La
verdadera gesta de Orellana no tiene que ver con estas conquistas sino más bien
con el fatigoso, trágico y épico viaje que le llevó a ser el descubridor del
río más largo y caudaloso del planeta: el río Amazonas.
Siguiendo
órdenes del hermano menor de Pizarro, Gonzalo, Orellana inició su marcha por
los Andes quiteños en busca del País de la Canela, apreciada especia, pero
nunca encontraron tal territorio. En estas circunstancias, Orellana perdió a más de 200 españoles y unos 3000 indios de su
expedición, y con tal de buscar una ruta alternativa de regreso a Quito, se
adentró en los ríos Napo y Coca.
Después de una larga travesía en la que muchos
otros hombres murieron, y en la que los supervivientes llegaron incluso a comer
cinturones y suelas de los zapatos hervidas con hierbas para alimentarse,
Orellana y sus hombres llegaron a la bifurcación del río Napo que les permitió
ser los primeros europeos en navegar al río Amazonas.
Su nombre proviene
de unas feroces guerreras indígenas que atacaron la nave durante la travesía y
que a los hombres de Orellana les recordaban a las guerreras del mismo nombre
de la mitología griega. Finalmente, en 1542, Orellana y sus hombres
desembocaron en aguas del Atlántico y se dirigieron hacia España para dar las
gratas noticias.
El
conquistador tuvo que hacer frente a una acusación de traición y rebeldía hacia
Gonzalo Pizarro, al que no esperó cuando éste se lo ordenó antes de embarcarse
en el río, pero dicha acusación fue desestimada debido a la precaria situación
de Orellana y sus hombres, quienes debieron continuar para no yacer muertos en
medio de la espesa selva.
Orellana
contrajo matrimonio con una joven sevillana de buena familia llamada Ana de
Ayala, fue nombrado adelantado de la Nueva Andalucía y firmó con el príncipe
Felipe las capitulaciones para una nueva expedición al Amazonas. Sin embargo,
en sus negociaciones con mercaderes, intermediarios y prestamistas, entabladas
al efecto de preparar el viaje, Orellana fue víctima de su nobleza y su buena
fe.
Gracias
a su gesta, Orellana pudo volver al Nuevo Mundo con una expedición más
preparada de unos 300 hombres (entre caballería, soldados rasos, artesanos) y
casado con Ana de Ayala. Así, hacia 1545, volvió a la desembocadura del río que
él mismo descubrió con la intención de trazar una ruta hacia Quito a través de
tan salvaje río. No obstante, Orellana no pudo completar su sueño ya que la
expedición tuvo que hacer frente a enfermedades y a ataques de los indígenas
que, entre otros, mataron al conquistador.
Finalmente,
sólo 40 hombre sobrevivieron al intento de remontar al río de los 1000
afluentes, pero tan excepcional gesta quedó por siempre ligada a un hombre
bueno, inteligente, tolerante, sabio y valiente: Francisco de Orellana.
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