viernes, 5 de abril de 2013

Las aventuras de un M 113. Por S.E. Cab de la Frontera Cte Grl D Natalio R. Ortiz SOMCLPSIL

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RECORDANDO A LOS CARRIER M 113 

Pienso que es el momento de sacarlos del olvido. Corría el año 1970 y para ese entonces el Escuadrón Móvil de Jesús María, con asiento en la Escuela de Suboficiales de Gendarmería (Córdoba), había recibido 12 flamantes Carrier M 113 A4 llegados de los EE. UU. Era el mismo modelo que se estaba usando en Vietnam, y más avanzado del que tenía nuestro Ejército, pues disponían caja de cambios automática y un motor Diesel de 275 HP. 

Para quienes no lo conocen, les digo que es un transporte blindado de tropas anfibio a oruga, construido en duro aluminio con un espesor suficiente para detener un disparo de fusil. Pueden albergar 11 hombres más el conductor y el jefe del vehículo. Para recibirlos formalmente había que controlar el inventario y a medida que se iban abriendo, en su interior cada uno traía un cajón precintado con distintos efectos, desde manuales en inglés, una mira de visión nocturna, paños de señales, herramientas especiales, un mini botiquín con vendas mimetizadas y otros efectos que producían curiosidad. 

Estaban 0 Km, y eran pura potencia más agilidad. Aún con las escotillas cerradas, la visibilidad por los periscopios en los 360º era aceptable. Sentarse y conducirlo, es algo que entusiasma, hace vibrar el cuerpo y el espíritu. La movilidad táctica era notable, pues en segundos podía girar en 90º y seguir avanzando en otra dirección. Tener en las manos las dos palancas de mandos, apretar el acelerador, sentir como vibraban esas casi 13 toneladas y conducirlo a campo traviesa sin sentir los desniveles del terreno, mientras entran automáticamente los cambios, es una experiencia única que se me hace difícil de explicar. Naturalmente consistía el orgullo del Jefe del Escuadrón. Un sábado, cerca de las 2100hs imprevistamente llegó una "orden de operaciones" para que el Escuadrón Móvil al día siguiente resguardase la seguridad en la Ciudad de Córdoba. Ninguno de los Carrier estaba 100% en condiciones operables, gran parte del personal estaba de franco, entonces se puso en ejecución el plan de llamada y comenzaron febrilmente las tareas. Mientras algunos vehículos se estacionaban frente a la sala de armas, otros hacían turno para reabastecerse de gas oil y de aceite para el sistema hidráulico que abre la compuerta trasera y un par de ellos ingresaron a taller para un último ajuste. Al mismo tiempo, más de un centenar de hombres con sus equipos corrían tratando de identificar el blindado que tenían asignado. Oficiales, suboficiales, aspirantes, conductores motoristas, mecánicos, enfermeros, radio operadores, todos sabían lo que tenían que hacer y lo demostraban. El lugar no tenía faroles de altura suficientes que iluminaran, por lo que todo se desarrollaba en la penumbra. Las órdenes se habían impartido siguiendo la cadena de comando y ahora todo estaba en manos de los niveles más bajos y de ellos dependía el éxito o el fracaso. No se escuchaban gritos, las indicaciones se impartían con precisión. Sólo se oía el potente gruñir de los motores de los blindados que, con sus luces de posición encendidas circulaban a marcha rápida por entre las calles internas, cada uno buscando completar algo. Esto se desarrollaba dentro de casi tres hectáreas, donde 12 blindados avanzaban en distintas direcciones haciendo trepidar la tierra, mientras hombres ansiosos se cruzaban con ellos en la oscuridad. 

No había mucho espacio y el margen de error para un accidente era mínimo, consistía un espectáculo tan peligroso como preciso y sentí admiración por esos gendarmes cualquiera fuese su jerarquía. Quien escribe estas líneas era el Ayudante del Director de dicha Escuela y ambos caminábamos juntos observando la asombrosa escena. Se lo veía muy sorprendido y emocionado por tanta vorágine sincronizada, cuando a la derecha de nosotros emergió de las sombras un blindado que venía bramando seguido de otro. Prestamente debimos hacernos a un lado, la tierra tembló bajo nuestros pies y los vehículos pasaron casi al alcance de mi mano. 

En esos momentos la adrenalina fluía en nuestros cuerpos y lo reconozco con orgullo. No obstante la aparente confusión y ese torbellino de vehículos en zigzag que a veces se detenían para que suban gendarmes, permanentemente recibíamos información de lo que ocurría y para nuestro alivio todo se desenvolvía bien. El cuadro que teníamos ante nuestros ojos era similar a lo que sucede cuando en el suelo uno patea un hormiguero, salvo que esa perfecta armonía ocurría aquí con seres humanos y de noche. 

