domingo, 24 de abril de 2016

GÜEMES Y ARENALES EN LA EMANCIPACIÓN DE AMÉRICA. POR MARÍA INÉS GARRIDO DE SOLÁ. 1816-2016: GLORIA Y HONOR A LOS FORJADORES DE LA INDEPENDENCIA-



Bandera de la Hispanidad en las Américas, 
adoptada como símbolo de las Américas 
por la séptima conferencia internacional 
Americana de Montevideo 
el 13 de diciembre de 1933.


María Inés Garrido de Solá escribió un artículo en el cual se refería a la importancia de Güemes y Arenales en la emancipación de América, publicado en el Boletín Güemesiano de Salta del año 1985. La autora destaca que la efectividad de las tropas de Salta fue incuestionable en el período 1814 – 1821, impidiendo el avance de seis invasiones mediante cientos de acciones militares con singular estrategia. 

Mientras San Martín iniciaba la campaña libertadora del Perú, Güemes y Arenales desempeñaros sus roles protagónicos. El héroe de los Andes necesitaba, para el éxito de su desembarco, disminuir la presión del enemigo en la zona y debilitarlos. Para ello nombró General en Jefe del Ejército de Observación a Güemes, encomendándole avanzar por el Alto Perú. Al respecto, la docente expresa: 

La expedición era de difícil concreción como toda campaña a través de largos territorios desérticos y con pocos elementos –aparentes- de apoyo logístico. La enorme distancia entre Jujuy, la última base de operaciones, y la zona donde debían desarrollarse las acciones, tornaba embarazosas las operaciones, mientras el ejército español con su base de operaciones en el Desaguadero tenía posibilidad de golpear con mayor fuerza y eficacia. Es decir, que la reunión con San Martín en el Perú iba a ser difícil de lograr, sumándose a ello que se sacaba a los gauchos de su radio de operaciones, lejos de sus casas y del ambiente que conocían; pero para su largo recorrido contaban con todas y cada una de las guerrillas altoperuanas, que les brindarían: guías, forraje, mulas, alimento, descanso, etc.

Güemes, consciente de la importancia de su misión, se dirigía al gobierno de Buenos Aires, el 5 de setiembre, en demanda de auxilios, diciéndole:

El deseo de corresponder a la confianza que he merecido al digno Héroe de los Andes en mi nombramiento de General del Ejército Observador tiene agitado mi espíritu, en tal manera, que no descanso por aprestar cuanto más breve la expedición que me ha encargado. Su importancia es inocultable por cuanto debe esperarse, que dejando al enemigo que tiraniza al interior, en la libertad de marchar a reforzar con su grueso las fuerzas que en la Costa esperan ya a las de Chile, será probable, sino infalible, un desastroso contraste en las armas de aquel jefe que son esencialmente la base de la Salvación de la Causa.

Ante la noticia de la partida de San Martín desde Valparaíso rumbo al Perú, Güemes -2 de noviembre- al presidente del Estado de Chile -O´Higgins- manifestábale:

Inflamado con este aviso mi celo por la gran Causa, me he resuelto a marchar también con mis divisiones de Línea y Gauchos en persecución del enemigo que tiraniza el Interior. Todo me falta, es verdad, porque nada he conseguido de las Provincias Unidas, a pesar de mis reclamos. Cansado de hacerlo pero sin fruto, he balanceado los riesgos que me presenta la miseria de mi pronta Expedición, con las ventajas de que de sus efectos podrán resultar a la Causa en las preciosas circunstancias de nuestro estado político. E inclinada la Fiel por éstas, he despreciado inconvenientes: me he propuesto mirar mi Parque exhausto de municiones y de útiles de pelear, como si abundase en ellos; me he arrostrado a la pobreza; y socorridas mis divisiones con un chiripá de picote y una jerga por vestuario, ha desfilado ayer la primera y van a seguir las otras, llevando sí, grabado el lema: Morir por la Patria es Gloria. 

La expedición libertadora del Perú, había desembarcado en la Bahía de Paracas y Arenales intervenía realizando la primera campaña de la Sierra, realizada de sur a norte entre Octubre y Diciembre, venciendo a los realistas en Ica, Nazca y Pasco, tras lo cual se encontraba nuevamente con San Martín, re embarcándose, dejaban bloqueado El Callao, siguiendo hasta Ancón y desembarcando en el puerto de Huacho. 

