domingo, 26 de agosto de 2012

El ex-cadete, el liceista y el sindrome del inmigrante‏. Por Jorge C. Ascar " El turco".

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Centro de Egresados del Liceo Aernáutico Militar
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Cuando entramos al Liceo nos convertimos en cadetes y cuando salimos en ex cadetes, claro!, pero ya nunca más dejaremos de ser liceistas. No se puede ser ex liceista. Hemos recibido una especie de ciudadanía, que nos hace sentir como pertenecientes a una suerte de patria chica.

Cuando egresamos del Liceo en realidad emigramos y automáticamente ingresamos a una sociedad que durante cinco años vimos e idealizamos desde afuera (porque estábamos adentro).

Así nomás nos convertimos en inmigrantes.

El inmigrante tiene idealizada la sociedad en la cual se inserta y por eso lo hace. Pero a medida que pasa el tiempo y luego de acomodarse lo mejor posible en el nuevo entorno, comienza a extrañar y a idealizar, ahora, aquel punto de partida.

Posiblemente para el inmigrante el lugar que dejó ya no sea el mismo. El tiempo habrá cambiado algunas formas, algunas costumbres, pero el lo guarda en el recuerdo congelado e inmóvil como una foto de color sepia. Quizás mejor sacada que una del Vampiro.

Y contará a propios y a extraños aventuras y anécdotas que al repetirse una y otra vez perderán y ganaran ingredientes y detalles que le darán esa patina mágica que los transforma en mitos, verdades equidistantes entre la leyenda y la realidad.

En la dura lucha del tiempo con el recuerdo, este rescata del olvido las cosas mas lindas, mientras el tiempo va acunando en sus brazos largos las cosas malas hasta hacerlas dormir.

El inmigrante tiene un pueblo que lo vio crecer, que le dio tonadas y características que siempre lleva con el. El liceista tiene una promoción que lo vio crecer que le dio vivencias que le pertenecen.

Y cuando se encuentran dos inmigrantes que vienen del mismo país pero de distintos pueblos, se llaman paisanos aunque cada uno tenga una imagen diferente de ese país, porque en realidad tiene la imagen de su pueblo, que quizás sea distante del otro y tenga diferente clima y otro paisaje.

Cuando nos encontramos liceistas de distintas promociones que a veces están muy lejanas en el tiempo, tenemos diferentes paisajes pero hay un mismo espíritu que nos hace sentir cerca, es el espíritu de esa patria chica que nos marco con su sello indeleble.

Es que el Liceo, como un padre generoso y carismático hizo sentir a cada uno de sus hijos como si fuera único.

Como el inmigrante, el liceista tiene siempre en su equipaje un espacio dedicado a la caja de los recuerdos, que son horas, que son amigos, que son los padres que nos miran todos los días desde la foto pegada con chinches compartidas en el interior de la puerta del armario.

Como el inmigrante, el liceista se emociona cuando encuentra algún paisano y lo primero que pregunta es de qué pueblo viene, de que promoción sos.

Como el inmigrante, el liceista le responde a sus hijos preguntas del Liceo que a lo mejor sus hijos nunca le hicieron.

Tantas palabras se necesitan para explicar un color, o un sabor, cuantos sinónimos hacen falta para definir una textura, cuantas páginas hay que escribir para transmitir un aroma, como se puede describir un sonido, es tan difícil como tratar de transmitir una experiencia a alguien que no la ha vivido.

Como explicar el marrón terroso si no figura en la paleta de colores de ningún programa, o el gusto de la polenta de campaña rescatada debajo de una fina capa protectora de tierra incomible, si es solo comparable al gusto amargo del domingo a la noche?

Como le cuento a alguien la textura de los cardos de La Siberia capaces de atravesar la tela más dura para dedicarnos su profunda y persistente caricia que a veces por aleatoria nos arrancaba una lagrima ? Como voy a explicar eso si un viento norte ha invertido fortunas a su lado y el progreso (de ellos) se llevo los cardos que tanto me querían.

Como puedo transmitir el sonido de la banda tocando canciones de amor para congraciarse con las madres y las novias los miércoles de visita? si en un CD entra mucho mas que eso.

Quien va a entender aquel olor a pasto que nunca mas volví a sentir, no se, era otro olor a pasto, era diferente, era el olor a Pasto del Liceo, creo que hasta hoy lo podría diferenciar de otros olores a pasto.

Como el inmigrante, el liceista, siente que el único que lo va entender es un paisano, es otro liceano, aunque sea de otro pueblo, y por eso, solo por eso, ya lo quiere y lo hace amigo.

La mayor parte de los hijos de ex cadetes no fueron al Liceo, y el liceista como el inmigrante siente que no pudo continuar la tradición, y se afianza mas a ella acaso porque descubre que esta solo para cuidarla.

Volver a pisar el Liceo es como volver a la patria chica pero jamás podremos volver al pueblo, porque ya esta cambiado, porque es aquella promoción que ya paso, son aquellos doscientos adolescentes inquietos que se sentían únicos. Que en realidad eran únicos.

Es que ahora cuando nos encontramos ya no estamos solos, tenemos que compartir nuestras reuniones con algunas cabezas blancas, algunas arruguitas, algunas barrigas descuidadas, algunos lentes de aumento, algunas peladas... pero gracias a Dios por ahora son solo algunas (cuantas), y todavía no se nos cayó del equipaje la caja de los recuerdos.

Nota: Dedicado a todos los que me entienden, porque ellos saben que no estoy loco. También se lo dedico a los locos que yo no entiendo. Buenos Aires, Julio de 1998

Jorge C. Ascar "El turco".
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Prom XVI LMGB

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