VETERANOS DE LA FRONTERA
La proporción de presos por habitante de Argentina es la propia de los mejores países del Primer Mundo (alrededor del 1,6 por mil), mientras la delincuencia real es la de países con graves problemas, específica y relevantemente causados por el narcotráfico y sus dependientes
Una pregunta que no parece
preocupar mucho en Argentina es una de las primeras que se hacen a la hora de
planificar la seguridad pública en otros países. Esta es: ¿cuántos delincuentes
hay en determinado territorio?
Si bien
especialistas internacionales carecen de una simple fórmula de cálculo, existen
algunas variables a tener en cuenta, por ejemplo, la cantidad de VCR (violent
crime rate o delito
violento) y PCR (property crime rate o delito contra la propiedad), la
cifra negra (delito no denunciado por falta de confianza en el sistema
policial-judicial o no descubierto), la cantidad de personas prófugas,
etcétera.
Asimismo
se consideran las comparaciones internacionales de la cantidad de detenidos que
tienen las diferentes jurisdicciones para llegar a una comunidad segura.
Lo cierto
es que, asimismo, la gran cantidad de delitos observados en cierta región no
resulta directamente proporcional a la cantidad de criminales sueltos, sino
que, en aplicación del principio de Pareto, aproximadamente
el 20% más activo de los criminales causa aproximadamente también el 80% del
delito total, y esto sí ha sido demostrado por estudios
criminológicos internacionales.
Por tanto, sin absoluta
certeza pero con gran acercamiento matemático, se puede llegar a calcular
cuántos son los criminales que victimizan a una sociedad. Ni en las más seguras
ni en las más inseguras parecen ser tantos comparados con la población total.
En las
más desarrolladas, en las que todo parece funcionar, pueden llegar al uno por
mil, por ejemplo, Holanda, países nórdicos. En las que son o han sido
violentas, pueden llegar en promedio al cinco por mil o alguna décima más, como
por ejemplo Estados Unidos, Rusia o Cuba, y ello por diferentes razones en
cuanto a la etiología delictual en cada una de ellas, discusión que excede esta
breve columna.
El análisis del caso argentino parece indicar que nos sumamos al
último grupo; la cifra de delincuentes estaría aproximadamente en los
doscientos mil. Un dato a
subrayar es que Argentina tiene en prisiones federales y provinciales a unos
setenta mil presos, mientras posee órdenes de captura, sin debido seguimiento,
por otro tanto.
La proporción de presos por habitante de Argentina es la propia de
los mejores países del Primer Mundo (alrededor del 1,6 por mil), mientras la
delincuencia real es la de países con graves problemas, específica y
relevantemente causados por el narcotráfico y sus dependientes.
Ello hace
que un debido plan de seguridad serio tenga que, en el corto plazo, sostenerse
en uno más importante y ambicioso de infraestructura carcelaria, al menos para
duplicar las plazas penitenciarias actuales.
Y que, a
la vez, se dé por tierra con el argumento facilista de la pobreza y la
marginalidad creadora de delincuencia, sobre todo en un país con alrededor de
diez millones de pobres frente a la cifra aproximada de doscientos mil
delincuentes, entre los que hay, dependiendo de la sofisticación del delito, de
todas las clases sociales.
A partir
de estos datos caben algunas preguntas:
¿Por qué
en un país de más de cuarenta millones de ciudadanos se vive aterrado, detrás
de rejas, alarmas, cambiando hasta comportamientos y estilos de vida, todo ello
por el accionar de 200 mil criminales?
¿Por qué,
si uno es parte del cinco por mil, tendrá asegurado un abogado pago por el
Estado desde el minuto uno de su imputación mientras una víctima del otro 99,5%
queda desprotegida ante un acto criminal al que fue arrojado?
¿Qué hace
que el Estado siempre esté más preocupado por quien comete actos criminales y
no por quien paga sus impuestos por contrato social y debería ser defendido con
mayor eficiencia y eficacia?
¿Qué hace que el Estado sólo piense permanentemente en sus pocos
detenidos, aquellos que se chocaron con el sistema y cayeron en prisión, y no
en las miles de víctimas inocentes y sus familias destruidas cada año?
Llevamos
varias décadas escuchando hablar solamente de los derechos humanos de los
criminales, aplaudiendo y promoviendo el garanto-abolicionismo de nuestros
jueces y haciendo demagogia con los criminales. ¿No será tiempo de escuchar y
ocuparse también del 99,5% honesto de la población, hoy rehén del cinco por mil
de delincuentes que convierte a nuestro espacio público en un penal abierto?
Jean-Jacques
Rousseau nos decía, en el siglo XVIII: "En Génova se lee en la portada de
las prisiones la palabra libertas.
Esta aplicación de la dicha divisa es muy bella y justa, porque en todos los
Estados únicamente los malhechores son los que impiden al ciudadano su
libertad. En un país donde toda esta gente estuviera en cárceles se gozaría de
la más perfecta libertad".
* Por Martin Etchegoyen Lynch, Doctor en Ciencias Penales, Ex Fiscal, miembro de USINA de JUSTICIA. Caballero GC Orden de San Ignacio de Loyola. Publicado en Infobae.
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