Con las primeras luces del domingo, el Jefe del Escuadrón Móvil tenía la totalidad de los vehículos encolumnados en condiciones de partir. Por la magnitud de la tarea, había sido un verdadero record de alistamiento, Desde el Director de la Escuela hasta el oficial más moderno, estábamos sorprendidos porque nunca antes había sido ensayado en condiciones tan adversas. Como se comprenderá, largas horas de dura instrucción habían rendido sus frutos en especial porque todo se conjugaba para que nada saliera bien. Un Teniente Coronel extranjero presente, conocía muy bien el grado de instrucción del Escuadrón Móvil y cierta vez nos dijo: "Ojala hubiera tenido bajo mi mando hombres como esos gendarmes…" (sic). Esa frase sonó como música para nuestros oídos y los galardones ganados en acción que lucía en su uniforme indicaban la sinceridad de sus palabras. 

Con las primeras luces del domingo partió la columna completa de resplandecientes Carrier. Había que recorrer más de 50 Km hasta la ciudad de Córdoba, pero las zapatas de goma permitían en el asfalto alcanzar los 60 Km/h. Era verano y aún con las escotillas abiertas el calor dentro de los vehículos se hacía casi insoportable. De pronto uno de los blindados se detuvo y al conductor del Carrier que lo precedía, por la transpiración de las manos se le resbaló una de las palancas de mando que activa el freno. 

El vehículo no alcanzó a detenerse y el extremo frontal del guardabarros izquierdo chocó contra el blindado que iba adelante. Como era de aluminio se rompió cayendo al suelo un pedazo. El Alférez que iba al mando, todo preocupado le informó al jefe de la columna la novedad y éste le ordenó que lo solucionara de cualquier forma porque el vehículo no debía regresar en esas condiciones. ¿? Pero había dos importantes problemas. Uno: Era domingo y todos los talleres estaban cerrados. Dos: Soldar aluminio no es lo mismo que soldar chapa o hierro, pues se necesita de un experimentado técnico con equipo especial. El atribulado Alférez, veía como se alejaba la columna quedando en sus manos resolver una insólita situación y no sabía como empezar. Después de realizar algunas averiguaciones se informó que en un barrio alejado había un taller que soldaban aluminio y hacía ahí partió el solitario Carrier cruzando la ciudad bajo la atónita mirada de la gente. Dio la casualidad que el taller estaba con el portón abierto, había una angosta entrada con un pasillo de unos 20 metros de largo y en el fondo había un hombre sentado tomando mate. El Alférez algo nervioso le ordenó al conductor que avanzara y el Carrier se dirigió por ese pasadizo haciendo temblar el piso, echando humo gris por el caño de escape y rugiendo. 

La persona de referencia estaba estupefacta, tenía la boca abierta, el mate en la mano y miraba aterrorizado ese monstruo blindado que se le acercaba hasta detenerse a un metro de donde estaba. El oficial saltó del vehículo, saludó a ese hombre que aún sentado y algo pálido seguía con el mate en la mano…. que ahora temblaba. Resultó ser el dueño del taller y justamente era especialista en soldar aluminio. Cuando todo se aclaró, no sólo realizó el trabajo sino que por ser Gendarmería una Fuerza querida y respetada, no quiso cobrar por su trabajo. Entre bromas mencionó que después de todo era la primera vez que soldaba el guardabarros de un Carrier M 113. Luego de la despedida el blindado reparado regresó solo a Jesús María y con de algo de pintura quedó como recién salido de fábrica. 

UN JEFE DE VALOR 


Los blindados del Escuadrón Móvil de Córdoba, aunque no disponían armamento exterior constituía una fuerza formidable, pero nunca fueron empleados violentamente contra manifestaciones populares, en parte se debió a la valiente habilidad de disuasión su Jefe, un experimentado comandante y otro tanto a pura suerte. En cierta ocasión descendió de la seguridad de su Carrier dejando detenida la columna a su espalda y caminó 100 metros sólo, y desarmado al encuentro de más de un centenar de revoltosos atrincherados. La escena era de alta tensión y los oficiales al mando de cada blindado miraban inquietos a su jefe, pero éste dialogando con palabras apropiadas y frases lógicas logró que depusieran su actitud. Su carisma era tal, que cada vez que llegaba el Escuadrón Móvil a Córdoba, la gente que lo conocía decía: "Ahí viene Juancho con los tanques…" 

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Nota: En 1978 por el conflicto del Beagle, todos los blindados fueron transferidos al Ejército y aquellos que tuvieron la experiencia de operar esos extraordinarios vehículos aún hoy los recuerdan con nostalgia. 

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1962 UN AÑO MUY ESPECIAL. 



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