Sin embargo, la apertura del segundo frente desde Salta no se concretó, pues aunque al recibir las noticias del desembarco de San Martín en el Perú, Güemes había delegado el gobierno en el doctor José ignacio Gorriti, designado por el Cabildo y había avanzado hasta Humahuaca, tuvo que regresar presurosamente, para enfrentar a Bernabé Aráoz, Gobernador de Tucumán, quien por dificultades políticas obstaculizó el proyecto, derrotando a las fuerzas de Salta en Rincón de Marlopa el 3 de abril de 1821. 

Esto brindó oportunidad propicia a los realistas para una nueva invasión, siendo detenidos en Jujuy por el gobernador sustituto, mientras el Cabildo de Salta deponía a Güemes el 24 de mayo. Las causas: las continuas contribuciones forzosas que Güemes aplicaba para sostener la guerra y los efectos prolongados de ésta convirtiendo en enemigos a varios civiles y militares, que en un principio habían sido sus más sólidos sostenedores. Estos aprovecharon su ausencia y, estimulados por la derrota sufrida en su lucha contra Aráoz, se pronunciaron por su separación del cargo y retiro de la provincia. 

Güemes no acató y marchó hacia Salta, dispuesto a sofocar la rebelión, consiguiéndolo el 31 de mayo. Algunos complicados huyeron y otros fueron detenidos. Los primeros tomaron el camino a Tucumán, mientras uno de los cabecillas, don Mariano Benítez, iba al encuentro de los realistas, encontrándose con la vanguardia que venía a las órdenes del teniente coronel José María Valdéz, con el propósito de apoderarse de Salta y que, enterado de los acontecimientos por el fugitivo, resolvió apresar o matar a Güemes. Guiado por el propio Benítez, el enemigo entró en la ciudad y sorprendió a Güemes en la noche del 7 de junio, hiriéndolo mortalmente; dejando de existir el 17 en la Cañada de la Horqueta, paraje al que había llegado tras una heroica fuga. Sólo la muerte pudo alejarlo; vanos fueron los esfuerzos realizados durante su vida por los jefes realistas, tales como los de Olañeta o Marquiegui, para que abandonara la causa y se pasase a las filas del rey, o la propuesta misma del Virrey. 

Tras la muerte de Güemes, el 20 de agosto el gobernador de Salta don Antonino Fernández Cornejo firmaba un armisticio, que fue solo una tregua en medio de tan prolongadas desdichas, pues al no ser bien visto por la población, la agitación obligó a renunciar al gobernador y fue elegido el coronel José Ignacio Gorriti, antiguo colaborador de Güemes, quien el 17 de noviembre contestaba a un mensaje por el que los realistas lo invitaban a capitular, que el armisticio era sobre la base del reconocimiento de la Independencia americana, que era ese el pensamiento de Salta, que nada ni nadie lo haría cambiar y que aun cuando invadieran su territorio no lo dominarían.

Habiendo expirado el armisticio, el 8 de enero de 1822, el Cabildo resolvió el envío de una expedición. El 18 se ordenaba el apresto inmediato para la marcha. Mientras Olañeta solicitaba la continuidad del armisticio, recibiendo como respuesta la declaración de guerra y la orden de levantar una suscripción para sufragarla. 

En tanto, San Martín –en mayo- comisionaba a Don Antonio Gutiérrez de la Fuente a fin de que lograra la formación de una división que operara desde Salta para facilitar a Arenales una segunda campaña de la Sierra, ahora de norte a sur y al general Rudecindo Alvarado la llamada Campaña de los Puertos Intermedios entre el Callao y Arica, con el fin de distraer al enemigo, mientras él movía su ejército hacia Lima, donde entró en julio de 1821, declarando la independencia el 28 del mismo mes y año. 

El 25 de agosto de 1822, San Martín se dirigía a O’Higgins expresándole la importancia de los objetivos de Alvarado y Arenales. 

El éxito de la campaña que al mando de Alvarado y Arenales se va a emprender, no deja la menor duda de su éxito (…). La expedición a Intermedios saldrá del 12 al 15 fuerte de 4300 hombres escogidos. Arenales debe amenazar de frente a los de la sierra, para que Rudecindo no sea atacado por todas las fuerzas que ellos podrán reunir. La división de Lanza fuerte de 900 hombres armados, debe cooperar a este movimiento general. (Cornejo, Atilio, p. 155). Ahora, era vital que operara desde las Provincias Bajas una división confiada al coronel José María Pérez de Urdininea. Cuando llegó a Salta la solicitud de San Martín, el propio gobernador estaba dispuesto a ir por su cuenta al Perú con el único apoyo del pueblo de Salta. 

