ORDEN DE LOS CABALLEROS DE
SU SANTIDAD EL PAPA
"SAN IGNACIO DE LOYOLA"
ACTUALIDAD INTERNACIONAL
Es
notorio que EEUU y la mayoría de los gobiernos europeos han cometido errores en
sus programas políticos como en su diplomacia en Oriente Medio. No
hubo avances en articular políticas que seduzcan a la calle árabe y cautiven el
corazón y las ideas de los musulmanes para alcanzar una victoria definitiva en
la guerra contra el terrorismo yihadista. Los resultados están a la vista. El ejército
del califato islámico (ISIS) es el emergente de los dislates de la
administración Obama como de sus colegas Hollande y Cameron. Ellos lo crearon
junto a Qatar y, posiblemente, nos lleven ahora a una
nueva guerra cuyo resultado incierto puede abrir puertas a la profundización de
la brecha entre Oriente y Occidente al intentar neutralizarlo.
Por no aparecer ante la opinión pública como potencias
imperialistas o racistas, los gobiernos occidentales se muestran dubitativos al
momento de pronunciarse sobre sus leyes migratorias y la defensa de sus propias
fronteras. Al tiempo que son reacios en pedir a los inmigrantes -tanto- su
asimilación como el respeto por las leyes de los países de acogida para no dar
una imagen xenófoba.
En su mayoría, los occidentales se muestran confundidos y
paralizados en aspectos inherentes a la preservación de su propia civilización.
Los programas educativos de sus universidades no se han adaptado a la nueva
realidad de las relaciones internacionales -y hasta la evitan- para no ser
acusados de supremacistas.
En
resumen, Occidente está inactivo y a la
defensiva.
Esto se aprecia en los conflictos de legitimación de sus propias sociedades
modernas que colisionan y viven en la disociación de sus viejos pecados. De
allí que su dirigencia política no actúa por temor a ser sindicada como racista
o imperialista en Oriente Medio.
En
este proceso Occidente está perdiendo la capacidad de discernir entre el bien y
el mal, entregándose así a corrientes que ejercitan el doble rasero y la
deslegitimación. El ejemplo más claro de estas
conductas en la escena internacional es la demonización del Estado de Israel y
el silencio sobre los crímenes de las dictaduras árabes y los grupos radicales
yihadistas.
¿Pero cuál es la razón de este actuar? Después de la Segunda Guerra
Mundial, cuando el mundo conoció que 6 millones de judíos habían sido
sistemáticamente exterminados por los nazis fue cuando se comenzó a hablar de
antisemitismo. Pero ya no es el caso. Hoy la memoria del Holocausto se
desvanece en la historia mientras EEUU continua engrosando la petro-riqueza de
sus propios enemigos y Europa se empeña en negar realidades innegables. Así,
los islamistas toman el control de Naciones Unidas y otros Organismos
Internacionales, y la primavera árabe evolucionó hacia un invierno desolador de
destrucción de los derechos humanos y políticos de las personas..
En
este escenario las universidades occidentales se
convierten en centros de virulenta militancia y retórica anti-estadounidense y
anti-occidental. Así, la lógica y la verdad se desvanecen en los claustros
universitarios; los hechos y la historia son ficción y se reescriben, las
democracias son difícil de distinguir de las dictaduras y el antisemitismo y
anti sionismo se han vuelto complejos en su separación.
Es cierto que criticar a Israel no convierte a una persona en
antisemita, lo mismo que criticar al gobierno de Francia no hace a uno anti-
francés. Pero una cosa es criticar a Francia y algo muy diferente es declarar
la ilegitimidad de la
República Francesa y promover su destrucción. El lector
convendrá conmigo en que Francia es una democracia guste o no, y lo mismo
Israel que configura el único puesto de avanzada de la democracia moderna en el
Oriente Medio con el mismo e indiscutible derecho a existir que Francia.
Usted
como lector puede pensar lo que desee. Pero le confieso que a mí me resulta
curioso escuchar y ver cómo activistas y estudiantes occidentales se pronuncian
en favor del boicot a Israel, al tiempo que jamás han mencionado la
ocupación de iure que Irán ejerce sobre el Líbano a través
de Hezbollah, ni la propia financiación de países árabes a grupos yihadistas
que han tomado como hobby cortar cabezas.
Ante
este escenario, deberían surgir algunos interrogantes simples para cualquier
persona bien pensante y amante de la libertad y la paz. Por ejemplo: ¿Por qué
no vemos manifestaciones en Londres, París, Madrid, Buenos Aires, Brasilia,
Santiago de Chile, New York o Washington contra las dictaduras islamistas? ¿Por
qué no hay manifestaciones contra la esclavitud de millones de mujeres que
viven sin ninguna protección legal? ¿Por qué no hay manifestaciones contra el
uso de niños como escudos humanos? ¿Por qué no ha habido ningún liderazgo
occidental apoyando las víctimas de la dictadura Islamista en Sudán? ¿Por qué
nadie expresa ninguna indignación ante el terrorismo cometido a diario por el
ISIS contra los yazidies y cristianos en Siria e Irak? ¿Por
qué no hay ninguna protesta de los europeos contra el yihadismo? Y finalmente, ¿por
qué Occidente -en gran parte- está obsesionado con dos democracias reconocidas
por la comunidad internacional como son EEUU e Israel; en lugar de repudiar las
peores dictaduras del planeta.
Si
Occidente no puede reconocer la diferencia entre un Estado democrático y una
dictadura, o entre un yihadista y un hombre de paz; entonces, a todas
luces nos encontramos ante el mayor fracaso político, ético y moral de nuestro
tiempo. Si se carece de la capacidad para distinguir entre aquellos que
defienden los valores básicos de la humanidad y respetan la santidad de la vida
ante quienes son los verdaderos destructores de esos valores y justifican el
asesinato y la decapitación de inocentes en nombre de motivos religiosos o
ideológicos, definitivamente estamos en problemas. Y lo estamos más aún si no
lo señalamos quienes adherimos al respeto por la vida, la democracia y la
libertad del hombre. Porque aquellos ganados por el odio no
comprenden que los que amenazan la existencia misma de valores básicos en
Oriente Medio; serán, a largo plazo, no solo una
amenaza regional, sino global e internacional
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