Indudablemente los
primeros Cien días del Rais (presidente) egipcio, Abdel-Fattah Al-Sisi,
permiten rescatar varios logros, a pesar que todavía el país está en franco
reacomodamiento, algo que sin duda, dependerá de la posición política que el
mandatario termine de galvanizar. Sin embargo, nadie, ni siquiera los
opositores de Al-Sisi, pueden negar que el Presidente tomó decisiones
arriesgadas y necesarias en el ámbito nacional aplicando las políticas
adecuadas, eliminando subsidios innecesarios a bienes y servicios, como por
ejemplo al combustible. También redujo las subvenciones a los partidos
políticos, esto último, un soplo de aire puro en un país árabe que le valió el
apoyo y aplauso del pueblo.
Egipto está recuperando su antigua fortaleza en el mundo árabe. Su pueblo ha soportado los aumentos de precios sobre la
base de las promesas del Gobierno como la única manera de salvar al país del
colapso total luego de la deficiente gestión económica de los islamistas de la Hermandad Musulmana. Al-Sisi
también ha revitalizado el papel del país en el frente de la política exterior,
aunque es evidente que a diferencia de sus predecesores, Hosni Mubarak y
Mohamed Mursi, él está dando prioridad a la situación interna. Esto ofrece
varios indicadores para el mundo exterior. A saber:
-El nuevo presidente
no huye de los problemas internos para centrarse en cuestiones internacionales,
como lo hicieron los presidentes anteriores.
-Ha enviado un mensaje
claro a las potencias extranjeras indicando que él está en control de la escena
nacional, incluidas las cuestiones relativas a las condiciones de seguridad y
al aislamiento definitivo del islamismo radical.
-Al-Sisi no parece
estar en busca de atención. La mayoría de sus reuniones con los líderes
mundiales han sido limitadas y poco publicitadas por su Gobierno. Aunque es
cierto que esto puede ser una situación temporal, hasta que el país se
desarrolle y se mueva nuevamente hacia adelante, entonces puede que el
Presidente dirija su atención a los asuntos regionales.
La
crisis más importante para el nuevo mandatario fue la reciente guerra de Gaza
entre Hamas e Israel. Durante el conflicto, demostró ampliamente que no permite ser
impulsado ni influenciado por los medios de comunicación o la opinión de la
calle que lo llamó a intervenir. El presidente egipcio sólo intervino
después de que le solicitaran un papel especialmente humanitario y que sólo
Egipto podría desempeñar en aquel estado de cosas.
Al-Sisi fue capaz de marcar líneas rojas al liderazgo de Hamas en su conflicto
con Israel, y se aseguró de que no ataquen Egipto o traten de chantajear a su
liderazgo. Esta es la razón por la que Hamas volvió a El Cairo en los términos
egipcios y retirando una serie de exigencias inapropiadas que había hecho
cuando constató que Irán, Turquía y Qatar no podían ofrecerle nada.
La intervención
egipcia fue la única manera de llegar al acuerdo a la crisis militar cuando
Hamas ya estaba extenuada. Por otra parte, la delegación israelí sólo fue
recibida en El Cairo cuando el primer ministro Benjamín Netanyahu detuvo la
incursión terrestre en la
Franja de Gaza.
En mi opinión, el verdadero desafío para Al-Sisi es Libia. El país se encuentra en un estado anárquico de colapso
institucional e inmerso en una guerra cuasi-civil. Esto representa una amenaza
directa a la seguridad de Egipto. Así, el Presidente no desea involucrarse en
una controversia entre las partes en conflicto en Libia y se distanció de la
situación. Sin embargo, al mismo tiempo, no puede permitir que el caos de Libia
llegue a las fronteras de Egipto; es por eso que se aseguro un acuerdo con otro
vecino de Libia, Argelia, sobre cómo hacer frente a la situación que los
islamistas han disparado luego de la caída del Coronel Khadafi.
Está claro que Egipto
y Argelia priorizan restaurar la estabilidad, apoyando al parlamento y al
gobierno legítimo de Libia. La cooperación entre Argelia y Egipto es la única
manera de parar la situación en Libia que ha entrado en una espiral de
violencia y descontrol.
En cuanto a la
situación en Irak y Siria, el presidente Al-Sisi optó por mantenerse bien lejos
de esta crisis. A excepción de una limitada participación en la alianza
internacional formada contra el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), y éste
es un paso que también ayudará en la guerra que libra contra los grupos armados
dentro de Egipto, además de representar una justificación para la ilegalización
de los Hermanos Musulmanes, especialmente en el apoyo de la Hermandad a las acciones
del ISIS.
Por otro lado, Al-Sisi
ha fortalecido sus relaciones con aliados originales, es decir, aquellos con
los que fomentó vínculos antes de asumir la presidencia, en particular Arabia
Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Rusia. La cooperación de Egipto con estos
estados se incrementó drásticamente en los últimos cien días y beneficio el
programa de reforma interna de Al-Sisi. Esta alianza también le ha permitido
reforzar su posición en contra de los críticos de los gobiernos occidentales en
general. De hecho, los norteamericanos y la Unión Europea
parecen haber cedido a la nueva realidad en Egipto, al anunciar su aceptación y
aprobación del gobierno de Al-Sisi.
El único enfoque de política exterior que sigue siendo turbio es
la cooperación de Egipto con Rusia, sobre todo si se hace a expensas de la
relación de larga data de Egipto con Estados Unidos. Aun así, ¿quiere el Presidente Al-Sisi realmente cambiar
la historia por tercera vez? La primera fue cuando el presidente Abdel Gamal
Nasser pasó a apoyar a la
Unión Soviética contra el campo estadounidense para poder
comprar armas checas. La segunda, cuando el presidente Anwar Al-Sadat expulsó
expertos soviéticos de Egipto restaurando relaciones con los norteamericanos.
En mi opinión, no está
claro aún si la política de Al-Sisi representara un cambio drástico hacia Moscú
o es simplemente un movimiento calculado para servir a sus necesidades
temporales. El tiempo lo dirá. Sin embargo, los primeros cien días del
presidente son muy tenidos en cuenta, no solo por los gobernantes árabes, sino
también por Occidente que comienza a verlo positivamente en el actual caos
regional del mundo árabe.
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