En abril de 1823, llegó una comunicación del gobierno de Chile, que notificaba de los contrastes sufridos por Alvarado en Torata y Moquegua, solicitando la cooperación para una pronta expedición que anule las funestas consecuencias de éstos. Salta estaba presta a hacer el esfuerzo a pesar de la miseria producida por largos años de guerra ininterrumpida. 

Mientras tanto, imposibilitado de continuar en el Perú, Arenales volvía a Salta y, terminado el período gubernamental de Gorriti, le sucedía, teniendo como objetivo principal organizar una expedición que obrara en combinación con las de Chile y Perú en contra del enemigo común. No obstante que las victorias de Junín y Ayacucho parecían alejar para siempre la dominación realista, Salta esta vez con Arenales al frente, se aprestaba a marchar contra los últimos baluartes enemigos, que al frente de Olañeta se encontraban en el Alto Perú. Así, el 22 de febrero de 1825 Arenales les hacía conocer una nota del general Alvarado en apoyo de esa empresa y su propio pensamiento solicitando la autorización y poderes respectivos para su concreción. 

Ahora bien, ante la sugerencia de Sucre, para que se apurara la empresa, el gobierno hizo una presentación a la H. J., en la sesión del martes 22 de febrero de 1825 diciendo que: 

Todo su espíritu y del compromiso en que pone a la Provincia de Salta la honrosa invitación del vencedor de Ayacucho. Que la reputación, patriotismo y todos los intereses del país se hallan altamente comprometidos en hacer un esfuerzo digno de él y en manifestar a la faz del mundo, que los valientes de Salta no son indiferentes a la gloria, ni saben negarse a una invitación de esta clase. Que el gobierno creía de su deber hacer un movimiento rápido (…). Más que emprender (…) era de absoluta necesidad que la H.J. General (…) se digne proporcionarle los medios (…) El presidente de la misma D Marcos Zorrilla, toma la palabra y dice: Que la importancia de este asunto, depende de su pronta resolución (…) en su virtud propone a la Sala, que se sirva tomarlo en consideración (…) haciendo notar que el voto público de la provincia (…) se hallaba de acuerdo con la expedición (…) debiendo por lo tanto acceder sin dilación alguna a la propuesta del Gobierno.

Prueba de que los pensamientos, se fue a los hechos, fueron los múltiples resúmenes de gastos, como por ejemplo el que va del 22 de marzo al 8 de agosto de 1825, efectuado por el Ejército de la Expedición al Perú, dirigida por Arenales, que ascendía a $11.533,56.

Partió Arenales, pero antes que pudiera entrar en acción caía Olañeta y el último reducto realista. No obstante, el reconocimiento no tardó en llegar, mediante una nota del General Sucre dirigida a Arenales el 13 de abril de 1825, desde Potosí y que decía:

Excmo. Señor: Querrá V.E. dar las gracias de mi parte, y de la del Ejército Libertador, a los bravos salteños que, desamparando hogares y los objetos más queridos del corazón humano, se han precipitado a alistarse en las filas del mando de V. E. para cooperar con nosotros a la libertad del Alto Perú (…) Los salteños siempre valientes y heroicos.

Al concluir su trabajo la autora expresa que Güemes y Arenales son dos hombres cuya tenacidad, intensidad y constancia nunca decayó en pos del sagrado objetivo: la emancipación de América.

El Excmo Señor Comandante Gran Maestre Don Carlos Gustavo Lavado Roqué y el General Don "Martín Miguel de Güemes". i. ISAAC3 ROQUÉ GÜEMES, b. 1846, Córdoba, Córdoba, Argentina; d. 29 de marzo 1920, Córdoba, Córdoba, Argentina. 10. ii. ENRIQUETA ROQUÉ GÜEMES, b. 1847, Córdoba, Córdoba, Argentina. iii. CONSTANCIA ROQUÉ GÜEMES, b. 10 1849, Córdoba, Córdoba, Argentina; m. PABLO C BELISLE, 09 Jun 1892, Córdoba, Córdoba, Argentina; Matrimonio: Nuestra Señora del Pilar 


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