Majestad se sirva de esta mínima Compañía” (C. 190).
En esta visión apostólica no basta luchar por Dios, realizar una obra por Dios; es preciso– para que Dios sea en verdad servido el primero – poner este combate en las manos de Dios, el único que “ha de conservar y regir y llevar adelante en su santo servicio esta mínima Compañía de Jesús, como se dignó comenzarla” (C. 134). Considerando cómo Dios trabaja y labora, es decir, “habet se ad modum laborantis” (EE 236), Ignacio desea insertarse en la obra de Dios, renunciando a toda empresa, opción o preferencia que no sea claramente en la Compañía una iniciativa de este Dios que ha querido servirse de la Compañía.
Hoy más que nunca en su larga historia, la Compañía no puede vivir esta visión mística de Ignacio a menos que forme un cuerpo apostólico orante (C. 812). Oración en plena vida activa: “el oficio del Rector será [ante todo] de sostener todo el Colegio con la oración y santos deseos” (C. 424). Dios es el primero en ser servido si en nuestra vida de apóstoles le dedicamos tiempo y espacio. Porque precisamente en los momentos de oración se trata de reconocer que es Él el que nos hace producir fruto y que de Él esperamos las iniciativas apostólicas en el servicio de su viña. Él es también el primero en ser servido cuando el cuerpo apostólico de la Compañía, en un discernimiento orante, quiere ser tocado en el corazón a fin de que su unión con Dios y sus planes de acción sean una sinergia amante de voluntades. Ignacio nos recuerda que, “para ir adelante en mayor servicio divino” (C. 281), debemos afirmar que “la Compañía, que no se ha instituido con medios humanos, no puede conservarse ni aumentarse con ellos, sino con la mano omnipotente de Cristo Dios y Señor nuestro” (C. 812
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