Si
hubiera controles correctos de sitios web y de las herramientas sociales en
Internet, ¿sería el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) tan fuerte y
eficaz como lo es hoy? La
respuesta es simple: “No”. El ISIS no habría sido tan eficaz, ni hubiera podido
ampliar sus operaciones en la forma en que lo ha hecho. Éste “no” no constituye
una idea o hipótesis, es una realidad que se confirma diariamente en las
noticias que han revelado la captación de adolescentes y delincuentes de todo el mundo que
han sido seducidos para unirse a los yihadistas.
El fenómeno del ISIS, como sostengo y describo
en varias de mis columnas anteriores, no tiene nada que ver con el Islam. Estas personas
han secuestrado la religión y asesinaron miles de musulmanes, cristianos,
azeríes y kurdos por igual, y si no son detenidos, planifican hacer lo propio
con los judíos y con cualquier persona que confronte los postulados de su
ideología.
Es cierto que esta corriente islamista-militante es un verdadero fenómeno global, pero
en nada tiene que ver con el verdadero Islam, por lo que es esperable y
deseable que día a día se amplíen las voces dentro del mundo árabe-musulmán que
repudien y denuncien las atrocidades que ISIS viene cometiendo. Como sea, lo
que encarna el grupo terrorista es un fenómeno global tanto como “la escasez de
alimentos” o “el brote de Ébola”. Por tanto, es deber del mundo en su conjunto
hacer frente a tal fenómeno.
Esto no quiere decir
que ISIS -y antes Al-Qaeda, y antes la Hermandad Musulmana ,
y antes el Khomeinismo, y todos aquellos grupos o personas que adhieren a esta
ideología no sean el resultado de profundas crisis que involucra al Islam, a su
patrimonio y su identidad.
Sin embargo, además de todo eso, hay que
hablar del ISIS directamente. Es claro que el grupo terrorista no es más que un
síntoma del estado de desequilibrio global del mundo árabe-islámico y del
fracaso de sus gobiernos laicos como también de la represión interna que sus
dictaduras vienen ejecutando sobre sus pueblos por más de 50 años. Pero si no
enfocamos correctamente esta nueva endemia que configura el ISIS, ¿Cómo puede el lector entender
que conversos musulmanes europeos, que no hablan el árabe- y que no entienden las complejidades
ideológicas del yihad, viajen a unirse al ISIS?
Ante este escenario,
algunos países occidentales deberían disponer una partida adicional a los
millones de dólares que están gastando en sus ataques aéreos sobre las
posiciones del ISIS. Así, fortalecerían sus agencias de seguridad en la
fiscalización de viajes y movimiento de dinero que financia la captación de
nuevos combatientes. Esto con el fin de enfrentar al ISIS desde una dirección
tan importante como la coalición lo está confrontando sobre el terreno.
Occidente debe hacer mucho más para frenar la interacción del ISIS a través de
las herramientas sociales, especialmente su actividad en Twitter y Facebook, y
así, evitar que los yihadistas continúen captando nuevos miembros. Corroborar
esta situación es muy simple: solo hay que ingresar a los sitios web afines y
satelitales que dispone el grupo -generalmente todos ellos en idioma inglés y
árabe- y el lector apreciara que la fábrica de yihadistas trabaja las 24 horas
del día en la captación de combatientes.
El mundo libre cree en la libre expresión y el
valor de las libertades individuales. Eso es bueno y está muy bien que así sea.
Sin embargo, ahora se enfrenta a una amenaza existencial, por lo que debería
hacer frente a esta situación no solo en el campo militar, también en aspectos
que controlen el accionar del grupo radical. Al mismo tiempo, debe librar
la batalla que no ha comenzado a dar. Me refiero a la “guerra de las ideas” dentro de las sociedades
musulmanas.
Históricamente,
Occidente ha atacado los problemas en la región desde el punto de vista
militar, y es muy claro que estas políticas son y han sido una espiral de
violencia sin final a la vista. Pero nunca se ha dado soporte y ayuda
prolongada y sostenida en materia de políticas que seduzcan los corazones y el
pensamiento de las sociedades arabo-islámicas. Por el contrario, Occidente ha
sido -y es- socio de sus más crueles dictadores.
Mucha dirigencia occidental sostiene que
trabaja para crear conciencia y que solo la disuasión no funciona. Sin embargo,
tal enfoque lleva consigo un riesgo inherente, particularmente cuando se trata
de un fenómeno como el ISIS, pero los ciudadanos del mundo árabe no pueden
darse el lujo “del tiempo o la paciencia” para seguir la visión occidental,
sencillamente porque para ellos “ésta es una batalla por
su supervivencia”. Aunque
Bruselas y Washington no lo comprendan plenamente.
A principios de
octubre, EEUU pidió a los aliados que se han unido a su coalición anti-ISIS
ampliar la guerra para incluir la esfera digital. Esto ocurrió durante una
reunión especial celebrada en Kuwait para discutir específicamente la forma de
contrarrestar la propaganda y captación que lleva adelante el ISIS. Una semana
atrás, la Unión Europea
llevó a cabo una reunión en Luxemburgo en la que se pidió ayuda a los
proveedores de Internet y a las compañías de herramientas sociales en la lucha
contra el terrorismo. Este es un buen síntoma, aunque se produjo después que el
número de europeos en las filas de ISIS en Siria e Irak aumentó de sólo unos
300 en 2012 a más de 4.500 en 2014. Las últimas noticias en este sentido, según
declaraciones de un funcionario de inteligencia francés, incluyen el informe
sobre una joven francesa de 17 años de edad y de familia judía como una de las
103 mujeres de Francia que han abandonado el país en los últimos 90 días para
unirse a los combatientes del ISIS en Siria.
En consecuencia, bien vale recordar un dicho
libanes que indica: “Quien convoca un espíritu maligno es responsable de desterrarlo”.
En otras palabras, Occidente
no es culpable, aunque sí es responsable del problema, por
tanto, es quien debe resolverlo. No hay culpabilidad en el desarrollo
tecnológico de Occidente, sostener tal cosa sería un absurdo. Pero sí es
responsable de los malos espíritus que nos acosan utilizando libremente la
tecnología. En consecuencia, habrá que ver que propone ahora para hacer frente
al problema y, cualquiera sea la política que escoja, esperemos que de
resultados y que la mantenga en el tiempo.
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