orden de los caballeros de
su santidad el papa
"san ignacio de loyola"
La violencia es una epidemia y hay formas de
tratarla —y posiblemente erradicarla— de la misma manera en la que se tratan o
han tratado otras enfermedades epidémicas.
Tal afirmación puede sonar revolucionaria,
pero el desafío está en proponer soluciones al problema de
la violencia en América Latina, una región con la tasa
de homicidios per cápita más alta del mundo: más de 10 asesinatos por cada
100.000 habitantes, según cifras de la Organización Mundial
de la Salud
(OMS).
Andrés Villaveces es médico especializado en epidemiología y, junto a otros
expertos del Banco Mundial, participa en Guatemala en una conferencia que reúne
a más de 450 delegados de América Latina y otros lugares del mundo para tratar
de lanzar un esfuerzo continental que ayude a proteger, en especial, a las
principales víctimas y victimarios de esta epidemia: los jóvenes.
Pregunta. Tenemos 9% de la población y el 30% de los
homicidios del mundo, ¿estamos ante una epidemia de violencia en América
Latina?
Respuesta. Sí. De acuerdo a la definición de epidemia que tiene la Organización Mundial
de la Salud , una
tasa por encima de 10%, en el caso de la violencia, es epidémica. Y la mayoría de los países en América
Latina tienen tasas muy superiores a eso. Entonces sí, es una epidemia.
P. Actualmente la epidemia que acapara los titulares es la
de ébola en África. Y hemos visto que hay protocolos muy claros para hacerle
frente a una epidemia de ese tipo. ¿Existen también protocolos para la epidemia
de violencia?
R. Indudablemente, y las estrategias para estudiar la
violencia, para entenderla, y los métodos para tratar de evaluarla y explicar
qué sirve o no sirve son muy similares a los que se utilizan para entender
otras epidemias. Obviamente, la diferencia de las intervenciones es diferente, pero hay una cantidad de posibles
respuestas, de acciones, a nivel individual, a nivel familiar, a nivel escolar,
a nivel comunitario, o a nivel municipal, sub-nacional o nacional, que se
pueden implementar y que todas son complementarias.
P. ¿Quién o quiénes son responsables de hacer llevar a cabo
esas acciones?
R. Por ejemplo, a nivel nacional uno puede hablar de la
aprobación de una ley que restrinja la portación de armas o el acceso a armas
de fuego. En América Latina tenemos ejemplos efectivos en los que
la restricción resulta en una reducción de homicidios. Igual ocurre con el alcohol. La
restricción del alcohol es aún más efectiva en reducir homicidios: hasta 25%
menos asesinatos con una reducción de un par de horas de acceso al alcohol en
algunas ciudades.
A nivel institucional hay respuestas que podemos trabajar en
el sentido de producción, diseminación y recolección de información
que sea más confiable, que
nos demuestre muy claramente cómo se distribuye la violencia y a qué
poblaciones afecta.
Podemos trabajar, por ejemplo, para crear
ambientes más pro-sociales en el seno de la familia, evitar problemas como la
violencia doméstica o de abuso infantil. Tenemos actividades a nivel escolar,
donde podemos crear un ambiente que sea más productivo y creativo. Entonces, tenemos estrategias e
intervenciones que podemos hacer a múltiples niveles que nos pueden dar
beneficios también a múltiples niveles. Todas son complementarias y deseables,
especialmente en ambientes en los que puede haber violencia.
P. ¿Y qué pasa con la represión? ¿Forma parte de esas
acciones también?
R. Las actividades de control son necesarias e importantes,
pero no son las únicas y no son las mejores. La mejor estrategia realmente, desde el punto de
vista económico y del beneficio social, es la prevención. Todos estos eventos violentos producen
una serie de secuelas que crean un efecto cascada que perjudica al individuo y
a sus familias, que se ven afectadas desde el punto de vista social y
económico.
En definitiva, la
prevención da muchos más beneficios a largo plazo que solo las actividades
represivas y de control. Indudablemente,
las actividades de control policial, la mejora de las estructuras judiciales
desde el punto de vista de su eficiencia y de su capacidad de respuesta son
importantísimas y complementarias, pero la prevención es más importante.
P. ¿Por qué hay que enfocarse en los jóvenes?
R. Los jóvenes son los
que más cometen actos violentos y son las principales víctimas de los actos
violentos.Especialmente los varones. Esa es una razón de peso, es la
población más afectada por la violencia, no solo en América Latina, sino en
todo el planeta. Entonces, ahí es donde más debemos trabajar.
También cuando trabajamos con
jóvenes tenemos más oportunidades de corregir el problema y de prevenirlo a largo plazo que
cuando trabajamos con personas en edad adulta, ya han aprendido conductas
violentas.Mientras más temprano
intervengamos en la población juvenil, mejores efectos a largo plazo tendremos.
A eso le podríamos sumar un tercer
elemento y es que los jóvenes son las personas que están en mejor capacidad de
producir económicamente para sus familias. Si son las personas más afectadas por
la violencia, porque quedan lisiados de por vida o porque fallecen, eso va a
presentar para sus familias un problema económico muy severo que lleva a un
espiral de pobreza.
Por eso, nosotros queremos trabajar para
prevenir que eso ocurra. Eso, naturalmente, se tiene que complementar con
mayor acceso al empleo y a la educación, pero cercenar esa cascada de violencia
nos da oportunidad de que estos jóvenes puedan hacer algo más fructífero para
sus sociedades.
Nota:· José Baig es productor online del Banco Mundial.
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