lunes, 5 de octubre de 2015

Reportaje apócrifo al Chango Saravia. Por S.E. Cab Don Andrés Mendieta OCSSPSIL (periodista e historiador).


Por S.E. Cab Don Andrés Mendieta OCSSPSIL (periodista e historiador)

Quebrada de San Lorenzo, la sombra de los nogales: morada en la zarza, llora madura mora bajo el sauzal. 

El canto del chalchalero, la siesta del aire moja y tiñe de amor la roja pluma del pecho con el chalchal. Antes de sentarme a escribir acostumbro escarbar con la mirada el horizonte en búsqueda de alguna cosa que traiga a mi memoria algo vinculado a personajes o sucesos ocurridos en la Salta de antes, de mi adolescencia, mi juventud, en el periodismo o frente a una cátedra, ya sea en el Instituto Mariano Moreno o en la Escuela Superior de Periodismo. 

Solo encuentro las serranías de San Lorenzo y la encrespada precordillera reverdecida con las primeras pinceladas del sol. Al Este, cumbres encanecidas por la nieve o el granizo. 

Tras vagar con la imaginación, aquí nomás, en el jardín, se habían asentado ya algunos tordos, gorriones, sachas, urpilas, horneros y hasta algunos chalchaleros o zorzales para nutrirse de alpiste que derramo a primera hora sobre el césped para deleitarme con la presencia de esas bellas aves de la creación que bajan para embuchar dicho alimento. 

Los chalchaleros me encienden la inspiración para esta nota. En noviembre de 1977, precisamente el día 18, el doctor José Antonio Saravia Toledo —conocido por todos como «El Chango»—, dejó de existir. Integró aquel conjunto folclórico salteño que con su éxito 128 Andrés Mendieta clamoroso en el canto de nuestra tierra conquistó al público en todos los rincones tanto del país como del extranjero. Me estoy refiriendo a «Los Chalchaleros». 

Procedía de una familia ligada a los fundadores de la Nación, como Pedro José Saravia que intervino en las invasiones inglesas y quien, por su valentía, honrado como «Caballero de la Real Orden de Carlos III» y en las batallas de Tucumán y Salta bajo el mando de Manuel Belgrano. 

Posteriormente, con Martín Miguel de Güemes, tomó parte en la guerra gaucha. Asimismo, entre su progenie descubrimos a Fernando de Toledo Pimentel, español, que intervino en la conquista del Tucumán y la fundación de San Miguel de Tucumán. Como merced se le otorgó un amplio solar en Yatasto que, años después, fue albergue y lugar de encuentro entre los próceres de nuestra argentinidad, José de San Martín, Manuel Belgrano y más tarde Martín Miguel de Güemes, entre otros. 

En lo que respecta a José Vicente de Toledo y Pimentel se identificó con la revolución de 1810, cuando ejercía las funciones de cabildante en Salta. Designado Comandante de Avanzadas con asiento en Conchas (Metán) defendió los actuales departamentos de Rosario de la Frontera, La Candelaria y Metán. 

En la guerra de la emancipación ayudó con fondos y víveres para sustento de las tropas y para la caballada. Reportaje apócrifo Para centrar esta nota partimos a su cruce en el lugar más apropiado para la entrevista, en España y Mitre, lugar donde funciona la confitería La City. 

A partir de las 14 horas se reunían amigos (agentes de seguro, agricultores, profesionales y estudiantes) en la mesa de café. No se oyen discusiones pero sí carcajeo. 

Hablar de política y de cualquier otro tema que produjera desavenencias parecía estar vedado. La reunión se levantaba cerca de las cuatro, después de dos horas de relajamiento. Crónicas del pasado 129 Primer fracaso 

El segundo se dio al intentar pararlo en las calles de Salta. No fue fácil mantener un diálogo porque saluda a todo el mundo, desde el obrero hasta personas con presencia distinguida. 

