Orden de los caballeros de
su santidad el papa
"san ignacio de loyola"
Mientras que la victoria tiene mil padres, la derrota es siempre huérfana. Tal idea vino a mi mente mientras veía las declaraciones recientes del líder de Hamas, Ismael Haniyeh, jactándose en Al-Manar (el canal de televisión de Hezbollah en Líbano) de la “victoria histórica” de su grupo en la reciente mini-guerra con Israel.
La
arenga de 15 minutos fue muy interesante, al menos por una razón: Haniyeh
explota maravillosamente los medios de comunicación adictos. Según él, Israel
desencadenó la guerra con el pretexto de obtener alguna ventaja -aunque no
especifico a qué tipo de ventaja se refería- mientras el mundo estaba distraído
por las acciones del Estado Islámico de Irak y Siria en el noroeste de Irak.
El líder de Hamas se jactó de haber comenzado la guerra atacando
con cohetes la ciudad de Haifa, y de asustar a los israelíes con esa acción. Sin embargo, no dijo
qué lo llevó a la decisión de iniciar una guerra en la que unos 2.000
habitantes de Gaza murieron, ni cual fue el beneficio para los palestinos de tal
decisión. Quedó claro que en su visión las personas no cuentan para nada,
salvo para ser usadas en una guerra desigual contra un enemigo mucho más fuerte
y en ausencia de cualquier estrategia creíble.
Haniyeh remarcó el
hecho de que la inmensa mayoría de los muertos fueron civiles, aunque nada dijo
sobre la utilización de esas personas como escudos humanos. Tampoco pareció
demasiado preocupado por el hecho de que su victoria estuvo marcada por la
destrucción del 90 por ciento de la ya derrumbada infraestructura de Gaza. De
acuerdo con expertos de la ONU ,
puede tomar hasta 20 años reconstruir lo que los israelíes destruyeron en la
victoria que Haniyeh festeja. Sin embargo, Haniyeh tiene razón, al menos en un
sentido obtuvo una victoria: “Él y sus bandas armadas todavía mantienen el
control en Gaza”.
Al
mismo tiempo, el halcón sucesor de Ehud Olmert, el Primer Ministro de Israel,
Benjamín Netanyahu, hizo lo mismo que Olmert. Ambos demostraron no tener las agallas para terminar con Hamas. Netanyahu
causó estragos en Gaza, pero permitió no sólo que Hamas siga existiendo, sino
también que mantenga su férreo control sobre la población civil palestina en el
enclave, y también la amenaza latente de lanzamientos de misiles sobre civiles
israelíes. Seguramente Netanyahu no leyó los consejos de Nicolás Maquiavelo, quien sugería no dejar herido a un
enemigo mortal. Según Maquiavelo, debía neutralizárselo o convertirlo en
amigo, en ambos casos, para siempre. Netanyahu no hizo ni lo uno ni lo otro.
El
mensaje de Haniyeh a los habitantes de Gaza fue claro: “Empezaremos una guerra
cuando queramos y la terminaremos cuando nos guste”. Quedó claro que los
habitantes de Gaza no cuentan para nada. Aun así, el discurso de Haniyeh frente
de una multitud que le
seguía por la televisión y “cuyo silencio fue más
elocuente que la más fuerte de las protestas” puede haber sido vergonzoso para los
palestinos. Un día más tarde, el diario iraní Kayhan, publicado
por la oficina del Guía Supremo Iraní, reclamo “la victoria en Gaza” a nombre del régimen
Khomeinista de Teherán. En otras palabras, el mensaje de Irán a los líderes de
Hamas es: no hay nada gratis en la medida que Teherán no quiera o, dicho de
otro modo, si les damos dinero y misiles, ustedes deben obedecer órdenes al igual
que lo hace el Hezbollah libanés y el presidente Bashar Al-Assad en Damasco. La República Islámica no quiere, y de hecho no le
interesa, tener aliados. A pesar de lo que usted lea o escuche sobre la
solidaridad con la causa palestina, de igual forma que otros imperios: “quiere
siervos”.
En
última instancia es inútil debatir quien ganó “la guerra inconclusa en
Gaza”. Como sostuvo el estratega y filósofo chino, Sun-Tzu hace más de
2.000 años, ninguna guerra se gana a menos que un lado admita la derrota.
El
caso es que Haniyeh no puede admitir la derrota pues de mínima lo expondría a
la acusación de aventurero irresponsable. Él y su cúpula militar ignoraron
el consejo no sólo de Sun-Tzu, también el de Karl von Clausewitz, quien sostuvo
que “no hay que lanzarse a la
batalla sin tener al menos una probabilidad del 50 por ciento de ganarla”.
Así fue que Haniyeh llevo a su pueblo a una guerra desigual que acabo en
altísimos costos.
Por su parte, también
es improbable que Netanyahu admita haber perdido la guerra. Tal
reconocimiento sería el fin de su carrera política, él también reclama la
victoria al afirmar que destruyó la mayor parte de la infraestructura de
lanzamiento de cohetes de Hamas y sus túneles de infiltración a territorio
israelí. Eso puede puede ser cierto o no. Sin embargo, la
infraestructura militar de Hamas podría ser reconstruida rápidamente con dinero
de Irán, como ya sucedió con Hezbollah luego de la guerra de 2006, y los
misiles que Hamas perdió también podrían ser reemplazados rápidamente por las
mismas fuentes que proporcionaron los destruidos.
La
última guerra de Gaza estalló debido a que, tanto Israel como Hamás encontraron
el status quo difícil de soportar. Hamas sabía
que su base de apoyo popular se derrumbaba dentro de Gaza. A principios de
este año, una encuesta global del Centro de Investigación PEW mostró que el 63
por ciento de los habitantes de Gaza tenía una opinión negativa de Hamas.
Aunque curiosamente, la aversión a Hamas en Cisjordania, dio un 53 por ciento
de opinión negativa sobre la organización. Esto va en línea con un
dramático cambio del estado de ánimo en todo el mundo musulmán, donde el 50 por
ciento de las personas (en Turquía) y el 79 por ciento (en Nigeria) rechazan a
los islamistas radicales.
El status quo que llevó a la guerra no ha cambiado en Gaza. Hamas
sigue ahí con una sola estrategia: “Destruir el Estado de Israel y, cuando
pueda, continuar con el lanzamiento de cohetes contra sus poblados y
ciudades”. La población civil israelí también sigue allí, con la misma aversión
a tener que recibir cohetes disparados contra ella. Y a decir verdad, no veo
que disponga de garantías para que eso no suceda en el futuro.
Si Haniyeh cree que lo
suyo ha sido una gran victoria, y si Netanyahu afirma lo propio desde su
gobierno, habría que buscar un concepto moderno y diferente sobre los
conflictos militares y sus finales. O en todo caso, un tratamiento psicológico
que mejore a ambos en sus respectivos y agudos ataques de delirio.
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