Por Andrés Mendieta
Estrepitosamente y dentro de una general algarabía se festeja el nacimiento del nuevo año. ¡Cuántos buenos propósitos y modificaciones a nuestra conducta, nos hemos propuestos! El año que comienza con 366 páginas en blanco que tendremos que escribir… salvo los que no alcancemos a recorrer el camino.
En la noche del 31 de diciembre del 2015, al hacer el balance de otro años más, a pesar de los buenos aspiraciones iniciales, ¡cuántas páginas garabateadas!... ¡cuántos borrones!.. Como el año que acaba de finalizar, como el que va venir, como todos los años, las páginas serán más ricas en buenas intenciones que en obra fecunda y efectiva. Vieja e inevitable flaqueza humana…
Ya se fue un año teñido en sombra de los que combaten en distintos puntos del mundo. Del desencuentro del hombre fortalecido por la soberbia y el egoísmo.
Es por ello la quejumbrosa cara que revela el niño 2008. Lleva en su almita la semilla de todos los odios; un rostro demacrado como señal de todos los sufrimientos; un estómago con el dolor del hambre de millones de seres, ya sea por la falta de trabajo o por políticas inhumanas. Por la locura exterminadora y suicida entre pueblos que deberían ser hermanos. Por la ansia bestial y diabólica de dominación universal.
Ese es el horóscopo que las hadas que rodean al niño recién nacido, enclenque, lívido, con la piel morada pegada sobre sus huesecitos, hacen del niño 2015… Quiera la voluntad suprema que las hadas tristes se equivoquen.
En ese ambiente es posible, porque no desearlo, que sobre la cunita se pose una paloma blanca que sostenga con su pico una ramita de olivo. Será la paz. Es quien podrá salvar al niño quien, al crecer, podrá convertir las derrotas en victorias. Debemos aferrarnos a ese rayito de luz para recomenzar de nuevo.
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