(CHRISTIFIDELIS LAICI,58)
Don Juan Carlos Lavado (padre
del Mágister Equitium) como
Jefe de la delegación Jujuy de la ex Dirección General de Arquitectura, del
Ministerio de Obras Públicas de la Nación, en 1945 restauró el Cabildo de
Salta, bajo la Direccíon del Arquitecto Don Mario José Buschiazzo.
En el plano interno, a los enfrentamientos entre el gobierno porteño y el caudillo oriental José Artigas, había que sumar que el proyecto de Alvear de instaurar una dictadura centralista y el intento de conciliación con Fernando VII ganaba fuertes rechazos en las provincias y en el propio ejército, que en diciembre de 1814 estando estacionado en Jujuy, se sublevó desconociendo la autoridad del director supremo
En el marco de la conmemoración del Bicentenario del combate de Puesto del Marqués, el 27 de marzo se dictó en el Centro Cultural Guillermo Llampa de Abra Pampa, una charla- taller para docentes denominada Patria soberana o colonia. Significado del Combate de Puesto del Marques - 14 de abril de 1815. La actividad fue organizada por el Área de Educación Rural del Ministerio de Educación, Región
1 – Subsede Abra Pampa y el Instituto Belgraniano de Jujuy. Estuvo a cargo de los historiadores Luis Grenni e Irene Ballatore, miembros del Instituto Belgraniano de Jujuy. Trató la importancia de la Puna jujeña como gran escenario de la Guerra de la Independencia destacando el aporte de los gauchos de Jujuy y Salta
en aquella acción militar que posibilitó la tercera y última campaña al Alto Perú en momentos en que el gobierno de Buenos Aires claudicaba de la causa emancipadora.
La escritora jujeña Irene Ballatore escribió el libro Combate de Puesto del Marqués, Jujuy, 14 de abril de 1815. Colonia o patria soberana del cual se transcriben los siguientes párrafos.
El 14
de abril
del año
1815
se libró
en la Puna
jujeña
el combate de Puesto
del
Marqués, que abrió
camino
a la
tercera
y última campaña de los
ejércitos patriotas
al Alto Perú.
En la acción, una fuerza conformada por efectivos
del Ejército
Auxiliar del Perú, junto a milicias gauchas
de Jujuy
y Salta, aplastó a un
escuadrón
realista de 300
hombres
al
mando del coronel español Pablo Vigil estacionados en el pequeño poblado
de Puesto
Grande
del Marqués.
Además de
las implicancias militares, la victoria del 14 de abril de 1815 puso de manifiesto que los pueblos
de Jujuy
y Salta no estaban dispuestos a aceptar negociaciones maquinadas en despachos oficiales de Buenos Aires que comprometieran la lucha
por
la independencia
y la defensa de
territorio
hasta las últimas
consecuencias.
El
triunfo llegó
en una
encrucijada
para
el Río
de la Plata.
La conducción política
de las Provincias Unidas, bajo el control de Carlos
de Alvear, claudicaba de la causa libertaria ante el regreso al trono del rey
Fernando VII y
las noticias sobre el envío de una gran expedición desde
España destinada a restituir, sin ahorro de sangre,
las colonias al dominio
real.
En el plano interno, a los enfrentamientos entre el gobierno porteño y el caudillo oriental José Artigas, había que sumar que el proyecto de Alvear de instaurar una dictadura centralista y el intento de conciliación con Fernando VII ganaba fuertes rechazos en las provincias y en el propio ejército, que en diciembre de 1814 estando estacionado en Jujuy, se sublevó desconociendo la autoridad del director supremo
Gervasio de Posadas
que había dispuesto reemplazar al general José Rondeau por Alvear
en la jefatura
de la
fuerza. Justificando el alzamiento,
los oficiales decían en un pronunciamiento
que habían actuado ante
“los
progresos
de la
intriga, de
la
subversión y del desorden de que se hallaba amenazado” el cuerpo
militar, “próximo quizá a una completa
y la
más dolorosa
resolución”. El manifiesto también
denunciaba “combinaciones
clandestinas contra el sagrado objeto de
la gran causa que, a costa de tanta sangre y sacrificios, hemos sostenido y sostenemos con honor…”. Revelaba asimismo que el Gobierno de Buenos Aires había destituido sin causa a jefes beneméritos del ejército y ascendido a otros sin cualidades. Una de
las denuncias más graves era el
restablecimiento de las banderas españolas en varios
regimientos
y la “peligrosa incorporación entre las legiones
de la Patria de
un considerable número de españoles europeos, prisioneros tomados en Montevideo, […] los cuales con la mayor desvergüenza manifiestan en sus conversaciones
privadas su
obstinada adhesión a la causa de
su metrópoli
y su
natural deseo de
abandonarnos
en el primer conflicto para aumentar
el número de
nuestros
irreconciliables enemigos…”.
