viernes, 20 de noviembre de 2015

¡Con la Soberanía no se negocia!. 20 de noviembre: Día de la Soberania. Por S.E.Cab Gran Cruz Don Andrés Mendieta OCSSPSIL. Capitán General de la Provincia de Salta, República Argentina.




¡Con la Soberanía no se negocia!

Durante la ges­tión de gobierno de la señora María Estela Mar­tí­nez de Perón, por ley nacio­nal Nº 20.770, fue decla­rado “Día de la Sobe­ra­nía” el 20 de noviem­bre de cada año en con­me­mo­ra­ción del Com­bate de la Vuelta de Obli­gado, librado en esa jor­nada pero del año 1845. En la misma legis­la­ción se resuelve que dicha cele­bra­ción debía cum­plirse con actos alu­si­vos en todo el país.

¿Esta ley se habrá cum­plido con todo rigor o habrá pasado al olvido como tan­tas otras recor­da­cio­nes que hacen al sen­tir nacional?

En 1824, durante la pre­si­den­cia de Ber­nar­dino Riva­da­via, en las dispu­tas del Con­greso vin­cu­la­das a la forma que el Estado debía asu­mir sobre las pro­vin­cias, comenzó a mani­fes­tarse la anti­no­mia uni­ta­ria y federal.
Los pri­me­ros eran adep­tos de un gobierno cen­tral enér­gico y creían como indis­pen­sa­ble incau­tarse de los aran­ce­les, las minas y las tie­rras ocio­sas; crear una enti­dad ban­ca­ria nacio­nal que emi­tiera moneda, y poseer un ejér­cito pro­pio. Por su parte los “fede­ra­les” defen­dían las sobe­ra­nías pro­vin­cia­les, el sos­tén de las mili­cias y la inte­gri­dad del terri­to­rio provincial.

María Sáenz Que­sada en su obra “La Argen­tina, his­to­ria del país y de su gente”, al refe­rirse a la dife­ren­cia entre uni­ta­rios y fede­ra­les sos­tiene que: “ Había hon­das dife­ren­cias en mate­ria de tole­ran­cia reli­giosa: los uni­ta­rios la defen­dían como nece­sa­ria para atraer capi­ta­les y colo­nos; el clero del inte­rior se mos­traba rotun­da­mente con­tra­rio. En cuanto a los fede­ra­les por­te­ños, par­tido inci­piente, acau­di­llado por Manuel Dorrego y Manuel Moreno, sos­te­nían un fede­ra­lismo libe­ral y popu­lar, mez­cla que sólo podía darse en Bue­nos Aires en aque­lla época”.

La vuelta de Obligado

En Bue­nos Aires, siendo gober­na­dor Juan Manuel de Rosas, se vivían momen­tos ten­sos ante la pre­sen­cia de naves anglo-francés en el estua­rio del Río de la Plata la que ponía en peli­gro la sobe­ra­nía nacio­nal argentina.

En 1845 estu­vie­ron reuni­dos en Bue­nos Aires el minis­tro bri­tá­nico Gui­llermo Ouse­ley, y el barón Def­fau­dis en repre­sen­ta­ción de Fran­cia, quie­nes decla­ra­ron el blo­queo del Río de la Plata.

El 2 de agosto de 1845 las poten­cias ingle­sas y fran­ce­sas arre­ba­ta­ron a los navíos argen­ti­nos que esta­ban blo­quea­dos en Mon­te­vi­deo, ori­gi­nando que el blo­que anglo-francés reem­pla­zara a sus tri­pu­la­cio­nes y la pusie­ran al mando de Garibaldi.

Al mes siguiente las ope­ra­cio­nes no cedie­ron y las fuer­zas de ocu­pa­ción logra­ron des­em­bar­car en la Isla Mar­tín Gar­cía decla­rando el blo­queo a Bue­nos Aires.

Con infe­rio­ri­dad de con­di­cio­nes el 20 de noviem­bre de 1845 los usur­pa­do­res con sus buques comen­za­ron a com­ba­tir para abrirse camino y pronto que­da­ron com­pro­me­ti­dos en una dura lucha. Con­si­de­rán­dose imba­ti­bles, sus bar­cos se inter­na­ron en el río Paraná y, al lle­gar a la Vuelta de Obli­gado, les cor­ta­ron el paso a las bate­rías diri­gi­das por el gene­ral Lucio Nor­berto Man­si­lla, que había colo­cado vein­ti­cua­tro embar­ca­cio­nes uni­das por cadenas.
Des­pués de una enco­nada bata­lla y una tenaz resis­ten­cia, debió dejar pasar a los alia­dos que nave­ga­ron por los ríos Paraná y Para-guay. Cuenta la his­to­ria que los ingle­ses logra­ron cor­tar algu­nas cade­nas y los pri­me­ros navíos empe­za­ron a pasar para el otro lado, no sin sufrir seve­ras ave­rías y muchas bajas por el intenso fuego de la costa. En esta acción el pro­pio Lucio Nor­berto Man­si­lla sufrió una herida.

Gran Bre­taña anhe­laba la paz, motivo por el cual retiró sus fuer­zas del blo­queo en mayo de 1847 y envió a Lord Sout­hern para fir­mar la Con­ven­ción de paz, el 24 de noviem­bre de 1849. Fran­cia, por su parte, envió al almi­rante For­tu­nato Lepre­dour, quien firmó con Juan Manuel de Rosas el Tra­tado de Paz Southern-Lepredour, en 1850.

Con res­pecto a la figura de Lucio Man­si­lla, nacido en 1792, abrazó las armas de la patria en 1810 y, en 1815, se incor­poró al ejér­cito de José de San Mar­tín com­ba­tiendo en la bata­lla de Cha­ca­buco. Des­pués de la caída de su pariente Juan Manuel de Rosas se exi­lió en Fran­cia para regre­sar a su patria en 1868 y, tres años más tarde, falle­ció en Bue­nos Aires ata­cado por la fie­bre amarilla.

Autor: Andrés Mendieta

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