Las marcas inducen al público a asociar conceptos; este dispositivo, basado en el fenómeno denominado memoria asociativa, es la clave para el posicionamiento estratégico de un producto, de una empresa o de un país. Todo cerebro en condiciones de percibir a través de los sentidos y con las funciones neuronales y sinápticas más o menos en orden, responde inexorablemente a ese mecanismo.
Dicho de otra manera, detentar un posicionamiento estratégico no es una opción: se lo induce, se lo direcciona, o bien éste toma formas y matices al azar, espontáneamente y hasta de modo distorsionado.
La marca se expresa a través de símbolos y señales; en una de sus acepciones, por ejemplo, la señal que deja una herida cerrada es, justamente, una marca.
Todas las naciones tienen una marca, como todas ellas han tenido heridas; muchas han sabido curarlas, generando como fruto una “buena marca”, al contrario de aquéllas cuyas llagas no logran sanar.
En términos generales, las cosas no suceden por casualidad, por buena o mala suerte. El hecho de que la imagen de la Argentina -inclusive para los propios nacionales- se asocie a conceptos tales como confusión, incertidumbre y desconfianza, es la consecuencia de una concatenación histórica que refleja un hilo conductor, común denominador que ha sido y es, en gran medida, la discordia.
En el comercio existe un precepto, bastante comprobado, que indica que ningún vendedor consigue mercadear algo en lo que ni él mismo cree. ¿Podría acaso, de frente a la gente, convencerla acerca de la firmeza de una marca que en verdad es todavía una herida inconclusa?
Ernesto Sábato señaló que “La Historia no es mecánica, porque los hombres son libres para transformarla”; a condición, agreguemos, que tomen conciencia de un escenario propicio y que, finalmente, deseen hacerlo.
La vida enseña que aprendemos en la bonanza y en las dificultades nos forjamos. La secuencia bicentenaria de conflictos y divisiones podría alguna vez terminarse, lo que estimularía una percepción de aplomo, lucidez, previsibilidad y confianza, respecto de nuestro país. ¿Hacia quiénes? Si pensamos que 3.000 años antes de Cristo, en el Antiguo Egipto, ya se hablaba del Principio de Correspondencia, según el cual, operando en nuestra realidad interna influenciamos nuestro mundo externo y viceversa, es válido imaginar que alcanzar una convergencia interior nos llevaría igualmente a lograrla con el mundo que nos rodea, incluyendo compradores, inversores y socios extranjeros. En ese entonces, será viable una buena Marca Argentina.
Que no haya sido posible cerrar las heridas hasta ahora, quizás no signifique fatalmente que no pueda suceder algún día. Después de todo, así como nadie determinó aún a ciencia cierta que "el hombre es el lobo del hombre", queda esperanza de que "el argentino no sea el lobo del argentino".
Copyright © 2015 by Ricardo Vanella. Todos los derechos reservados.
(Este artículo corresponde a un capítulo del libro y "Alimento para pensar, pequeñas
reflexiones para prevenir la anorexia cognitiva" fué publicado precedentemente en el diario el Cronista)
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