En
el exterior, la política de Posadas y de Carlos de Alvear después, había buscado infructuosamente una fórmula cuando menos contemporizadora con el recién restituido rey, pero
pronto
se vio
que la
corona
española, más absolutista que nunca,
no estaba dispuesta a perdonar
las revoluciones
en las
colonias. Un fulminante
bando
de Fernando VII decía que
“todos
los
cabecillas serán pasados por las
armas
sin darles más tiempo
que el preciso
para morir
cristianamente”. Y ante el fracaso de esta política de acercamiento con
la monarquía
española, el impetuoso Alvear golpearía las
puertas
del trono británico en busca de un
protectorado, asegurando que
“estas provincias desean pertenecer a
la
Gran
Bretaña, recibir
sus
leyes, obedecer
su gobierno
y vivir bajo
su influjo poderoso”.
A
comienzos de
1815
en Suramérica, sólo la
revolución
del Río
de la
Plata había
logrado sobrevivir a la
reacción
realista. Chile
había
sido
recuperado por
el general
español Mariano Osorio y el Alto Perú, si bien era escenario de una intensa insurgencia revolucionaria, estaba bajo control
de las fuerzas
del Rey
desde que el
general Manuel Belgrano sufriera en 1813
las derrotas de
Vilcapugio y Ayohuma.
En 1814,
José
de San Martín
había
encomendado a Martín
Miguel de
Güemes
frenar el avance
realista con sus
huestes
de gauchos
jujeños
y salteños,
que obligaron al general
Joaquín de la Pezuela a una vergonzosa
retirada de Salta y
Jujuy,
pero a comienzos del año 15, La Quiaca,
Yavi
y Rinconada
sufrían nuevamente
las incursiones
de la
vanguardia realista. El general José Rondeau, nombrado
en reemplazo de San Martín, estaba
al mando
del ejército
patriota cuando
estos hechos ocurrían.
El nuevo
jefe carecía
de firmeza
para imponer
el orden
y la disciplina a sus
subalternos,
a lo que se agregaron problemas políticos que agravaron la situación, como las represalias de Alvear contra los regimientos
que se habían
negado
a aceptarlo
como jefe
en la rebelión
de diciembre
del 14.
Para peor, pronto
se suscitarían serias diferencias con Martín Miguel de
Güemes, cuya resolución y autonomía molestaban no sólo al general en jefe sino a las autoridades del
Directorio, que
veían en
él a
un nuevo
Artigas. Varios
documentos de
la época
dan cuenta
de conflictos entre el caudillo salteño
y los jefes porteños e
incluso del intento de
hacerlo bajar a Buenos Aires
para desvincularlo
de las milicias
gauchas que comandaba.
A principios de enero de 1815, mientras Alvear asumía como director supremo en reemplazo de su tío Posadas, el general Rondeau avanzó por la Quebrada de Humahuaca en busca de enemigo, trasladando su cuartel general a Huacalera y en febrero reemplazó a Güemes por
el coronel Martín Rodríguez
en la vanguardia. Así, el caudillo que había expulsado a
Pezuela
en la invasión de 1814 sin más
fuerza que los gauchos, quedaba separado del Ejército Auxiliar del Perú y
pasaba a ser “coronel comandante
del Cuerpo
Militar de
Paisanos
de la
Campaña
de la
Provincia de
Salta”.
En medio de estas agitaciones, un polémico hecho protagonizado en febrero de 1815 por el coronel Martín Rodríguez vino a despertar las peores sospechas. En un acto de grave negligencia o como parte de una maniobra inconfesable según lo sugieren los hechos posteriores, Rodríguez se adelantó desde Humahuaca hacia la hacienda de El Tejar y a causa de haber acampado sin tomar medidas de seguridad, fue sorprendido por un escuadrón realista y tomado prisionero junto a otros efectivos. Conducido a Santiago de Cotagaita, donde tenía su cuartel Pezuela, Rodríguez se las arregló para hablar con el brigadier español y entablar negociaciones para el cese de las hostilidades, lo que según algunos historiadores no era otra cosa que una conspiración de la que también habría sido parte Rondeau, para entregar los intereses de las Provincias Unidas al poder realista.
Alimentaba las desconfianzas de los sinceros partidarios de la independencia, la lentitud de los movimientos de Rondeau aun cuando se sabía que Pezuela –dice el historiador Emilio Bidondo- no estaba preparado para responder un ataque enemigo debido al desgranamiento de sus tropas, que habían tenido que salir a sofocar numerosas insurrecciones como la del cacique Pumacahua en el Cuzco y otras de los incansables patriotas altoperuanos, sin contar el complot del coronel salteño Saturnino Castro, gran espada al servicio de la corona, que había tramado pasar sus hombres al bando patriota.
