Cultura
del trabajo
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La
mediocridad y venalidad de muchos gobernantes han ido destruyendo no solo a
naciones enteras, sino también al único fundamento sólido sobre el cual podría
en el futuro reedificarse: La cultura del trabajo. Y la reconstrucción del
tejido social es imposible si no la recuperamos.
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En nuestra epopeya gaucha apuntaba José Hernández en los consejos de Martín
Fierro a sus hijos:
.El trabajar es la Ley
porque es preciso alquirir
no se espongan a sufrir
una triste situación
sangra mucho el corazón
del que tiene que pedir.
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La dignidad y la realización humana se consiguen como consecuencia del trabajo,
y en estos tiempos de creciente desocupación deben arbitrarse los medios para
evitar que perdamos de vista que todo lo que el hombre posea debe ser fruto
directo de su propio esfuerzo, porque de lo contrario destruiremos nuestro
futuro.
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Jaime Balmes decía: El trabajo es un título natural para la propiedad del fruto
del mismo, y la legislación que no respete ese principio es intrínsecamente
injusta. Sabemos que mucho del enriquecimiento de una parte de funcionarios,
políticos y empresarios no ha sido fruto del trabajo sino de la corrupción cuya
impunidad estaba asegurada por el paraguas protector de una justicia venal.
Esto ha llevado a uno de los secuaces de la política a afirmar que "aquí
nadie hace dinero trabajando".
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Sabemos también que la ley, que - según afirma Balmes - debía respetar ese
principio, fue atropellada y pisoteada impunemente permitiendo que los grandes
intereses financieros se quedaran con el fruto del trabajo de muchos ciudadanos
honestos, al amparo de políticos y funcionarios venales que trabajan a sueldo
de personas insensibles en detrimento de sus conciudadanos.
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Ahora entramos en la etapa de un existencialismo irracional que terminará por
destruir la cultura del trabajo. Volvamos al Martín Fierro:
Debe trabajar el hombre
Para ganarse su pan;
Pues la miseria en su afán
De perseguir de mil modos
Llama a la puerta de todos
Y entra en la del haragán.
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Un plan asistencial a los jefes de familia sensato y racional tendría que hacer
que los beneficiarios ofrecieran algún tipo de contraprestación. Esto
dignificaría a la persona porque lo que recibe se transforma de limosna en
remuneración. Pero, por sobre todo, crearía la conciencia de que los bienes no
deben recibirse graciosamente, sino que tienen que ser necesariamente fruto del
esfuerzo, y consecuentemente destruiría la perniciosa imagen del "Estado
benefactor".
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Es verdad que en etapas pre-electorales es mucho más beneficioso para quienes
están acostumbrados a ganar votos con medidas demagógicas repartir
indiscriminadamente el dinero del erario público haciendo beneficencia. Y
también es verdad que para armar una infraestructura de trabajo se necesita
gente con creatividad e inteligencia, cosa muy escasa hoy entre nuestros
actuales dirigentes.
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Pero es necesario advertir que por este camino lo único que se consigue es
alimentar el perverso sentimiento que está arraigado en muchos de que debe
vivirse a expensas del Estado. Finalmente estos planes diseñados sin
inteligencia lo único que hacen es fomentar la haraganería, la vagancia y
terminan por destruir la cultura del trabajo. Esto se verá cuando quiera
revertirse la situación, porque quienes se acostumbraron a recibir
graciosamente no estarán dispuestos a reintegrarse mansamente a la disciplina
laboral y dejar de percibir el beneficio.
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Es necesaria una red de contención social y una forma de ayuda a los
desocupados que verdaderamente lo son. Pero debe hacerse racionalmente, usando
la capacidad laboral de quienes deban acogerse a estos beneficios, de forma tal
que la relación entre trabajo y remuneración se siga manteniendo.
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De lo contrario seguiremos por este camino de acelerada decadencia y
destrucción de la Nación
por el que algunos países están transitando.
A modo
de reflexión le dejo el siguiente mandato del Apóstol Pablo a los cristianos en
la ciudad de Tesalónica: “si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.”
Y
enseguida reafirma rotundamente: “…oímos que algunos de entre vosotros andan
desordenadamente, no trabajando en nada, sino entrometiéndose en lo ajeno. A
los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo que, trabajando
sosegadamente, coman su propio pan.”
Salvador Dellutri*
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*Salvador Dellutri es una de las mentes más lúcidas del
ambiente evangélico argentino contemporáneo. Está cerca de finalizar su mandato
en la presidencia de la
Sociedad Bíblica Argentina (SBA), una función que ejerció
durante los últimos cinco años. Bajo su gestión, en marzo último la entidad
distribuyó su literatura bíblica número 400 millones. Dellutri trascendió su
ambiente de origen, las iglesias de los hermanos libres, con el programa radial
"Tiempo de creer" que condujo en Radio Mitre, en Buenos Aires a fines
de la década del '70 y principios de la década del '80. Sus predicaciones incluyen con frecuencia episodios de obras de la literatura
universal, frases de filósofos y pensadores y definiciones contundentes
"porque la Biblia
--justifica-- tiene que relacionarse siempre con la realidad". Es autor de
siete libros, tres tangos sobre Buenos Aires y 15 obras de teatro. Conduce el
programa radial "Tierra firme" que se transmite por 200 emisoras de
América y España. Participó como conferencista en varias ediciones de la Feria internacional del
Libro, el evento cultural más importante de Buenos Aires, y como orador
principal en actividades de organizaciones de América latina y los Estados
Unidos.
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