Las consultas o el consejo que pedían los caminantes entrecortarían nuestra conversación y aún más, cuando pasaba una damisela la saludaba con total reverencia, se sacaba el sombrero, actitud muy propia de un hombre que cargaba sobre su espalda la hidalguía española. 

Por fin descubrimos que el diálogo podía concretarse en la Corte de Justicia donde, por un período prolongado, ocupó cargos importantes. Advertimos a su secretaria cuál era nuestra misión y él nos abrió la puerta del despacho. 

En su rostro se dibujaba una sonrisa, expresión muy común en su persona y, con una breve inclinación de cabeza, extiende su mano. «Pasen muchachos, ¿en qué puedo serles útil?», mientras nos señala unos sillones para asentar nuestra cansada osamenta por el trajín diario. 

Mira su reloj como diciendo: «Sean breves». Nos apartamos de ajustarnos con el tiempo; a poco de cruzar palabras, su cercanía nos deparaba felicidad. Su sencillez para contarnos anécdotas era tal que sentíamos tener una añeja amistad. Este metanense sin querer se muestra tal como es. Un honorable campechano, entretenido, divertido y dicharachero. Poco o nada le gusta hablar de él y, menos aún, de su linaje. Con estos calificativos presentamos una radiografía de personaje tan distinguido y respetado por la comunidad. «Doctor, ¿cómo ha sido su ingreso a Los Chalchaleros?» «Voy a intentar contarles cómo nació el conjunto. Allá por los años cuarenta y tanto estaban de moda los dúos como ArbozNarváez, Benítez-Pacheco, Martín-Ledesma. 

Después nacieron los conjuntos de los hermanos Ábalos, los Abrodos y la Tropilla de Huachi Pampa. El folclore, como expresión popular, estaba contagiando a la juventud salteña. En cada familia había por lo menos 130 Andrés Mendieta dos chicos que tocaban el piano, la guitarra o el violín para seducir con su música en peñas familiares y en las reuniones sociales. 

Contagiados por estas manifestaciones musicales fueron como semillas para el inicio de Los Chalchaleros. En 1947 los alumnos del Colegio Nacional, Juan Carlos y Aldo Saravia, cantaban a dúo y por otro lado, Agustín Franco Sosa (a. «Pelusa») con Víctor José Zambrano (a. «Cocho»). El encuentro impensado entre estos trovadores sirvió para en un futuro muy cercano unir las voces y convertirse en un tiempo providencial en los embajadores de la música argentina en el mundo. Yo en esa época me desempeñaba como secretario y docente del Colegio, trabajo que agarré después de desertar, primero el Colegio Militar de la Nación y después la carrera de Derecho que la cursaba en Buenos Aires. 

Los changos se presentaron por primera vez como conjunto «Los Chalchaleros», en 1948. Un año antes cantaron acompañados por Gustavo Leguizamón (a. «El Cuchi») en el piano y en pleno recital este los abandonó aduciendo que «No los voy acompañar más por que cantan más fiero que la m… estos desorejao». 

Años después Juan Carlos Saravia al referirse a los inicios del conjunto, lo definió así: «No sabíamos cantar ni en el baño». Tenía razón el Cuchi. Al producirse el nombramiento en la Sucursal Orán del Banco Provincial de Aldo Saravia —primo de Juan Carlos— ingresé al grupo en 1949 hasta 1953, año que reanudé mis estudios universitarios, reemplazándome Ernesto Cabeza, un guitarrista maravilloso, talentoso y tímido». «Doctor ¿y después que…?» 

Con mi título, que en sus comienzos de la carrera en vez de ser «derecho» era bastante «chueco», me dediqué a la profesión y participé en la fundación del Colegio de Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial de Salta. Al año de obtener el título de Abogado (1957) ingresé a la Justicia como Secretario de la Corte y no sé hasta cuándo. Será hasta que el Tata Dios lo disponga… 


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