Pero el amansamiento de las fuerzas patriotas debe leerse en un contexto más amplio. Correspondencia entre Rondeau y el director supremo Posadas en agosto y septiembre de 1814, daba cuenta que el propio gobierno de las Provincias Unidas había ordenado en ningún caso avanzar más allá de la ciudad de Salta. El historiador Luis Güemes en su obra Güemes documentado, escribe que aquella orden “inoportuna y nefasta” del Gobierno a Rondeau “por la cual se desaprovechaba lastimosamente la magnífica ocasión de alcanzar en forma inmediata un triunfo decisivo para la independencia americana, fue consecuencia directa de negociaciones diplomáticas que se venían desarrollando de un tiempo atrás. Resultó epílogo de ellas el oficio del 9 de noviembre de 1814, destinado a Pezuela en el que el director Posadas, confiando en el ‘corazón paternal’ de Fernando VII y la ‘feliz entrada del monarca al trono de sus padres’, le proponía la conclusión de la guerra o cuando menos un armisticio con la evacuación militar por parte de Lima en todo el territorio situado al sur del Desaguadero”.
En su autobiografía, el general Rondeau revela en tono de crítica que “se trabajaba con interés y decisión por aquel tiempo sobre un cambio político de administración” y que “se pensaba nada menos que en retrogradar sumiendo otra vez a estos países de América bajo el sistema colonial”, de lo que –decía- lo había informado el director supremo Posadas en una carta reservada.
Pero no sólo eso. Rondeau también nos habla de la desesperante situación que atravesaba la tropa a fines de 1814 y comienzos de 1815 debido a la falta de recursos y destaca que durante el tiempo que estuvo estacionada en la región, los pueblos de Jujuy y Salta habían alimentado a los soldados y aportado dinero para sus pagas, ya que el gobierno central nada le mandaba para su sostenimiento.
Hacia Puesto Grande
Mientras alentaba a los patriotas altoperuanos a mantener y acrecentar los ataques a las fuerzas realistas, a principios de febrero el general Rondeau se situó en una hacienda del Marqués de Yavi en Humahuaca. Según dice en sus memorias, había ordenado construir “un reducto en la quebrada de Tilcara y en lo más estrecho de este paso en que dejé montadas seis piezas de artillería de a ocho, en precaución de una retirada, no obstante era lo menos en que pensaba pero el punto era a propósito y tenía sobrantes esos cañones….”.
Agrega que “desde Humahuaca puede decirse que se abrió la campaña porque las guerrillas del ejército enemigo que tenía su vanguardia en un paraje nombrado La Quiaca, distante ocho leguas, se encontraban casi diariamente con las del ejército a mi mando y se tiroteaban…”.
Las fuerzas patriotas sumaban unos 4500 hombres, incluyendo a los gauchos comandados por Güemes. Por una carta del coronel Agustín Dávila a Martín Torino, fechada en Jujuy el 3 de marzo de 1815, se sabe que esas milicias estaban conformadas por mil hombres, de los cuales 500 procedían de Salta, 200 de Jujuy y 300 que venían de la frontera al mando del jujeño José Francisco “Pachi Gorriti”. Estos hombres, dice Dávila, marcharon hacia la Puna el 2 de marzo e iban con “bastante caballada de remuda y herrada. Sé que la gente está ansiosa por acción, que ha parado la deserción y por todo esto tengo suma confianza”, agregaba. Los datos aportados por el coronel Dávila son significativos pues para alguna historiografía regional que invisibiliza a Jujuy, los logros de la Guerra de la Independencia en esta etapa fueron de excluyente protagonismo salteño.
A principios de enero de 1815, mientras Alvear asumía como director supremo en reemplazo de su tío Posadas, el general Rondeau avanzó por la Quebrada de Humahuaca en busca de enemigo, trasladando su cuartel general a Huacalera y en
En medio de estas agitaciones, un polémico hecho protagonizado en febrero de 1815 por el coronel Martín Rodríguez vino a despertar las peores sospechas. En un acto de grave negligencia o como parte de una maniobra inconfesable según lo sugieren los hechos posteriores, Rodríguez se adelantó desde Humahuaca hacia la hacienda de El Tejar y a causa de haber acampado sin tomar medidas de seguridad, fue sorprendido por un escuadrón realista y tomado prisionero junto a otros efectivos. Conducido a Santiago de Cotagaita, donde tenía su cuartel Pezuela, Rodríguez se las arregló para hablar con el brigadier español y entablar negociaciones para el cese de las hostilidades, lo que según algunos historiadores no era otra cosa que una conspiración de la que también habría sido parte Rondeau, para entregar los intereses de las Provincias Unidas al poder realista.
Alimentaba las desconfianzas de los sinceros partidarios de la independencia, la lentitud de los movimientos de Rondeau aun cuando se sabía que Pezuela –dice el historiador Emilio Bidondo- no estaba preparado para responder un ataque enemigo debido al desgranamiento de sus tropas, que habían tenido que salir a sofocar numerosas insurrecciones como la del cacique Pumacahua en el Cuzco y otras de los incansables patriotas altoperuanos, sin contar el complot del coronel salteño Saturnino Castro, gran espada al servicio de la corona, que había tramado pasar sus hombres al bando patriota.
