Lamentablemente ocurrió. Luego de unos pasos de tragicomedia del presidente de reemplazo en la Cámara de Diputados, el Senado brasilero aprobó el juicio político a la presidenta Dilma Rousseff. La salida del PT del gobierno, después de 13 años, plantea preguntas necesarias que merecen respuestas urgentes.
No se trata solamente de la maniobra de una casta política corrupta sin sustento de legitimidad, que lo es. Tampoco es estrictamente un golpe de estado, tal como los entendemos en América latina. Que el enemigo es perverso es una lección básica que se debería haber aprendido hace tiempo, por eso, no se trata simplemente de lo que hicieron los enemigos o los “traidores”. Se trata, sobre todo, de entender qué hizo mal, o mejor dicho qué es lo que dejó de hacer de lo que debía el partido de Lula.
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