Y
así escuchamos desde medidas coherentes hasta la ya trillada seguridad por vía
de “inclusión social” o del mejoramiento de la economía, y
cuanto más populista el candidato, más frecuente el uso de estos términos.
Pero, ¿es real que una buena economía
trae de por sí más seguridad?
No
pareciera el caso. En Estados Unidos lo saben bien, porque cuando la economía estaba en
pleno apogeo, la tasa delictual tocaba su punto máximo también, en la era previa a la llegada de los
planes de seguridad de llamados aquí de Tolerancia Cero (hasta mitad de los
90).
Múltiples
estudios, por ejemplo los citados en la “biblia” de los criminólogos modernos, Crime and Human Nature, de los profesores norteamericanos de
Harvard llegan a la conclusión de que. a mejoramiento de la economía, y
dejando a las demás variables intactas, la criminalidad también escala
por las nuevas oportunidades que encuentra, sobre todo la del crimen
organizado.
¿Esto
significa que economías pobres son seguras? No necesariamente, riqueza
y seguridad van por andariveles separados, hay países ricos con
mucha seguridad y países pobres también seguros, como por ejemplo Cuba.
Si
riqueza y seguridad se unen, es la situación ideal, pero no
lo aceptemos como regla porque no lo es.
Ejemplo
nacional: nadie puede negar que la economía argentina creció en
época del presidente Kirchner, y así también lo hizo la criminalidad en general, salvo excepciones
puntuales en algunos ilícitos en los que se trabajó correctamente como en
secuestros extorsivos.
Lo
que sí ha sido comprobado en otras latitudes es que la seguridad trae
desarrollo, por ello de que el crimen tiene
un alto costo, social y monetario. La consultora americana RAND
hizo un análisis pormenorizado del costo económico del delito, y así llegó a la
conclusión que un homicidio costaba alrededor de 5 millones de dólares, no sólo
por los costos directos asociados a una muerte, como gastos médicos,
policíacos, de justicia y de lucro cesante del occiso, sino también por los
relacionados a la locación adonde ocurría la muerte violenta, por cuanto incidía
directamente sobre sus inversores, su turismo, su valor de los inmuebles, etc.
Los
primarios ingresan al delito no solamente por falta de oportunidades económicas
sino por exceso de oportunidades del
sector ilícito, mayormente
del narcotráfico. No hay plan social que valga
cuando el negocio narco crece y ofrece mejores ingresos, sobre
todo en sistemas policiales-judiciales de alta ineficiencia, en los cuales el
riesgo de ser detenido por un largo plazo es casi nulo.
Preocupémonos
entonces por mejorar la seguridad pública no sólo por obligación legal y moral
del gobernante sino además porque ello traerá aparejado desarrollo sustentable
para nuestro país.
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