Pero el amansamiento de las fuerzas patriotas debe leerse en un contexto más amplio. Correspondencia entre Rondeau y el director supremo Posadas en agosto y septiembre de 1814, daba cuenta que el propio gobierno de las Provincias Unidas había ordenado en ningún caso avanzar más allá de la ciudad de Salta. El historiador Luis Güemes en su obra Güemes documentado, escribe que aquella orden “inoportuna y nefasta” del Gobierno a Rondeau “por la cual se desaprovechaba lastimosamente la magnífica ocasión de alcanzar en forma inmediata un triunfo decisivo para la independencia americana, fue consecuencia directa de negociaciones diplomáticas que se venían desarrollando de un tiempo atrás. Resultó epílogo de ellas el oficio del 9 de noviembre de 1814, destinado a Pezuela en el que el director Posadas, confiando en el ‘corazón paternal’ de Fernando VII y la ‘feliz entrada del monarca al trono de sus padres’, le proponía la conclusión de la guerra o cuando menos un armisticio con la evacuación militar por parte de Lima en todo el territorio situado al sur del Desaguadero”.
En su autobiografía, el general Rondeau revela en tono de crítica que “se trabajaba con interés y decisión por aquel tiempo sobre un cambio político de administración” y que “se pensaba nada menos que en retrogradar sumiendo otra vez a estos países de América bajo el sistema colonial”, de lo que –decía- lo había informado el director supremo Posadas en una carta reservada.
Pero no sólo eso. Rondeau también nos habla de la desesperante situación que atravesaba la tropa a fines de 1814 y comienzos de 1815 debido a la falta de recursos y destaca que durante el tiempo que estuvo estacionada en la región, los pueblos de Jujuy y Salta habían alimentado a los soldados y aportado dinero para sus pagas, ya que el gobierno central nada le mandaba para su sostenimiento.
Hacia Puesto Grande
Mientras alentaba a los patriotas altoperuanos a mantener y acrecentar los ataques a las fuerzas realistas, a principios de febrero el general Rondeau se situó en una hacienda del Marqués de Yavi en Humahuaca. Según dice en sus memorias, había ordenado construir “un reducto en la quebrada de Tilcara y en lo más estrecho de este paso en que dejé montadas seis piezas de artillería de a ocho, en precaución de una retirada, no obstante era lo menos en que pensaba pero el punto era a propósito y tenía sobrantes esos cañones….”.
Agrega que “desde Humahuaca puede decirse que se abrió la campaña porque las guerrillas del ejército enemigo que tenía su vanguardia en un paraje nombrado La Quiaca, distante ocho leguas, se encontraban casi diariamente con las del ejército a mi mando y se tiroteaban…”.
Las fuerzas patriotas sumaban unos 4500 hombres, incluyendo a los gauchos comandados por Güemes. Por una carta del coronel Agustín Dávila a Martín Torino, fechada en Jujuy el 3 de marzo de 1815, se sabe que esas milicias estaban conformadas por mil hombres, de los cuales 500 procedían de Salta, 200 de Jujuy y 300 que venían de la frontera al mando del jujeño José Francisco “Pachi Gorriti”. Estos hombres, dice Dávila, marcharon hacia la Puna el 2 de marzo e iban con “bastante caballada de remuda y herrada. Sé que la gente está ansiosa por acción, que ha parado la deserción y por todo esto tengo suma confianza”, agregaba. Los datos aportados por el coronel Dávila son significativos pues para alguna historiografía regional que invisibiliza a Jujuy, los logros de la Guerra de la Independencia en esta etapa fueron de excluyente protagonismo salteño.
Martín Miguel de Güemes*
Con poco más de 2000 mil hombres
a sus inmediatas órdenes, Pezuela, deseoso de una tregua a la espera de
refuerzos prometidos y convencido del buen curso de las negociaciones de
“pacificación” entabladas con Martín Rodríguez dio por hecha la suspensión de hostilidades
por ocho días “término señalado para que Rondeau contestara definitivamente
sobre las bases preliminares de un acomodamiento”. De allí que la vanguardia
realista no esperara ser atacada cuando a comienzos de abril un escuadrón de
cazadores con trescientos hombres al mando del coronel Pablo Vigil se adelantó
desde Yavi hacia Puesto del Marqués, caserío así llamado por ser un fundo de
Juan José Fernández Campero, el “Marqués” de Yavi.
Luego del incidente de El Tejar,
los patriotas se mantuvieron en Huacalera hasta el 2 de abril, fecha en que
marcharon hacia Humahuaca, donde se recibió la noticia del avance de Vigil y se
decidió el ataque.
Al general patriota Francisco
Fernández de la Cruz se le encomendó una fuerza de vanguardia compuesta por 500
hombres de línea, más las milicias de Güemes, que con la intención de caer por
sorpresa sobre el regimiento de Vigil, marcharon toda la noche en dirección a
Puesto Grande, divisando el caserío al amanecer del 14 de abril de 1815. Las
tropas virreinales descansaban plácidamente cuando sobre ellas se dio el
ataque, que les dejó como saldo la muerte de más de cien efectivos y más de un
centenar de prisioneros. Armas, municiones, equipajes y animales fueron tomados
por los patriotas, que sólo tuvieron un puñado de heridos, entre ellos el
jujeño José Mariano Iturbe.
