viernes, 19 de mayo de 2017

Las urgencias de la seguridad pública. Por S.E. Cab GC Dr Martin Etchegoyen Lynch OCSSPSIL.



En reciente Editorial, EL DIA subrayó plausivamente la urgente necesidad de aumentar las medidas de seguridad para con la población bonaerense, esto efectivamente y más allá de los discursos en las inauguraciones de destacamentos y comisarías.
Parte de nuestro trabajo en Usina de Justicia es articular e informar sobre temas de nuestra expertise a los encargados de velar por la seguridad y la justicia.
Lo cierto es que, pese a visibles esfuerzos gubernamentales, a nivel nacional y provincial, tanto el crimen organizado como el común siguen en los mismos niveles estadísticos, en el mejor caso.
Y mientras aquí vamos por la suma de chalecos antibala, obviamente indispensables, y la creación de nuevos destacamentos policiales, sus agentes siguen sin verse en la calle, a pesar de llegarse a un número de efectivos (por población a atender ) muy razonable.
Dos son los campos principales a cubrir y mejorar, una es la inteligencia criminal activa para prevenir y descubrir crímenes organizados, la otra, la presencia policial orientada tecnológicamente para prevenir el delito común, especialmente el violento, que ha ganado las calles.
Las recetas no pueden ser siempre las mismas porque los resultados también lo serán.
Así, en el ámbito federal es adonde se debe concentrar la máxima actividad anticrimen organizado. La nueva Policía Federal, ya sin la responsabilidad de atender el delito común en la ciudad de Buenos Aires, y con número suficiente para cubrir todo el territorio nacional, debería hacerse sentir en la población, cosa que hasta ahora no sucede.
A esta institución se la debe ir orientando, de la mera representación formal en las provincias a un esquema de investigación especializada como la desarrollada por el FBI americano.
La creación de una Agencia especializada con el remanente federal fue materia de promesas electorales hasta ahora no concretadas. Por el otro lado, al delito común se lo debe enfrentar con la policía en la calle, previniendo y capturando.
Mientras en estas latitudes se muestra como avance la inauguración de destacamentos, a veces necesarios, policías más modernas pasan trabajar con centros de estrategia policial desde adonde se distribuye al personal policial a la vía pública, porque se ha probado que la creación de claustros adonde se concentran efectivos no produce ningún resultado en la comunidad.
Existen diversos estudios criminológicos que demuestran que hay una relación directa entre población a atender y cantidad de policías y patrulleros necesarios para atenderla. Cuando la relación policía-población aumenta y existen estrategias de prevención -policías en la calle inteligentemente geolocalizados- más las correspondientes de investigación e inteligencia criminal, el delito violento baja. Probado.
Por supuesto que la tecnología debe ser parte del sistema, porque mientras aquí se soluciona el terrible problema de la falta de chalecos antibala, las modernas policías del mundo utilizan programas tipo PredPol para orientar la actividad de sus patrullas basados en algoritmos que predicen con gran precisión las zonas y la clase de delito que ocurrirán.
Y mientras aquí expandimos el sistema del 911, asimismo absolutamente necesario, las ciudades más modernas instalan sensores ShotSpotter que automáticamente y en segundos detectan y geo-localizan un arma de fuego cuando es disparada.
La inversión en seguridad debe ser alta por el nivel de crimen que azota nuestro país, al menos en las zonas densamente pobladas.
La consultora americana RAND ha demostrado el alto costo económico del delito violento, y también el alto impacto directo e indirecto del crimen en el desarrollo de un área geográfica afectada.
Sólo los cerca de 3000 homicidios al año que sufrimos los argentinos ameritan medidas urgentes orientadas por personal altamente especializado. El momento es ya.

* Por Martin Etchegoyen Lynch, Doctor en Ciencias Penales, Ex Fiscal, miembro de USINA de JUSTICIA. Caballero GC Orden de San Ignacio de Loyola. 

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