En la opresión se cae fácil por decidía, complicidad o
ignorancia ya que la libertad se debe ganar por esfuerzo, sacrificio y
sabiduría.
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La historia del mundo es la sumatoria de páginas para
lograr y afirmar la libertad de los individuos y su proyección como derecho en
la sociedad. Hombres y mujeres que, a lo largo de su existencia, sufrieron la
pérdida de la libertad la materializan físicamente como resulta necesario el
sol y el agua para la existencia de los seres vivos. Nada es más cruel que
perder la libertad, pues significa una especie de muerte, que arrastra junto al
cuerpo el espíritu. La libertad incluye en su expresión, todos los fundamentos
que contiene la esperanza y, en sus forma, todos los elementos que constituyen
la felicidad, el bienestar y el amor.
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La libertad es el germen de un proceso que está contenido
en escalones sucesivos, que se apoyan uno en el otro, como una escala celeste
que lleva al mañana. El primer paso de la libertad es la propiedad, es decir el
hecho cierto y valedero de la posesión de un algo que se convierte en parte de
uno mismo. Esta propiedad se logra porque ella surge de la libertad para
alcanzarla y es el fruto del esfuerzo, el sacrificio, la acción y los deseos
que existen como tales, si se pueden realizar en tal ámbito. La libertad y la
propiedad solo se restringen por la ley que, básicamente, responde a la idea
como derecho de que ellas cesan ante las de los demás. La necesidad espiritual
y física de la convivencia hace que cada ser individual busque y acepte ceder
parte de sus ámbitos por las ventajas y beneficios que otorga la convivencia
que bajo las formas es la ley.
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Sin embargo, aun la ley que cubre las totalidades, tiene
en sus caracteres, la posibilidad de exceso que, lógicamente, restringe
derechos o anula posibilidades, por lo que se da la existencia de la justicia. La Justicia es la forma del
equilibrio tras el bien común y el medio de atemperar el poder impidiendo que
el grande y poderoso, por el hecho de serlo, invada, postergue o, aun,
anule, al pequeño y débil. Cuando el encadenamiento originado en la libertad y
estructurado a través de la propiedad, la ley y la justicia, lograr su plenitud,
el individuo y la comunidad gozaran de los beneficios de la paz. La Paz , de esta manera, es la
aceptación espiritual y física de la relación y la situación de personas y
grupos sociales que saben y sienten que viven y son en los ámbitos de la
libertad, lo que conduce, lógicamente a las ventajas del bienestar y
proporciona las maravillas de la felicidad.
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El mundo actual se encuentra ante la sorpresa inusitada y
veloz de sus avances e innovaciones que, por más que se las señale como de
alcance total (globalización) ante la imposibilidad real de su equilibrio
(vasos comunicantes) motiva desequilibrios. Los desequilibrios, que pueden ser
económicos, culturales, etc., son, en la lógica de las especies, una nueva
concepción de lo que se siente como libertad. En realidad, las sociedades, a lo
largo de los siglos, buscaron encontrar su libertad (Individual o grupal
ante terceros) mediante el traslado de lo pesado, peligroso y agotador, a un
tercero, con lo que invadían su libertad y lo conducían a una suerte de esclavitud
(física, económica, espiritual, etc.) que privaba a los sometidos a avanzar
hacia las escalas sucesivas. Evidentemente, en los fines del Siglo XIX
(Revolución Industrial) se dio inicio a un proceso en el cual la mano de obra
humana fue reemplazada por la capacidad de las máquinas y, con ello, elevo a
las personas y permitió ser desligadas del esfuerzo otorgándole una nueva
posibilidad de libertad.
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En la medida que el accionar físico se convierte en
accionar intelectual, los avances materiales hacia la libertad se logran. Sin
embargo, los sociólogos que estudian los fenómenos de las comunidades, observan
que son los psicólogos los que están señalando que los avances tecnológicos,
que proporcionan evidentes ventajas, al mismo tiempo, están motivando una
especie de nueva dependencia, ahora de las personas hacia las maquinas, que los
atraen en una medida tal que se convierten en adicción. Es decir, los seres
humanos, como individuos o grupos, están logrando avanzar en la búsqueda de la
libertad física pero, de alguna manera, están penetrando en los riesgos que
constituye el condicionar la libertad intelectual.
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Este proceso nos vuelve una vez más a las concepciones de
la filosofía que, basada en lo material nos proyecta a lo espiritual. Cuando se
recorre a lo largo de la historia lo que nos han legado los filósofos, se
descubre que en realidad lo que han pretendido es dar una explicación (diríamos
científica) a lo que la
Naturaleza muestra como realidad. Este mismo proceso, con
formas diferentes pero un mismo fin, es el que siguen las religiones, con la
ventaja de que lo no atribuible o comprobable, lo remiten a la decisión Divina,
mediante el artificio espectacular de la fe. Es así que la libertad espiritual,
que no es la física o la intelectual, pero influye sobre ambas, priva
sobre el ser humano y le da una respuesta a sus sueños, esperanzas o
aspiraciones que el Mundo real no le puede proporcionar.
En nuestro país (Argentina) la idea de libertad ha estado
presente a lo largo de la historia. Nuestro Himno Nacional la repite en sus
estrofas y la
Constitución Nacional la determina en su articulado. Sin
embargo, los tiempos y los dirigentes, por razones políticas y/o ideológicas,
han socavado sus alcances individuales bajo la idea de que se los alcanzaba
colectivamente. Los avances del Estado en sus responsabilidades de coordinación
y estructura, han desplazado a las realizaciones de la sociedad en un peligroso
proceso de suplantación ejecutiva. Los argentinos, como seres individuales, han
cedido a los encantos de una aparente solidaridad que se construye con
finalidad electoral sin las necesarias bases humanitarias. Cuando comienza a
peligrar la libertad en una sociedad debe motivar alarma pues se desarrolla
como una enfermedad maligna que no tiene cura, invade los cuerpos y se enquista
en el poder, desde donde domina.
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La libertad es una ánfora de cristal que está suspendida
por rayos de luz que le dan vida y presencia, pero que, si se destruye, jamás
volverá a tener su consistencia, valor o importancia. La comodidad, la decidía,
el interés o los placeres fáciles, pueden ser atractivos circunstanciales,
pero, en su capacidad, contienen el germen de la esclavitud, la dependencia y
la servidumbre. En ocasiones, como pasa en nuestros días bajo la sombra del
populismo, los dirigentes, usando las argucias de la democracia y las
posibilidades electorales, crean una dependencia, normalmente económica, que
les proporciona, bajo el espejismo del bienestar, lograr subordinar voluntades
a objetivos deleznables y espurios. Estas trampas son, aunque así no se lo
perciba, bastante fáciles de construir, por necesidad, peligro o riesgo cierto
que se aparenta enfrentar, pero, son muy difíciles de salir, por la malla que
crean, normalmente sucia y ruin, pero con una solidez impensable.
Unidos en Cristo Jesús
y en María Santísima, oremos por el
fructífero pontificado de S.S. el Papa Francisco, por Su Eminencia
Reverendísima, Mons Mario Poli Arzobispo
de Buenos Aires,
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