En su parte del combate, fechado
en Caracara el 15 de abril de 1815, Fernández de la Cruz dice:
“Habiendo llegado el 13 [de
abril] a las 9 de la noche a casa de Diego Cala, fui informado por los bomberos
que el Regimiento de Cazadores Montados del enemigo al mando de su coronel D.
Pablo Vigil, que se
hallaba en el
Puesto Grande de
Marqués, había sido reforzado por 300 hombres que vinieron de Cangrejos,
con cuya noticia me propuse atacarlos o sorprenderlos; a éste efecto ordené que
el Batallón de Cazadores fuese conducido a la grupa por los Granaderos a
Caballo, Dragones y gauchos, hasta llegar a una legua del enemigo, lo que se
logró sin ser sentidos: aquí dispuse las divisiones en el orden en que debían
atacar, a saber, granaderos a caballo a la derecha, cazadores al centro y los
dragones y gauchos a la izquierda; dejando un cuerpo de reserva a la
retaguardia, y marchando en columna así, me hallé al ser ya de día a un cuarto
de legua de los enemigos: de esta distancia mandé saliesen dos divisiones de
gauchos a tomarles la retaguardia, y seguí de frente con las demás tropas:
fuimos sentidos mucho antes de llegar a la casa y habiendo ellos roto un fuego
vivo parapetados de los corrales, mandé avanzar los granaderos, dragones y el
resto de los gauchos, llevando los segundos a ancas una guerrilla fuerte de
cazadores; pero el enemigo que a precaución había dormido con los caballos
ensillados huyó en el momento aunque sin dejar de continuar con mucha actividad
al fuego, y como estuviese más impuesto de los pasos de un arroyo casi
intransitable que corre al frente e izquierda de la casa; pudo lograr escaparse
y ganar mucho terreno hacia Cangrejos; más a pesar de esta ventaja fue tanto el
empeño con el que se persiguió que en el espacio de tres leguas sólo pudieron
escapar el comandante Vigil y el capitán Valle, con más de un negro soldado; se
contaron muertos en el campo 105 entre ellos un teniente
coronel y tres oficiales más; prisioneros, un teniente coronel, un capitán, dos
tenientes, un portaguión y 117 soldados; han quedado en nuestro poder sus
equipajes, papeles, todas sus armas, monturas, caballos y también los dos
guiones; por conclusión nada han salvado, siendo la perdida por nuestra parte
sólo de cinco heridos que han hallado después a más de los dos que avisé a VS
en mi parte anterior.
No puedo elogiar bastante el
ardimiento y valor con que los jefes, oficiales y tropa se comportaron así en
el avance, como en el perseguir al enemigo; los valientes gauchos con su jefe y oficialidad son tan
recomendables y fue tanta su bizarría que nada tuvieron que envidiar a las tropas más
aguerridas. Estos solos no han sido los resultados de la victoria: los enemigos que se hallaban en
los puestos de Cangrejos y Cangrejillos con una fuerza de 900 hombres y a quienes según mi
plan debía atacar después del primer golpe (lo que no pude verificar por
haberse cansado en extremo las cabalgaduras en la persecución del enemigo)
huyeron con tanta precipitación y aturdimiento a la primera noticia que según
las de varios pasados se le desertaron sobre doscientos hombres habiendo herido
a un oficial que quiso contenerlos. El resto de la vanguardia que se hallaba en
Yavi al mando del mayor general [Olañeta] salió en fuga esa misma noche por el
escabroso camino de la Cuesta de la Culebra y en ella se les escaparon en
Sococha 153 de nuestros prisioneros de Ayohúma los que habían traído presos
para trabajar trincheras en Cangrejos, sin que quedase uno solo con más siete alcaldes
de naturales que tenían puestos en capillas para pasarlos por las armas. Crea
vuestra señoría que si no es el estar tan rendidos los caballos este mismo día
hubiera concluido con toda la
vanguardia enemiga sin que
hubiese salvado un solo hombre que llevase la noticia a su general
Pezuela que se halla en Santiago de Cotagaita…”.
El general
José María Paz,
que combatió en
Puesto del Marqués,
realiza en las “Memorias
Póstumas” una vívida descripción de lo ocurrido: “El enemigo estaba en el más
completo descuido y sin más precaución que una guardia avanzada a algunas cuadras de la casa en donde estaban alojados los jefes. Su
seguridad era tanto mayor cuanto dos o tres días antes había marchado un
parlamentario, que yendo por el otro camino, desencontró a nuestro ejército y
tuvo que venir por nuestra espalda al día siguiente del suceso que voy a
referir. Se consideraban tan fuera de peligro que había afluido una
concurrencia prodigiosa de vivanderos, haciendo abundar los comestibles y aun
los artículos de regalo. Cuando entramos a su campo, lo hallamos atestado de
licores, chocolate, dulces, pan, bizcochos, frutas y toda clase de provisiones
[…] El grueso de nuestro ejército siguió pausadamente la marcha y probablemente
descansó una parte de la noche en medio camino pero nuestra columna marchó sin
cesar; de modo que antes de rayar el día, estuvimos a la vista de Puesto del
Marqués. Éste no consiste sino en unos cuantos ranchos en medio de una extensa
y árida llanura, como lo son las de aquellos frígidos lugares […] Desplegada
nuestra línea, se movió avanzando y muy luego más de mil hombres de caballería
se golpearon la boca (como se dice vulgarmente) y dando terribles alaridos, se
lanzaron sobre trescientos enemigos sorprendidos y apenas despiertos: la
victoria no era difícil pero la carnicería fue bárbara y horrorosa”.
