Anualmente, el 3 de diciembre, se celebra el "Día del Médico",
como un reconocimiento a quienes abrazaron ciencia y arte de curar y la
prevención de la enfermedad. Vaya a todo el mejor premio recordando, en esta circunstancia, a la
figura del primer galeno que tuvo
Salta don Andrés de Arteaga.
Históricamente se conoce
que, desde los más remotos
tiempos, el hombre escudriñó los medios para superponerse de sus tormentos, algunos con notoriedades,
otros sanguinarios. La medicina en los primeros tiempos tuvo mucho
de brujería, algo de tradición y de la astucia del hombre.
Mas tarde fue adquiriendo un signo formalizado como de
doctrina tan caprichosa como la de China, Mesopotamia, Grecia, Egipto,
Palestina, India, Arabia y Europa, entre otras. No es mi pensamiento en este
caso hacer la historia de la
medicina, la que peregrinó por momentos
incomprensibles y aquietados por las autoridades y doctrinas religiosas. Nada
de ello.
Con el correr de los años entre los siglos XVI y XVII España
orientó las raíces de la medicina general, instituida en base a los ensayos que
sorprendieron por su arrojo. A ello le
valió el descubrimiento del Nuevo Mundo al conocer algunas drogas que se utilizaba
en el Perú como: la jalapa, que servía de purgante; el bálsamo, como
expectorante y cicatrizante; la quina,
En lo que respecta a la antigua medicina en el noroeste
argentino procedía de los incas y de los guaraníes. Media sabia y media bruja.
También plasmada de hechicerías. Para sus curaciones dominaban el uso de las
plantas de la región, según un estudio del doctor Julio Mendióroz, tal es el
caso del: el alcanfor, como anestésico;
el tarco, en cataplasma; el molle, para cicatrizar heridas; el poleo,
para perturbaciones estomacales; el paico, como purgante: el arcayuyo, contra
la diarrea; el quebracho blanco, para el paludismo; el chañar, contra el asma,
y la barba de choclo, como diurético,
entre otras. En este resumen no
se puede olvidar que había ciertos indios que tenían como su especialidad
“chupadores” que hacían las veces de ventosa o los “sobadores” lo que hoy es el quinesiólogo
En los “Comentarios
Reales, del inca Garcilazo de la Vega, puede leerse que algunos indios se
fregaban los dientes con los brotes tiernos del sauce o del molle y que se
tomaban “el pulso en lo alto de la nariz, en la junta de las cejas”. El coqueo
no estaba ausente en estas costumbre, descubierta desde que llegaron los
colonizadores.
El arribo de Arteaga
Esta contemplación estará encarnada a través del primer galeno que profesó en
Salta, el competente Andrés
Arteaga, un madrileño nacido por el año 1550.
Como es de puro conocimiento el quinto virrey del Perú, Don
Francisco de Toledo, tenazmente había
establecido la fundación de una población en el "valle de Salta" para
neutralizar el accionar de los beligerantes nativos. Una de las instrucciones
se las impartió a Jerónimo Luis de Cabrera, quien se desempeñara como
corregidor y justicia mayor de Potosí, siendo ascendido como gobernador,
capitán general y justicia mayor de "las provincias de Tucumán, Juries y
Diaguitas...".
El otro mandamiento se lo otorgó, por encargo del rey Felipe
II el gobierno del Tucumán, en 1571, a Gonzalo de Abreu Figueroa quien tampoco consumó el mandato hasta que
Hernando de Lerma se sometió a lo ordenado por sus superiores.
Cabe acotar acá que las relaciones entre Cabrera y Abreu
eran muy tensas hasta que el segundo, con toda malicia, llegó a apoderarse los
bienes y casas de su adversario, consiguiendo
tomarlo encarcelado para
conducirlo a Santiago del Estero donde le quitó la vida. Algunos
historiadores dan cuenta que lo mató a garrotazos y otros haciéndolo degollar.
Lerma –a quien los historiadores lo definen como “un déspota
que se valía para sus monstruosidades e
infamias de amigos cuyas conductas no eran nada recomendables”- con
posterioridad hizo asesinar a Gonzalo de
Abreu con el peor martirio.
Aquí se aparece Andrés Arteaga quien, en 1581, integró la
caravana de vecinos de Santiago del Estero, sede de la Intendencia del Tucumán,
que acompañó al Licenciado Hernando de Lerma para concretar el mandato de
Toledo que se cristalizó el 16 de abril de 1582 de fundar una ciudad, fecha en
quien el primer galeno comenzó a ejercer la medicina en Salta.
Al año siguiente de
la instalación de este poblado el maese Andrés –como se lo llamaba a los
médicos práctico, idóneos- recibió del propio Lerma algunos solares, debió
abandonar la región y exiliarse en Lima o Charcas perseguido por el
conquistador.
A Arteaga se le inculpaba haber curado sin el consentimiento
de Lerma al capitán Sotelo Narváez del "mal de ijada", fuertes
dolores producidos entre las dos cavidades existentes entre las costillas
falsas y los huesos de la cadera., especialmente donde se alojan los órganos
como el hígado, bazo, riñones, colon y apéndice.
Posteriormente su calvario fue cuando se le exigió que
firmara un falso certificado de defunción consignando que Gonzalo de Abreu
había muerto por envenenamiento , cuando en realidad había sido sometido a
infames vejámenes que puede imponerse a un hombre. Andrés de Arteaga apremiado
por Hernando de Lerma debió extender bajo intimidaciones el tramposo
testimonio. Al muy poco tiempo, denunció
públicamente este hecho, con lo cual
destella su intachable desempeño como
médico.
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