Un Siglo Después
Por Héctor Landolfi
EL DOS
VECES MANDATARIO FUE CLAVE EN LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO ARGENTINO
EN MÚLTIPLES ASPECTOS, ALGUNOS POCO DIFUNDIDOS.
Una
prioridad: la educación laica y gratuita para buena parte de la población.
La infraestructura, especialmente los ferrocarriles,recibió
un impulso decisivo. En lo social, el inicio del sistema demseguridad
social y de jubilación estatales. Leyes laicas como la de registro
y matrimonio civil lo enfrentaron con la Iglesia. A nivel internacional,
los límites con Chile, la presencia en la Antártida y la
Doctrina Drago, que impide el cobro de deudas mediante fuerza militar.
Y la Campaña del Desierto, que selló un conflicto de 350 años y
consolidó la soberanía nacional en la Patagonia.
El 19 de
octubre de 1914 murió en Buenos Aires Julio Argentino Roca, el que
fue dos veces presidente de la Nación y notable estratega militar.
Le cupo la suerte de morir en su patria, la que ayudó a forjar
con su espada y sus capacidades de estadista. Fortuna que no tuvieron
San Martín, quien falleció en la lejana Francia, en un casi exilio; Rosas, en su forzado retiro británico y Sarmiento, en Paraguay,
lejos de sus escuelas. El país
que Roca abandonaba en forma definitiva era muy diferente de aquel que
sus ojos comenzaron a ver a partir del 17 de julio de 1843 en su
Tucumán natal.
En los
setenta y un años que duró su vida, la Argentina pasó de un estadio
no demasiado diferente del de esa colonia que se había separado
de España en 1810, a ser la sexta economía del mundo. Roca fue el
constructor del Estado que produjo esa profunda transformación positiva.
Ese
cambio gigantesco, que algunos argentinos ignoran y otros persisten
en denostarlo desde una sesgada visión ideológica, fue adecuadamente
percibido por el mundo desarrollado de entonces. Pronto,los
centros de poder mundial dieron pasos concretos para conectarse con esa
potencia emergente. Y la actividad cultural acompañó el crecimiento
de ese poder.
En 1891
se inauguró el Teatro Odeón, el que se transformó, en el siglo XX,
en un lugar donde se produjeron acontecimientos históricos de la
cultura y la política argentinas. En su sala, en 1896, se realizó
la primera proyección cinematográfica argentina, al año siguiente
de la realizada por los hermanos Lumière, en París. Y en esa misma
sala, en 1897, se realizó el congreso que decidió lacandidatura
del General Julio Argentino Roca a su segunda presidencia.
En 1893,
la Alianza Francesa, la asociación cultural internacional más
grande del mundo, se instaló en Buenos Aires.
En 1905
se inauguró, con la actuación del famoso payaso norteamericano
Frank Brown, el Teatro Coliseo.
En 1920,
Enrique Susini realizó desde el techo de ese teatro la primera
transmisión radiofónica.
A partir
de 1908, el nuevo edificio del Colón recibió a los principales
cantantes líricos europeos.
Ese mismo
año, María Guerrero inauguró el Avenida, epicentro del mejor
arte lírico ibérico. Y fue la gran actriz española quien donó el
Teatro Nacional Cervantes en 1921.
Y en
1914, Harrod's, la gran tienda inglesa, inauguró en Buenos Aires su
primera y única casa fuera de Inglaterra.
El deporte, también, fue evidencia clara de ese país que crecía.
Durante
la segunda presidencia del General Roca -y aún después- secrearon
los que serían los grandes clubes del fútbol argentino:River
Plate, 1901; Racing, 1903; Independiente, 1904; Boca Juniors,1905 y
San Lorenzo, 1908.