Por su lado, el brigadier Joaquín de la Pezuela, en su
Memoria Militar refiere, tras citar las numerosas adversidades sufridas a causa
del accionar de los insurgentes altoperuanos: “….y el infame Rondeau quebrando
el término de la suspensión de hostilidades a los seis días de haber llegado
[Martín] Rodríguez a su compañía, se puso en marcha con todo su ejército para
venir a atacarme ejecutándolo en Puesto del Marqués el 14 de abril con mi primera avanzada que consistía en el
Escuadrón 2° Cazadores, del mando del teniente coronel don Antonio Vigil cuya
fuerza de 200 hombres fue atacada por más de 700 de caballería enemiga y un
batallón de infantería, haciendo Vigil sin embargo una defensa la más heroica,
tanto para mantener su puesto, como lo consiguió más de dos horas, como en su
retirada de más de cuatro leguas siempre batiéndose con los enemigos aunque le
quedó muy poca gente, pues perdió 7 oficiales, 140 hombres de tropa…”.
El colofón de la trágica jornada para las armas del Rey fue
“el chocante espectáculo de 1500 hombres dispersos que mataban rendidos, se entregaban a
la borrachera, gritaban, corrían y se conducían a su arbitrio”, describió el
general Paz.
Jujeños en Puesto del Marqués
Se batieron en la acción al menos doscientos jujeños, de los
que han quedado registrados unos pocos nombres, entre ellos, el tilcareño
Manuel Álvarez Prado, jefe de fuerzas gauchas que operaban en la Quebrada de
Humahuaca. Habiendo tomado parte en
las luchas por
la independencia desde
1810, en 1815
Álvarez Prado está incorporado al cuerpo de milicias que se
integra al Ejército Auxiliador del Perú al mando del general Rondeau. Tras
combatir en Puesto del Marqués, y tomando una postura distinta a la de Güemes,
seguirá marcha al norte, actuando en las batallas de Venta y Media y Sipe Sipe,
así como en las acciones posteriores de la caballería gaucha, apoyando la
retirada del ejército patriota hasta hacer pie en Humahuaca.
Eustaquio Medina, capitán de Güemes en el Río Negro
(actuales San Pedro, Ledesma y Santa Bárbara) y coronel graduado del Ejército
Auxiliar, estuvo en las tres campañas al Alto Perú y combatió en Puesto del
Marqués.
José Mariano Iturbe, uno de los Decididos de 1812, es otro
de los jujeños que se batieron el 14 de abril de 1815 y resultó herido en la
acción. Pasó con las fuerzas de Rondeau al
Alto Perú, donde
intervino en las acciones de Venta y Media y Sipe Sipe y de regreso a Jujuy, se
sumó a los escuadrones de gauchos que pelearon hasta la finalización de la
Guerra de la Independencia.
Los hermanos José Eustaquio y Domingo de Iriarte, que se
habían incorporado como Decididos en el
ejército del general Belgrano, están también en la lista. José Eustaquio
había sido ascendido
a capitán efectivo
de la Segunda
Compañía Auxiliar del Regimiento Partidarios de Jujuy cuando
peleó en el combate de Puesto del Marqués. Domingo, ascendido a capitán en 1814
por su actuación durante la resistencia y hostigamiento a las tropas de Pezuela
que habían invadido Jujuy y Salta, integró las milicias dirigidas por Güemes
desde el comienzo de la guerra de recursos.
José Francisco Pachi Gorriti participó con 300 gauchos,
integrantes del cuerpo de milicias voluntarias que había formado en su finca de
Horcones, Rosario de la Frontera (Salta) y que fue la primera base de apoyo de
Güemes en la Guerra Gaucha iniciada en
1814.
El capitán indígena Diego Cala, natural de Puesto del
Marqués, prestó su conocimiento del lugar al general Fernández de la Cruz al
planificarse el golpe contra Vigil. Cala era uno de los jefes del coronel Juan
José Fernández Campero, también conocido como el marqués de Yavi, que desde
1813 se había volcado al bando revolucionario, aportando su cuantiosa fortuna a
la manutención y equipamiento del ejército patriota. Según algunos
historiadores como Yaben, Fernández Campero estuvo en Puesto del Marqués, pero
no está mencionado en el parte del combate. Rondeau, en sus memorias, señala
que al llegar a Humahuaca se instaló en una hacienda del marqués de Yavi.
