El que ansioso de alta gloria,
joven dejó sus hogares,
y lanzándose a los mares,
voló a buscar la victoria,
vencedor del turco fiero,
vuelve,
valiente cruzado,
del sol el rostro tostado
y en sangre tinto su acero.
Allí, su lanza en la lid
dio a su renombre esplendor,
le cantó el trovador
como a intrépido adalid.
Ora vuelve, en su semblante
con cicatrices de heridas
en honra y pro recibidas
de la que adora constante.
Tal vez al verle a su reja
le desconozca la hermosa
que sensible y cuidadosa
oyó otro tiempo su queja.
Mas si no vuelve de Oriente,
cual antes, joven hermoso,
vuelve intrépido y brioso
y ornada en lauros la frente.
Y las lunas abatidas
de los árabes altivos,
cien caballos, cien cautivos,
cien cimitarras vencidas,
el soldado de Sión
rendirá ante su hermosura
y con humilde ternura
su constante corazón.
Y si amorosa un momento
tendrá completa ventura
su más alto pensamiento,
y tendrá por muy dichosa
de su destino la estrella
si le devuelve su bella
siempre tierna y cariñosa.
Que por la cruz y en su honor
ha alcanzado la victoria,
y su nombre y su memoria
realzó en la lid su valor,
y buscando dónde ir
a hacer su nombre famoso,
vuelve a sus pies venturoso
sus laureles a rendir.
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