EL GRAN SALTO CUALITATIVO
El
impulso que Roca dio a la educación pública no tuvo precedentes ni
emulaciones posteriores. El Consejo Pedagógico de 1882, donde se gestó la
ley 1420, la más inclusiva y eficaz de las de enseñanza primaria;
el Consejo Nacional de Educación en 1884; el "secundario", sobre el
modelo del baccalauréat francés, el mejor del mundo en su momento;
la "Ley Avellaneda", en 1885, sobre el funcionamiento de las universidades
nacionales. Y para industrializar al país con gente propia,
creó el Colegio Industrial de la Nación, Otto Krause, en 1899, en
su segunda presidencia.
Este
virtuoso círculo educativo posibilitó que el hijo de un inmigrante
analfabeto pudiera transformarse en un profesional y que la Argentina
lograra índices de alfabetización ubicados entre los más altos del
mundo. Ese nivel educativo y cultural es el que le permitió a la
Argentina tener tres premios Nobel de ciencias: Houssay en 1947, Leloir en
1970 y Milstein en 1984.
EL MILITAR
Julio
Argentino, nacido en el seno de una patricia pero modesta familia
tucumana, siguió el mandato familiar de su padre, el Coronel José
Segundo Roca, y logró estudiar en el Colegio Nacional del Uruguay
gracias a una beca que le otorgó Urquiza.
Con sólo
dieciséis años, el jovencísimo Subteniente de Artillería Roca,
tuvo su bautismo de fuego en la Batalla de Cepeda (1859) al mando de
su batería y sirviendo en el Ejército de la Confederación Argentina.
En Cepeda,
Roca inicia una carrera militar que no conoce derrotas
y le permite, en tres quinquenios, recibir las palmas del generalato
a los 31 años. Las recibe del Presidente Nicolás Avellaneda
en el campo de batalla, luego de vencer a la revolución mitrista
en las batallas de "La Verde" y "Santa Rosa" (1874). Y culmina
su carrera en la Campaña del Desierto, el gran operativo militar
que permitió consolidar la soberanía nacional en la Patagonia.
El éxito de esta campaña fue ponderada por el Mariscal Helmuth
von Moltke, uno de los mayores estrategas alemanes, quien así se lo
hizo saber a Miguel Cané, embajador en Berlín.
Roca fue
militar, pero no militarista. En su discurso al Congreso de la
Nación, al asumir su primera presidencia (1880) Roca anunciaba:"Consagraré
a las reformas que son reclamadas en este ramo (Ejército)
mis mayores esfuerzos para evitar los peligros del militarismo,
que es la supresión de la libertad..."
HOMBRE DE FE
Roca fue
persona creyente, pero no accedió al clericalismo. El 2 de junio de
1879 le comunicó al Presidente Avellaneda la celebración de un Tedeum
en agradecimiento al éxito de la Campaña al Río Negro. Y finaliza
el informe expresando: "En ninguna parte se siente uno tan cerca de
Dios como en el desierto".
Cinco
años más tarde, ya Presidente, promulgó la ley 1420, cuya concepción
laica de la enseñanza generó la crítica de la jerarquía
católica.
La
oposición de la Iglesia a la laicidad de esa norma legal fue expresada
públicamente por el Nuncio Apostólico Luis Mattera. Ante este
hecho y en vista del estatus diplomático del representante papal,
Roca lo expulsa del país y rompe relaciones diplomáticas con el
Vaticano (1884). Es a partir de entonces que el Presidente obligó a los
Obispos a que en el juramento tradicional agregaran el de "Fidelidad
a la Nación Argentina".
EL CIVILISTA
El estro
cívico roquista se proyecta en la ley que creó el Registro Civil,
que permitió inscribir nacimientos, matrimonios y defunciones con
independencia de su origen religioso. Y con el mismo criterio se modificó
el Código Civil para permitir el matrimonio civil.
Durante
su presidencia se sancionó el Código Penal y se ejerció por primera
vez en el país la libertad de prensa. Se publicaron doscientos
diarios, cien en la Capital Federal.