Consecuencias
La victoria de Puesto del Marqués tuvo consecuencias
relevantes para la marcha de la guerra en el paradojal momento en que el
director supremo Carlos de Alvear, renunciando a la causa de la independencia
nacional, ofrecía a la corona británica hacer un protectorado de las Provincias
Unidas del Río de la Plata.
Por un lado, el triunfo logrado en tierra jujeña dejaba
expedito para el general Rondeau el camino al Alto Perú, si bien se había
perdido la extraordinaria oportunidad de derrotar completamente y de una sola
vez a los realistas, los que luego del grave revés abandonaron precipitadamente
Yavi, Santiago de Cotagaita, Potosí, Chuquisaca y Chayanta, replegándose hacia
Oruro. Se abría así la tercera y última campaña de los ejércitos de las
Provincias Unidas al Alto Perú, pocos meses después malograda con las derrotas
de Venta y Media y Sipe Sipe, que implicaron la pérdida definitiva de estos
territorios para la revolución rioplatense.
Al mismo tiempo, las oscuras negociaciones en torno a la
pacificación con Pezuela entabladas entre el Directorio y Martín Rodríguez, que
tanto habían dado que hablar dentro y fuera del ejército, se hacían añicos. Le
cabría a Güemes, con su decidida participación en el combate, el mérito de
haber roto aquel nudo gordiano.
Con razón decía Güemes en una carta de setiembre de 1815 al
director interino Álvarez Thomas: “Aquí, en esta provincia de Salta, tiene V.E.
cuatro a cinco mil campeones abrazados con el sagrado fuego de la libertad de
la patria, y altamente entusiasmados con el patriotismo más puro e
incorruptible. Están acostumbrados a vencer. No parezca hipérbole que diga a V.E. que su
valor ha sido tan notorio, tan acreditado y tan heroico, que merece más bien la
admiración que la imitación. El Perú, que decía Abascal lo tenía cerrado con
tan fuertes y gruesas aldabas que ni las fuerzas de Hércules podrían
quebrarlas, las rompieron como debilísima tela de araña. Expelieron a los
enemigos de esta ciudad y la de Jujuy y con la batalla de Puesto Grande los
forzaron a desocupar las provincias de Potosí y Charcas, sin que el Ejército
Auxiliador tuviese la pérdida de un solo soldado, o descargase un tiro de
fusil”.
El triunfo de Puesto del Marqués
tuvo asimismo implicancias dentro de la política interna de las Provincias Unidas,
la principal de las cuales fue el acrecentamiento del prestigio militar y la
consolidación del poder de Güemes en la región. La historiadora Sara Matas de
López destaca que en Puesto del Marqués el líder salteño nuevamente toma la
iniciativa y actúa por decisión personal, aprovechando hábilmente la
oportunidad que se presenta para demostrar la capacidad de sus fuerzas en plena
puja con Rondeau, que recela de ese creciente poder paralelo formado por el
paisanaje movilizado.
Tras el combate, molesto con los jefes porteños, Güemes se
retiró a Salta con su tropa y se hizo elegir gobernador intendente de la
provincia por el Cabildo de esa ciudad, cargo que desempeñaría con mano dura
hasta su muerte en 1821.
Los celosos jujeños le reconocieron sus méritos en la
victoria, como queda de manifiesto en un acta del Cabildo de Jujuy del 9 de
mayo de 1815, donde se expresa que el coronel Martín Miguel de Güemes
“ciudadano servidor a la patria que ha expuesto su pecho al rigor del enemigo
desde los principios de nuestra regeneración política hasta el último combate
que él ha dado en la acción del Puesto Grande, ha sido un libertador de
las ciudades de
Salta y Jujuy
[…]”, aunque a
cartón seguido se
quejaban por no habérseles
dado ninguna participación en la elección del mandatario, cuestión que daría
origen a un grave conflicto institucional entre ambas jurisdicciones.
Por una ironía del destino, el mismo día en que se libraba
el combate de Puesto del Marqués en la lejana Jujuy, caía el director Carlos de
Alvear en medio de un escándalo político de inmensas proporciones y tres días
después se podía ver flamear en el Fuerte de Buenos Aires la bandera celeste y
blanca en lugar del pabellón real. En sus Memorias Curiosas, escribía Juan
Manuel Beruti: “Este nuevo día amaneció […] puesta en el asta de la Fortaleza,
la Bandera de la Patria, celeste y blanca, primera vez que en ella se puso,
pues hasta entonces no se ponía otra sino la española cuya bandera la hizo
poner el Comandante de la Fortaleza, que el día antes fue nombrado para su
cuidado y defensa, el Coronel Luis Beruti, con lo cual entusiasmó sobremanera
el pueblo en su defensa, y desde este día ya no se pone otra sino la de la
Patria” .
