En reciente
Editorial, EL DIA subrayó plausivamente la urgente necesidad de aumentar las
medidas de seguridad para con la población bonaerense, esto efectivamente y más
allá de los discursos en las inauguraciones de destacamentos y comisarías.
Parte de nuestro trabajo en Usina
de Justicia es articular e informar sobre temas de nuestra expertise a los
encargados de velar por la seguridad y la justicia.
Lo cierto es que, pese a visibles
esfuerzos gubernamentales, a nivel nacional y provincial, tanto el crimen organizado
como el común siguen en los mismos niveles estadísticos, en el mejor caso.
Y mientras aquí vamos por la suma
de chalecos antibala, obviamente indispensables, y la creación de nuevos
destacamentos policiales, sus agentes siguen sin verse en la calle, a pesar de
llegarse a un número de efectivos (por población a atender ) muy razonable.
Dos son los campos principales a
cubrir y mejorar, una es la inteligencia criminal activa para prevenir y
descubrir crímenes organizados, la otra, la presencia policial orientada
tecnológicamente para prevenir el delito común, especialmente el violento, que
ha ganado las calles.
Las recetas no pueden ser siempre
las mismas porque los resultados también lo serán.
Así, en el ámbito federal es
adonde se debe concentrar la máxima actividad anticrimen organizado. La nueva
Policía Federal, ya sin la responsabilidad de atender el delito común en la
ciudad de Buenos Aires, y con número suficiente para cubrir todo el territorio
nacional, debería hacerse sentir en la población, cosa que hasta ahora no
sucede.
A esta institución se la debe ir
orientando, de la mera representación formal en las provincias a un esquema de
investigación especializada como la desarrollada por el FBI americano.
La creación de una Agencia
especializada con el remanente federal fue materia de promesas electorales
hasta ahora no concretadas. Por el otro lado, al delito común se lo debe
enfrentar con la policía en la calle, previniendo y capturando.
Mientras en estas latitudes se
muestra como avance la inauguración de destacamentos, a veces necesarios,
policías más modernas pasan trabajar con centros de estrategia policial desde
adonde se distribuye al personal policial a la vía pública, porque se ha
probado que la creación de claustros adonde se concentran efectivos no produce
ningún resultado en la comunidad.
Existen diversos estudios
criminológicos que demuestran que hay una relación directa entre población a
atender y cantidad de policías y patrulleros necesarios para atenderla. Cuando
la relación policía-población aumenta y existen estrategias de prevención
-policías en la calle inteligentemente geolocalizados- más las correspondientes
de investigación e inteligencia criminal, el delito violento baja. Probado.
Por supuesto que la tecnología
debe ser parte del sistema, porque mientras aquí se soluciona el terrible
problema de la falta de chalecos antibala, las modernas policías del mundo
utilizan programas tipo PredPol para orientar la actividad de sus patrullas
basados en algoritmos que predicen con gran precisión las zonas y la clase de
delito que ocurrirán.
Y mientras aquí expandimos el
sistema del 911, asimismo absolutamente necesario, las ciudades más modernas
instalan sensores ShotSpotter que automáticamente y en segundos detectan y
geo-localizan un arma de fuego cuando es disparada.
La inversión en seguridad debe ser
alta por el nivel de crimen que azota nuestro país, al menos en las zonas
densamente pobladas.
La consultora americana RAND ha
demostrado el alto costo económico del delito violento, y también el alto
impacto directo e indirecto del crimen en el desarrollo de un área geográfica
afectada.
Sólo los cerca de 3000 homicidios
al año que sufrimos los argentinos ameritan medidas urgentes orientadas por
personal altamente especializado. El momento es ya.
* Por Martin Etchegoyen Lynch, Doctor en Ciencias Penales, Ex Fiscal, miembro de USINA de JUSTICIA. Caballero GC Orden de San Ignacio de Loyola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario