lunes, 26 de diciembre de 2011

El Guerrero Ético: Protegiendo a nuestros enemigos Jack E. Hoban & Bruce J. GourlieTraducción del Cte My (R) Carlos G. Blanco, M.Sc.19 de diciembre de 2011

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El Credo del Guerrero -acreditado al  Dr. Robert Humphrey- ofrece una guía concreta para el desarrollo de los hábitos de un Guerrero Ético en su vida diaria.
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Cuando trabajamos con personal militar, de seguridad y policial en nuestras clases sobre el Guerrero Ético y el Protector Ético, es inevitable que nos enfrentemos a la cuestión de cómo tratar a los chicos malos - no sólo legalmente, sino éticamente. Definimos al Guerrero Ético como:
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Protector de la vida.¿La vida de quién? Propia y de los demás.¿Qué otros? Todos los demás. Esto suena muy bien como un parachoques, pero después de reflexionar tenemos que admitir que preocuparnos, y mucho menos arriesgar nuestras vidas, para proteger al chico malo es muy contra intuitivo. Estamos lejos de los primeros para abordar esta cuestión del respeto (¿nos atrevemos a decir amor?) a nuestros enemigos, por supuesto; el sentimiento ha existido desde hace miles de años.
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Pero sigue siendo la advertencia más dura de cumplir. ¿Por qué? Porque a veces un acto es tan inmoral, extraño, ilógico, incómodo, desagradable y chocante, que es casi imposible creer que fue cometido por un ser humano igual. Pero lo fue. En lugar de tratar de discutir este punto muy emocional intelectualmente, contaremos esta historia. La historia del prisionero japonés. La mayoría de los infantes de marina conocen la historia de Iwo Jima. Uno de los "pequeños secretos sucios" de esa batalla fue que los japoneses no creían en la toma de prisioneros, porque la rendición -incluso cuando estaban heridos- era considerada erróneamente una violación del código guerrero del Bushido. Desafortunadamente, algunos infantes de marina empezaron a hacer lo mismo asesinando a los soldados japoneses heridos, capturados o rendidos.
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Un día de patrulla, el Dr. Robert Humphrey y sus hombres llegaron a un joven soldado japonés demacrado en un uniforme roto, sucio, saliendo de una cueva con una bandera blanca. Esto, en sí mismo, era inusual porque los soldados japoneses rara vez se rendían. Uno de los infantes de marina en la patrulla, convencido de que esto era una especie de truco, levantó el rifle para matar al niño. Humphrey le ordenó al infante de marina que bajara su arma. El infante de marina bajó su arma. Resultó que la rendición del soldado japonés era genuina y fue llevado con seguridad a la retaguardia. Como sucedió, el prisionero incluso resultó ser de algún valor para inteligencia. Humphrey reflexionó poco sobre el incidente en ese momento. Hubo mucha matanza antes del incidente - y mucha después. Sin embargo, casi cincuenta años después, cuando se le pidió que compartiera su mayor logro, citó este incidente. Explicó con palabras el sentido de que: "En Iwo Jima era cuestión de vida o muerte cada minuto de cada día. La muerte era inevitable todos los días. Cuando vi a ese chico japonés tratando de rendirse y entendí que esta era quizá la única vez que no tendría que matar, aproveché la oportunidad. Creo que esa acción salvó mi humanidad.
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Como la mayoría de los veteranos de Iwo Jima que sobrevivieron, estaba profundamente afectado por la experiencia. Sin embargo, nunca sufrí la profunda depresión y neurosis de guerra que otros padecieron. Lo atribuyo a haber salvado la vida de ese muchacho. Protegí a mi enemigo, si se quiere".
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Hay un dicho: "detesta al crimen, pero respeta al criminal". Esta perspectiva no es sólo para beneficio del delincuente, sino también del nuestro. Hay consecuencias negativas cuando juzgamos el valor de la vida de las personas por los valores de su cultura familiar o conducta -incluso criminal-. Hablaré sobre los reales peligros psicológicos de deshumanizar a otros en nuestro próximo artículo.

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