domingo, 12 de febrero de 2012

Los Jesuitas en la Ciudad de Paraná, Provincia de Entre Rios, República Argentina. Por el Excmo Mágister Equitium Cte Pr Dr Don Carlos Gustavo Lavado Roqué PhD.



Transcurría el siglo XV cuando los vecinos de mi ciudad decidieron que había sido fundada en un lugar inapropiado. Se dijo que en épocas de grandes lluvias no se podía salir de ella sin peligro de ser devorados por las corrientes de los arroyos linderos que se salían de madre. Se dijeron muchas cosas pero nada rozando a la verdad. Todo comenzó con la llegada de los Jesuitas. Sin embargo no eran odiados, por el contrario, la mayoría los amaba y veía en ellos sus dones más preciados: la sabiduría y el amor por los demás. ¿Qué pasaba, entonces? Es que con ellos llegaban oleadas de nativos que llegaron a superar en número a los mismos españoles. Y venían a quedarse. Serían sus temidos vecinos atraídos por el sistema de vida que les ofrecían los religiosos.

Las tierras donde se asentaron, las del .pago de la Cruz., fueron concedidas por el sobrino del mestizo más célebre de esta ciudad. Mejor dicho el querido y temido por indios y por españoles .mancebo de la tierra.. Hernandarias representó para esta América la simbiosis del español y del nativo; con las virtudes pero también con los defectos de ambos. Y Hernandarias y sus descendientes tenían gran afecto por los hombres de la Compañía de Jesús y confiaban en ellos cuando de mantenerse en paz se trataba.

Lo cierto es que, muerto Hernandarias y con los indios pululando por los alrededores, el Cabildo optó por idear una serie de calamidades para evitar que los aborígenes se asentaran en estas tierras. Sabían que estableciéndose permanentemente cerca de éstos y mezclándose entre ellos conseguirían crearles un sentimiento de rechazo y, en los religiosos, otro de protección.

Pocos años después del traslado de la población a un sitio lindero al paraje de .la Cruz. la Compañía de Jesús decidió trasladar la reducción a otro lado. Menos algunas dependencias, el Colegio, la Iglesia y los corrales donde se reunía el ganado, lo demás se entregó a los descendientes de Hernandarias. Poco a poco mi ciudad se fue extendiendo. Primero mediante un sendero que unía la vieja ciudad con la nueva. Ese sendero se hizo calle y los vacíos a su vera se fueron llenando con casas, jardines y arboledas.

A unas cuadras de la nueva ciudad y de la Iglesia San Miguel los españoles comenzaron a levantar un templo para que sirviese de catedral de los españoles. La desidia, la presencia de una iglesia, más para españoles que para nativos (éstos contaban con cuatro oratorios y una capilla), o la falta de incentivo hizo que el proyecto de catedral quedase en los cimientos de unas pocas varas de altura.

Pasó el siglo XVII y llegó el XVIII, la ciudad se extendía. Frente a la inacabada catedral se formó una plaza y frente a la fachada oriental de ésta se construyó un rancho para la casa capitular. A mediados de este siglo, más precisamente en 1745, el Colegio San Francisco Xavier hizo construir una nueva iglesia de cal y piedras con frente al oriente y separada del colegio y casa de los Padres por un cerco de vides.

Un par de años antes los españoles recomenzaron los trabajos de su catedral levantando unos metros más de paredes de adobe hasta alcanzar el dintel de sus tres pórticos.

En 1767 sobrevino la expulsión de los jesuitas. Sus bienes fueron expropiados. Algunos se vendieron, otros fueron despojados por particulares y unos pocos se dedicaron a la misión para la cual fueron construidos. La Iglesia de San Miguel fue entregada al clero para que en ella funcione la Matriz.

El Colegio y la Capilla particular de la Inmaculada Concepción fueron cedidos a la Orden de La Merced para establecer una escuela de aritmética y primeras letras. Parte del edificio fue destinado a la sala capitular y otras dependencias al hospital. En 1795, Fray Pedro Josef Ximénez levantó inventario de sus bienes y la iglesia fue entregada a los religiosos de la Orden de Santo Domingo quienes decidieron mantener su advocación a San Miguel Arcángel. La inacabada catedral de los españoles continuaba en la misma situación.

Así llegamos al siglo XIX. En 1807 los Padres de Santo Domingo pidieron autorización para continuar con el proyecto de catedral de los españoles; lo que se les dio. Sin embargo en 1818 cambiaron de parecer y regresaron a la iglesia jesuita. Como la parte más dañada era la del ábside decidieron cortarlo y construir una nueva iglesia a partir del presbiterio hacia la parte opuesta, de una sola nave y dos torres. Así quedaron el colegio, la casa de los Padres y la Iglesia enfrentados a la fachada oriental de la plaza. De la mitad de la manzana hacia el Sur se extendía la huerta y unos aposentos que los jesuitas habían hecho construir para alquilar y, así, tener una entrada más. En 1829, con muy poco para finalizarla, se inauguró la nueva Iglesia de San Miguel. En 1859, a solicitud del Presidente Urquiza Su Santidad Pío Nono aceptó la construcción de un nuevo templo, dedicado a San Miguel Arcángel, acorde a su condición de catedral. Entre tanto dispuso que se utilice provisoriamente como tal la Iglesia Parroquial del Rosario que allí había sin cambiar su advocación.

En 1886 se bendijo la catedral dedicada a Nuestra Señora del Rosario. ¿Por qué no a San Miguel Arcángel como se establecía en la Bula de 1859? No se sabe… En 1898, finalizadas las obras de la iglesia proyectada para catedral de los españoles, se trasladó a ella la Imagen histórica de San Miguel Arcángel y una pila bautismal de origen misionero que estaban en la vieja catedral y se la destinó a Parroquia de San Miguel Arcángel.



Miguel Angel Mernes
DNI 5796320
Paraná . Entre Ríos

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