Salvo sus
Ministros de Guerra y Marina, Luis María Campos y Pablo Riccheri,
que eran militares, sus ministros y colaboradores fueron civiles
de elevado nivel intelectual. Recordaremos sólo algunos: Norberto
Quirno Costa -su vicepresidente-, importante periodista y diplomático; Bernardo
de Irigoyen, uno de los gestores del Acuerdo de San Nicolás, abolicionista
de la pena de muerte y brillante intelectual; Joaquín
V. González, historiador, filósofo, escritor, fundador de la
Universidad de La Plata; Amancio
Alcorta, músico, rector del Colegio Nacional de Buenos Aires;Luis
María Drago, jurista eximio, creador de la única doctrina oficial
argentina de Relaciones Exteriores, referida a deuda externa; José
María Ramos Mejía, educador y médico brillante, creador de la Asistencia
Pública de la Ciudad de Buenos Aires, hoy el SAME.
LA GUERRA DE LOS 350 AÑOS
Desde la
llegada de Pedro de Mendoza a la orilla occidental del Río de la
Plata (1536) hasta que Roca finaliza su Campaña al Desierto (1885)
trascurrieron tres siglos y medio de una guerra intermitente. Esta
enorme profundidad temporal contrasta frontalmente con la brevedad
de la lucha en el mundo andino. Pizarro, en dos años, con 180
hombres y treinta caballos, derribó la formidable estructura política,
militar y económica del imperio incaico.
Mientras
la acción de Pizarro fue una clara invasión al imperio del Cuzco, el
arribo de Pedro de Mendoza al estuario del Plata se aprecia como un
contingente que se asentó en una llanura recorrida por tribus nómades
que a nadie pertenecía. Este asentamiento era comparable, en buena
medida, al efectuado por los galeses en el Chubut.
Durante
estos tres siglos y medio, Buenos Aires se transformó y elevó su
jerarquía. Pasó de ser la pariente lejana y pobre del imperio
español, a constituirse en cabecera del Virreinato del Río de la
Plata (1776) luego, en expulsora de los invasores ingleses, que la tornó
en prestigiosa ciudad "Reconquistadora" (1808) y poco más tarde, y
a partir de 1810, en el motor independentista de la dominación
española. Proceso dado en el marco de una conflictividad intermitente
con el indígena.
En la
etapa independiente, el enfrentamiento con las tribus nómades no cedió,
se acrecentó a medida que el malón araucano (mapuche) de origen
trasandino se abalanzaba sobre el ganado vacuno y caballar que se criaba
en la llanura argentina. A este enorme robo de ganado, las tribus
araucanizadas agregaron la extracción de sal, efectuada de este lado
de los Andes para venderla en Chile, país que carecía de ella.
Este
persistente estado de guerra entre el indígena y las poblaciones cristianas
culminó en el Malón Grande (1872). Seis mil indios de lanza
araucanos (mapuches), al mando de Calfucurá, atacaron las poblaciones
del sur de la provincia de Buenos Aires, incendiando casas y
pueblos, matando a 400 pobladores, secuestrando a 500 mujeres y a niños
para esclavizarlos, y robando 300.000 cabezas de ganado.
Si esta
cifra de animales robados era la real, estaríamos ante el mayor
rodeo -y el mayor pillaje de ganado- de la historia argentina y posiblemente
del mundo. Su valor a precio de hoy rondaría los 90 millones
de dólares y equivaldría a más de dos meses de transacciones
comerciales en el Mercado de Hacienda de Liniers. Éste era el
"pingüe negocio" al que se refería Roca y el que Calfucurá quería
legar a sus descendientes al exclamar, momentos antes de su muerte:
"No entregar Carhué al huinca". Carhue era la rastrillada principal
por donde los araucanos (mapuches) pasaban a Chile el ganado robado en
la Argentina. La magnitud del robo araucano de ganado torna ridículos
los dichos de Osvaldo Bayer, quien afirma que la rapiña de animales
por parte de los indígenas se debe a que éstos no tenían nada para
comer.
La Campaña al Desierto puso fin a este estado de guerra y saqueo.
