viernes, 26 de septiembre de 2014

Gumhūriyyat Maṣr Al-ʿArabiyyah. La República Árabe de Egipto recupera su fuerza.



ORDEN DE LOS CABALLEROS DE 
SU SANTIDAD EL PAPA 
"SAN IGNACIO DE LOYOLA" 

ACTUALIDAD INTERNACIONAL


Indudablemente los primeros Cien días del Rais (presidente) egipcio, Abdel-Fattah Al-Sisi, permiten rescatar varios logros, a pesar que todavía el país está en franco reacomodamiento, algo que sin duda, dependerá de la posición política que el mandatario termine de galvanizar. Sin embargo, nadie, ni siquiera los opositores de Al-Sisi, pueden negar que el Presidente tomó decisiones arriesgadas y necesarias en el ámbito nacional aplicando las políticas adecuadas, eliminando subsidios innecesarios a bienes y servicios, como por ejemplo al combustible. También redujo las subvenciones a los partidos políticos, esto último, un soplo de aire puro en un país árabe que le valió el apoyo y aplauso del pueblo.
Egipto está recuperando su antigua fortaleza en el mundo árabe. Su pueblo ha soportado los aumentos de precios sobre la base de las promesas del Gobierno como la única manera de salvar al país del colapso total luego de la deficiente gestión económica de los islamistas de la Hermandad Musulmana. Al-Sisi también ha revitalizado el papel del país en el frente de la política exterior, aunque es evidente que a diferencia de sus predecesores, Hosni Mubarak y Mohamed Mursi, él está dando prioridad a la situación interna. Esto ofrece varios indicadores para el mundo exterior. A saber:

-El nuevo presidente no huye de los problemas internos para centrarse en cuestiones internacionales, como lo hicieron los presidentes anteriores.
-Ha enviado un mensaje claro a las potencias extranjeras indicando que él está en control de la escena nacional, incluidas las cuestiones relativas a las condiciones de seguridad y al aislamiento definitivo del islamismo radical.
-Al-Sisi no parece estar en busca de atención. La mayoría de sus reuniones con los líderes mundiales han sido limitadas y poco publicitadas por su Gobierno. Aunque es cierto que esto puede ser una situación temporal, hasta que el país se desarrolle y se mueva nuevamente hacia adelante, entonces puede que el Presidente dirija su atención a los asuntos regionales.
La crisis más importante para el nuevo mandatario fue la reciente guerra de Gaza entre Hamas e Israel. Durante el conflicto, demostró ampliamente que no permite ser impulsado ni influenciado por los medios de comunicación o la opinión de la calle que lo llamó a intervenir. El presidente egipcio sólo intervino después de que le solicitaran un papel especialmente humanitario y que sólo Egipto podría desempeñar en aquel estado de cosas.


Al-Sisi fue capaz de marcar líneas rojas al liderazgo de Hamas en su conflicto con Israel, y se aseguró de que no ataquen Egipto o traten de chantajear a su liderazgo. Esta es la razón por la que Hamas volvió a El Cairo en los términos egipcios y retirando una serie de exigencias inapropiadas que había hecho cuando constató que Irán, Turquía y Qatar no podían ofrecerle nada.



La intervención egipcia fue la única manera de llegar al acuerdo a la crisis militar cuando Hamas ya estaba extenuada. Por otra parte, la delegación israelí sólo fue recibida en El Cairo cuando el primer ministro Benjamín Netanyahu detuvo la incursión terrestre en la Franja de Gaza.
En mi opinión, el verdadero desafío para Al-Sisi es Libia. El país se encuentra en un estado anárquico de colapso institucional e inmerso en una guerra cuasi-civil. Esto representa una amenaza directa a la seguridad de Egipto. Así, el Presidente no desea involucrarse en una controversia entre las partes en conflicto en Libia y se distanció de la situación. Sin embargo, al mismo tiempo, no puede permitir que el caos de Libia llegue a las fronteras de Egipto; es por eso que se aseguro un acuerdo con otro vecino de Libia, Argelia, sobre cómo hacer frente a la situación que los islamistas han disparado luego de la caída del Coronel Khadafi.

Está claro que Egipto y Argelia priorizan restaurar la estabilidad, apoyando al parlamento y al gobierno legítimo de Libia. La cooperación entre Argelia y Egipto es la única manera de parar la situación en Libia que ha entrado en una espiral de violencia y descontrol.
En cuanto a la situación en Irak y Siria, el presidente Al-Sisi optó por mantenerse bien lejos de esta crisis. A excepción de una limitada participación en la alianza internacional formada contra el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), y éste es un paso que también ayudará en la guerra que libra contra los grupos armados dentro de Egipto, además de representar una justificación para la ilegalización de los Hermanos Musulmanes, especialmente en el apoyo de la Hermandad a las acciones del ISIS.
Por otro lado, Al-Sisi ha fortalecido sus relaciones con aliados originales, es decir, aquellos con los que fomentó vínculos antes de asumir la presidencia, en particular Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Rusia. La cooperación de Egipto con estos estados se incrementó drásticamente en los últimos cien días y beneficio el programa de reforma interna de Al-Sisi. Esta alianza también le ha permitido reforzar su posición en contra de los críticos de los gobiernos occidentales en general. De hecho, los norteamericanos y la Unión Europea parecen haber cedido a la nueva realidad en Egipto, al anunciar su aceptación y aprobación del gobierno de Al-Sisi.
El único enfoque de política exterior que sigue siendo turbio es la cooperación de Egipto con Rusia, sobre todo si se hace a expensas de la relación de larga data de Egipto con Estados Unidos. Aun así, ¿quiere el Presidente Al-Sisi realmente cambiar la historia por tercera vez? La primera fue cuando el presidente Abdel Gamal Nasser pasó a apoyar a la Unión Soviética contra el campo estadounidense para poder comprar armas checas. La segunda, cuando el presidente Anwar Al-Sadat expulsó expertos soviéticos de Egipto restaurando relaciones con los norteamericanos.

En mi opinión, no está claro aún si la política de Al-Sisi representara un cambio drástico hacia Moscú o es simplemente un movimiento calculado para servir a sus necesidades temporales. El tiempo lo dirá. Sin embargo, los primeros cien días del presidente son muy tenidos en cuenta, no solo por los gobernantes árabes, sino también por Occidente que comienza a verlo positivamente en el actual caos regional del mundo árabe.

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