El populismo consiste básicamente en
tomar una parte y declararla el todo, la única identidad que importa
(frente a la multiplicidad de identidades que caracterizan a cada cual) y la
única legítima (pues las que se le oponen no tienen derecho moral ni político a
existir). Lo habíamos visto en los posts anteriores, aquí y aquí.
Esto es lo contrario de la democracia, porque en democracia se trata de gestionar la pluralidad de manera que,
conservándola en lo sustancial, todavía alcancemos a vivir juntos, a tomar
decisiones colectivas suficientemente respaldadas como para ser efectivas. La democracia consiste pues en producir cierta unidad funcional
sin renunciar a la pluralidad de identidades, intereses e ideas.
Por el contrario, en el populismo termina abandonándose la pluralidad para
alcanzar la unidad.
Habíamos señalado ya que el populismo parece moralmente justificado en
cuanto promete la fraternidad, que es una aspiración profunda de nuestra
psique. Pero lo que en realidad produce
no es la fraternidad sino una jerarquía estricta, que nos ordena "ser
hermanos" mientras ella misma es lo contrario de un esquema fraterno. Todos hermanos e
iguales, caminando hacia un futuro promisorio bajo la mirada del Gran Timonel,
quien es, por supuesto, mucho más grande que la gente. El Gran Timonel resulta
necesario incluso tras la Revolución, porque una vez que hemos alcanzado la
unidad, estamos bajo amenaza de los grupos externos que no quieren aceptar lo
bien que va esto en manos del verdadero pueblo.
El Gran Timonel no solo es mucho más grande que la gente, sino que
además decide quién es "la gente" y quién no, quién tiene derecho a
existir políticamente (en el extremo, físicamente, pero eso ahora se lleva
menos) y quién termina en la cárcel si intenta moverse un poco. Quién es
"el proletariado" de la dictadura del proletariado. O, en palabras
del Duce: "La concepción fascista está por el Estado; y por el individuo
en cuanto coincide con el Estado. Todo es en el Estado, y nada humano o espiritual existe, ni menos tiene valor, fuera
del Estado" (Mussolini, Enciclopedia Italiana 1935, voz Fascismo).
Lo único que tiene valor (en realidad lo único que tiene derecho a
existir) es aquello que coincide con la
estrategia política del líder en cada momento dado, que es lo que el
populismo entiende por "el Estado". Como la sociedad es plural, esto
significa que habrá muchos engañados que no perciban las bondades de la nueva
verdad, sino que persistan en mantener adscripciones o identidades
inconvenientes. Para educar o reeducar a
estos potenciales disidentes, es preciso el mayor monopolio estatal posible
sobre la educación y sobre los medios de comunicación.
Y para quienes se resistan a ser convencidos y se empeñen en la
pluralidad, hay recursos adicionales, como la cárcel
(véase el alcalde de Caracas) o, si son muchos y no caben, los campos de
concentración. Artistas de la talla de Stalin, Hitler, Pol-Pot, Fidel, Mao,
Kim-Il-Sung y semejantes, daban un paso más y se cargaban a los opositores.
Pero esto no es esencial al populismo (ni único suyo): consiste solo en una abreviación del procedimiento, digamos por
ahorrar.
Lo esencial es que la dictadura resulta en la
práctica de una premisa lógica del populismo: que la auténtica sociedad está
formada por quienes comparten una característica única. Los verdaderos
fineses, los creyentes en la versión correcta, si bien minoritaria, de las
enseñanzas del Profeta, el pueblo trabajador, los de RH negativo... cuál sea la
característica resulta de poca importancia. Lo esencial es que quien no la
tiene, debe adquirirla rápidamente o, si no puede o no quiere, abandonar la
vida política, dejando que sean otros quienes dispongan de él. Y eso, precisamente, es la dictadura.
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