Roca
diseñó la tropa en relación con su oponente. Quitó al soldado la coraza
de cuero que impuso Alsina y lo alivianó de enseres;suprimió
la artillería y aumentó la caballada para otorgar mayor movilidad
a sus soldados. Organizó un verdadero contra-malón, de acuerdo
con lo aprendido en la Comandancia de Fronteras y lo asimilado en largas
conversaciones mantenidas con el Coronel Manuel Baigorria, oficial
unitario de Paz que se pasó a los ranqueles, convivió veinte años con
ellos y dirigió malones que se abatieron sobre pueblos gobernados
por federales.
Los
números concretos de la Campaña del Desierto revelan que el Ejército
argentino movilizó 6.000 soldados acompañados de 800 indios
amigos. En los enfrentamientos se produjeron 1.600 indios de pelea
muertos o prisioneros y 10.500 prisioneros integrantes de la "chusma",
el apoyo logístico del combatiente araucano constituido por sus
mujeres e hijos. Si tenemos en cuenta que cada indio de pelea llevaba a
su familia como apoyo logístico y el promedio histórico daba 4,1
a 4,2 personas de "chusma" por combatiente indígena, los 10.500
individuos de "chusma" detenidos corresponderían a 2.600 indios de
pelea, lo que estaría revelando que al menos 1.000 combatientes
araucanos se replegaron a la Araucanía chilena desde donde
invadieron la Argentina.
Esta
realidad la confirmó el General Villegas en su informe al General
Viejobueno del 5 de mayo de 1883: "He creído de suma necesidad
trazar una línea de defensa paralela a la cordillera a fin de evitar
que los salvajes que habían sido arrojados de nuestro territorio
no volvieran a pasar a él".
Los
ideologizados historiadores actuales coinciden con estas cifras, pero
ignoran a los caídos de nuestro Ejército, parecería que la muerte de
los humildes y sacrificados soldados criollos no tiene derecho a
que la historia la registre.
Las
cifras expuestas, como el destino dado a los prisioneros, revelan que la
acusación de "genocidio" con que se estigmatiza la Campaña al Desierto
queda lejos de la realidad.
Los
indígenas más reacios fueron confinados junto a sus jefes en la isla
Martín García. El resto de los hombres fue ubicado en estancias bonaerenses
y del Norte, y también en el Ejército. Las mujeres jóvenes
fueron colocadas para el servicio doméstico en familias porteñas
y de la provincia de Buenos Aires, destino mucho más amable que el de
las cautivas cristianas del indígena.
La cruel
realidad que soportaban estas mujeres en las tolderías está cabalmente
descripta por José Hernández en la segunda parte de su Martín
Fierro.
El
resultado de la lucha como el trato dado a los prisioneros indígenas
muestran una realidad sideralmente distinta de la admitida por Juan
Manuel de Rosas en su testamento, quien declara que en su campaña
al desierto de 1833, "se ultimaron a 50.000 indios y otros tantos se
aprendieron". Los prisioneros indígenas detenidos en esa oportunidad
fueron atacados criminalmente por los soldados de Rosas, como lo
pudo comprobar Charles Darwin en su recorrida por nuestra llanura.
No puede
dejar de señalarse que el kirchnerismo -y cierta izquierda ajada-
encabeza el repertorio de las injustas paradojas históricas que
involucran a Roca.
Mientras
el gobierno realiza y promueve acciones contra e l General tucumano
que fue dos veces Presidente de la Nación y consolidó la soberanía
nacional en la Patagonia, simultáneamente, se enseñorea sobre el
neuquino maná petrolífero y gasífero de Vaca Muerta; que no sería
argentino si no fuera por la Campaña al Desierto.
La
memoria de Roca sonreirá irónica -quizá, algo escéptica- al ver que sus
desagradecidos detractores actuales estudiaron en la escuela pública
por él creada; se curaron en hospitales generados en su gestión
de gobierno; construyeron casa con crédito de fomento del Banco
Hipotecario Nacional, que él fundó y se trasladaron en buenos ferrocarriles
construidos durante su presidencia
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