La falta de entendimiento de Occidente sobre el enfrentamiento, de 1400 años de antigüedad, tiene marcadas consecuencias en las decisiones sobre la guerra en Siria y el futuro del Estado Islámico
El conflicto desatado por la sucesión de Mahoma separó las dos ramas principales del islam. Tras su muerte, en 632 DC, se abrió un proceso turbulento que duró siglos y que aún persiste. Los musulmanes se escindieron en tres ramas: chiitas, sunitas y jariyíes, aunque de esta última solo sobreviven hoy pequeñas comunidades que representan apenas el 5 por ciento del islam. Los primeros reclamaron la preeminencia de una sucesión que comenzaba en Alí, yerno de Mahoma. Según su argumento, el poder debe designarse por gracia divina y el parentesco familiar es una señal de divinidad.
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