El programa de la Independencia recobraba así energía
después de tantas negaciones e intrigas al más alto nivel de las decisiones
políticas y militares del país, y a espaldas de la opinión de los pueblos que
sufrían en carne propia las invasiones de las legiones realistas.
El Cabildo de Jujuy, en una asamblea popular llevada a cabo
el 17 de mayo de 1815, prestó asentimiento a la designación del reemplazante de
Alvear “con la condición de que jamás perjudicará los derechos imprescriptibles
de los pueblos” y advirtiendo que el primer deber del nuevo director era
convocar a diputados en un plazo de seis meses para constituir el Congreso
nacional “suspirado”, o sea el que declarase, por fin, la independencia de la
Provincias Unidas.
Escuchando los clamores,
el director interino
Ignacio Álvarez Thomas
llamó al Congreso de Tucumán que
inauguró sus sesiones en marzo de 1816, declarando el 9 de julio la
independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica no sólo del rey de España,
Fernando VII, sus sucesores y metrópoli, sino de “toda otra dominación
extranjera”, expresa Ballatore.
Cabe acotar que en el marco del Bicentenario del Combate, la
Provincia de Salta donó a la localidad de Puesto Grande del Marqués un busto
del general Martín Miguel de Güemes y una placa conmemorativa.
Homenaje al Grl Güemes*
El 8 de febrero de 2015 el Güemesiano Roberto Manuel
Casimiro tributó en el barrio porteño de La Boca un homenaje al Grl Martín
Miguel de Güemes al cumplirse un nuevo aniversario de su natalicio.
En la apertura del
homenaje fueron presentadas las Banderas de la Nación y de la Provincia de
Salta, luego se
difundieron el Himno
Nacional Argentino y
el Himno a Güemes. Acto seguido se realizó una
alocución destacando los principales aspectos de la vida del prócer y su
servicio a la causa independentista.
El homenaje se cerró con el retiro de las Banderas de
Ceremonias, tras lo cual se interpretaron temas folklóricos.
Salutaciones y Novedades
Desde Dinamarca, la
salteña María Antonia
Aguilera expresa: Muchas gracias por todos los envíos del
Boletín. Aunque a destiempo, me enteré en el anterior sobre
el cumpleaños del
mismo. Por muchos
más y porque
se extienda a otros el mensaje más y más.
Desde la Ciudad de Juana Koslay (Provincia de San Luis),
Sonia Angélica Carande de Funes comenta que su cuento titulado ¡Macacha! fue
seleccionado en el concurso Todos los autores, todos organizado por el Programa San Luis Libro, dependiente
del Ministerio de Turismo y las Culturas del Gobierno de la Provincia de San
Luis, el que será publicado próximamente. El cuento está ambientado en la
invasión que Rondeau realizara a Salta y que finalizó en Marzo de 1816 con la
firma del Pacto de Los Cerrillos.
Desde la Ciudad de Buenos Aires, Luis Van Doorn comenta que
el 31 de marzo del cte. año falleció el Vicecónsul Honorario de España en
Salta, José Antonio Lastra González.
Cariñosamente recordado como
Pepe fue el mentor del busto erigido en Madrid en homenaje
al Grl Güemes e inaugurado en el año 1985 en el Bicentenario del natalicio del
prócer. Desde entonces existe en la capital de España una Plaza que lleva por
nombre Ciudad de Salta, en el Parque de la Colina. El busto es obra del
escultor Roberto Maheasi. En una próxima edición se recordarán las palabras que
Lastra González pronunciara en ésa oportunidad.
Palabras Finales
En el próximo Boletín se publicará información relacionada
con el derrotero del ejército patriota luego del triunfo Güemesiano en Puesto
del Marqués. En la oportunidad se transcribirá un importante documento en el
que consta el trato dado a los patriotas altoperuanos, descripto por el mártir
de la independencia, Manuel Asencio Padilla. A través de su lectura se podrá
apreciar que dicho trato coincide con el dado a los habitantes de la Puna salto
jujeña, sistemáticamente marginados y soslayados.
En el marco del Bicentenario de nuestra Independencia se
continuará promoviendo el reconocimiento a estos patriotas, cuyo valor y
sacrificio constituyeron un relevante aporte a la conformación del país por el
que lucharon.
Ciudad de Buenos Aires, 17 de abril de 2015
*Lazos
entre el Mágister Equitium Fundador de la Orden Militar de Caballería Don Carlos Gustavo Lavado Roqué, y el Prócer Argentino General Don "Martín
Miguel de Güemes". i. ISAAC3 ROQUÉ GÜEMES, b. 1846, Córdoba,
Córdoba, Argentina; d. 29 de marzo 1920, Córdoba, Córdoba, Argentina. 10. ii.
ENRIQUETA ROQUÉ GÜEMES, b. 1847, Córdoba, Córdoba, Argentina. iii. CONSTANCIA
ROQUÉ GÜEMES, b. 10 1849, Córdoba, Córdoba, Argentina; m. PABLO C BELISLE, 09
Jun 1892, Córdoba, Córdoba,
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